/ lunes 29 de noviembre de 2021

Para controlar el coronavirus habrá que vencer el egoísmo

Las bolsas de valores alrededor del mundo vivieron un viernes negro este 26 de noviembre, a causa de los temores provocados por la variante ómicron del coronavirus, detectada recientemente en Sudáfrica, y que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera como preocupante. En Estados Unidos de América, por ejemplo, el Dow Jones de Industriales registró una pérdida del 2.53 por ciento, la cifra más baja en lo que va del año, mientras que el índice compuesto Nasdaq, que congrega las tecnologías más importantes, cayó un 2.23 por ciento. En México, el peso se cotizaba en 21.8230 unidades por dólar; sin embargo, conforme avanzó la jornada, se depreció hasta las 22.1510 unidades, el nivel más bajo desde el 30 de septiembre de 2020. En suma, estos números revelan que nuestra moneda acumula ya una pérdida de casi un 10% en lo que va del año.

La variante ómicron del coronavirus puso en alerta las bolsas alrededor del mundo, pues su descubrimiento abría la posibilidad a revivir el difícil escenario que enfrentamos en marzo de 2020, con nuevos cierres de fronteras, medidas de restricción y a un nuevo paro en las actividades productivas, algo no esperado en un momento en el que las expectativas y la esperanza de la población mundial fijaban rumbo hacia la anhelada estabilidad y recuperación económica.

¿Qué sabemos de esta nueva variante? Hasta ahora, desconocemos si ómicron posee una mayor capacidad de transmisión o si está en condiciones de desplazar a las otras variantes, tampoco sabemos si es más virulenta o si provocará un cuadro sintomatológico más grave. No sabemos si ómicron podrá escapar a las vacunas que ya existen y si tendrá el poder para expandirse por todo el planeta, pero es precisamente este panorama el que nos obliga a estudiarla a detalle y vigilar con cuidado.

De acuerdo con Ignacio López-Goñi, especialista en microbiología, la variante ómicron presenta 50 mutaciones en su genoma respecto a la secuencia original detectada en Wuhan, 32 de ellas en la región de la proteína S. La preocupación de la comunidad científica, continúa el especialista, es la acumulación de mutaciones en dicha región, porque algunas ya se habían detectado, pero no todas juntas en una misma variante; sin embargo, como afirma López-Goñi, en este momento es más lo que no sabemos de ómicron que aquello que sí conocemos, de ahí que sea muy pronto como para anticipar los escenarios más catastróficos, pero debemos mantenernos alerta y vigilantes a la evolución de esta nueva variante.

¿Cómo comprender y dimensionar esta problemática? Hace algunos días, Jorge Zepeda Patterson reflexionaba en torno a esta pregunta y hacía un señalamiento revelador: las dos últimas variantes del coronavirus se originaron en la India y en África, regiones donde los niveles de vacunación son muy bajos. Este hecho nos muestra que en este momento no existe cabida para el egoísmo, menos aún a una escala global: los países más ricos han acaparado las vacunas y no son pocos en los que ya se aplican terceras dosis. Lo anterior es un duro contraste respecto de lo que sucede en los países más pobres, cuya población ni siquiera ha accedido a la aplicación de una primera dosis.

Si queremos vencer al coronavirus, tendremos que modificar sustancialmente las estrategias para que las soluciones dejen de verse en una perspectiva local, como si las naciones no formarán parte del mundo, para conocerlas a nivel global, pues finalmente todas y todos compartimos este pequeño espacio de universo. Hoy más que nunca, ha quedado en evidencia que, por más lejos que nos parezca Sudáfrica o la India, las afecciones de salud que sufra su población, más temprano que tarde, afectarán a quienes vivan en los países desarrollados. Lo anterior, como bien afirma Zepeda Patterson, implica replantear el escenario, pues el enemigo a vencer, paradójicamente, no será el coronavirus, sino el egoísmo humano.

México forma parte de las 20 economías más importantes a nivel mundial. Es también nuestra responsabilidad participar y proponer soluciones que impacten positivamente en los países más pobres, a fin de que el mundo, no solo unas cuantas naciones, logre vencer al coronavirus, una hazaña que solo será posible hasta que adquiramos conciencia de que nuestra salud, nuestra existencia también depende de la salud, el bienestar y la existencia de las personas que viven en los lugares más remotos de nuestro planeta.

Las bolsas de valores alrededor del mundo vivieron un viernes negro este 26 de noviembre, a causa de los temores provocados por la variante ómicron del coronavirus, detectada recientemente en Sudáfrica, y que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera como preocupante. En Estados Unidos de América, por ejemplo, el Dow Jones de Industriales registró una pérdida del 2.53 por ciento, la cifra más baja en lo que va del año, mientras que el índice compuesto Nasdaq, que congrega las tecnologías más importantes, cayó un 2.23 por ciento. En México, el peso se cotizaba en 21.8230 unidades por dólar; sin embargo, conforme avanzó la jornada, se depreció hasta las 22.1510 unidades, el nivel más bajo desde el 30 de septiembre de 2020. En suma, estos números revelan que nuestra moneda acumula ya una pérdida de casi un 10% en lo que va del año.

La variante ómicron del coronavirus puso en alerta las bolsas alrededor del mundo, pues su descubrimiento abría la posibilidad a revivir el difícil escenario que enfrentamos en marzo de 2020, con nuevos cierres de fronteras, medidas de restricción y a un nuevo paro en las actividades productivas, algo no esperado en un momento en el que las expectativas y la esperanza de la población mundial fijaban rumbo hacia la anhelada estabilidad y recuperación económica.

¿Qué sabemos de esta nueva variante? Hasta ahora, desconocemos si ómicron posee una mayor capacidad de transmisión o si está en condiciones de desplazar a las otras variantes, tampoco sabemos si es más virulenta o si provocará un cuadro sintomatológico más grave. No sabemos si ómicron podrá escapar a las vacunas que ya existen y si tendrá el poder para expandirse por todo el planeta, pero es precisamente este panorama el que nos obliga a estudiarla a detalle y vigilar con cuidado.

De acuerdo con Ignacio López-Goñi, especialista en microbiología, la variante ómicron presenta 50 mutaciones en su genoma respecto a la secuencia original detectada en Wuhan, 32 de ellas en la región de la proteína S. La preocupación de la comunidad científica, continúa el especialista, es la acumulación de mutaciones en dicha región, porque algunas ya se habían detectado, pero no todas juntas en una misma variante; sin embargo, como afirma López-Goñi, en este momento es más lo que no sabemos de ómicron que aquello que sí conocemos, de ahí que sea muy pronto como para anticipar los escenarios más catastróficos, pero debemos mantenernos alerta y vigilantes a la evolución de esta nueva variante.

¿Cómo comprender y dimensionar esta problemática? Hace algunos días, Jorge Zepeda Patterson reflexionaba en torno a esta pregunta y hacía un señalamiento revelador: las dos últimas variantes del coronavirus se originaron en la India y en África, regiones donde los niveles de vacunación son muy bajos. Este hecho nos muestra que en este momento no existe cabida para el egoísmo, menos aún a una escala global: los países más ricos han acaparado las vacunas y no son pocos en los que ya se aplican terceras dosis. Lo anterior es un duro contraste respecto de lo que sucede en los países más pobres, cuya población ni siquiera ha accedido a la aplicación de una primera dosis.

Si queremos vencer al coronavirus, tendremos que modificar sustancialmente las estrategias para que las soluciones dejen de verse en una perspectiva local, como si las naciones no formarán parte del mundo, para conocerlas a nivel global, pues finalmente todas y todos compartimos este pequeño espacio de universo. Hoy más que nunca, ha quedado en evidencia que, por más lejos que nos parezca Sudáfrica o la India, las afecciones de salud que sufra su población, más temprano que tarde, afectarán a quienes vivan en los países desarrollados. Lo anterior, como bien afirma Zepeda Patterson, implica replantear el escenario, pues el enemigo a vencer, paradójicamente, no será el coronavirus, sino el egoísmo humano.

México forma parte de las 20 economías más importantes a nivel mundial. Es también nuestra responsabilidad participar y proponer soluciones que impacten positivamente en los países más pobres, a fin de que el mundo, no solo unas cuantas naciones, logre vencer al coronavirus, una hazaña que solo será posible hasta que adquiramos conciencia de que nuestra salud, nuestra existencia también depende de la salud, el bienestar y la existencia de las personas que viven en los lugares más remotos de nuestro planeta.