/ viernes 12 de agosto de 2022

Taza de Soles | Talleres de escritura o cómo perder el miedo a la página en blanco

“Escribir es en sí una forma de reflexión. Sirve para digerir ciertos hechos. Dialogar con nosotros y al mismo tiempo con el mundo. Ayuda a desenfocar la realidad y, de esta manera, encontrarle aquellos otros significados que solamente, en ocasiones, se guardan en el subconsciente”. Me gusta esta definición, pero cada quien puede tener la suya propia. Escribimos para organizar nuestras ideas, para generar nuevas visiones de nosotros mismos, para profundizar en nuestras motivaciones, pero sobre todo escribimos porque nos nace hacerlo, porque hemos palpado la belleza en las palabras, en las imágenes, en las historias. Escribimos porque la escritura nos parece más permanente que la oralidad y porque nos hace más conscientes del valor de la lectura. Con estas convicciones, este verano decidí ofrecer un breve taller aquí en la Sala de lectura Taza de soles. Hoy es el cierre de cinco sesiones de hora y media cada una y estoy evaluando la experiencia. Tuve seis asistentes, de entre dieciséis y diez años. Realmente pocos, pero me alegra haber atraído a dos niñas que pagaron una mínima cuota de recuperación por el curso y a cuatro de mis nietos. La metodología estuvo inspirada en las pautas de un curso que acababa de tomar con Karen Villeda, joven escritora mexicana. La idea es escribir un texto híbrido, formado por escritos pertenecientes a tres géneros literarios: narración, poesía y ensayo, me pareció muy atractiva. Las pautas fueron las siguientes: la narración giraría en torno a su animal favorito, que tomaría el rol de personaje protagónico, el poema estaría centrado en el color preferido de cada uno y el ensayo tendría que ver con el objeto de la predilección de cada quien. En el transcurso de las sesiones leímos ejemplos de los tres géneros. En poesía, el modelo fue “Romance sonámbulo” de Federico García Lorca, por su repetición del color verde y porque es un poema donde se cuenta una historia y en cuanto al ensayo, el prototipo tomado del libro “Las pequeñas virtudes” de Natalia Ginzburg, nos aclaró la diferencia entre un ensayo y una narración. El carácter analítico del primero nos da la capacidad de responder algunas preguntas que la narración hubiera planteado implícitamente. Y bueno, pues ¡manos a la obra! Con estas pautas, los niños y jóvenes empezaron a transitar por sus emociones y recuerdos. Eligieron entre sus personajes preferidos generalmente a perros o gatos, aunque también alguna niña eligió una mariposa y una joven escogió a una familia de golondrinas. Pero a todos se les hizo más fácil hablar de sí mismos y de su mundo interior trasladado a esos seres del reino animal. Y luego, el poema: es todo un juego de asociaciones lo que se logra cuando se les pide que anoten una lista de palabras que les sugiera su color preferido. Una lluvia de ideas. No solo palabras, sino ideas completas pueden asociarse a los colores.“Corazón rubí, /corazón de cerezo. /corazón de fresa, el que te doy a ti”. Daniela Marmolejo, 10 años. Por último, el ensayo: El trabajo de relacionar narración, poema y ensayo es arduo, pero fructífero. Paula, que eligió la mariposa como personaje, lo combinó con la bicicleta como objeto preferido y pudo encontrar que ahorita su tema subyacente es el viaje entre la niñez y la adolescencia y Valentina, cuyos personajes fueron una familia de golondrinas, al elegir la luna como su objeto preferido, se pudo cuestionar la idea romántica de la pareja perfecta y la luna de miel. Desde ayer estoy recibiendo sus trabajos. Los reviso en cuestión ortográfica, les sugiero el mejor tipo de letra y el interlineado más adecuados. Lo mejor es que mis jóvenes talleristas están entusiasmados, que me leen sus avances, que me comentan sus dudas, que expresan su interés por seguir aprendiendo. Les prometo que para otras vacaciones prepararé otro curso, ya sea de cómo hacer poemas o cómo redactar otro tipo de narraciones. Prometo sin mucha dificultad, porque yo también estoy entusiasmada.

Apoyar la creación de otros me reanima. En mi vida académica he cometido muchos errores. En mi vida como escritora también he pasado por varias vicisitudes. En ocasiones la tarea de escribir me ha parecido dificultosa, desanimante, algo que sólo pueden realizar los que han nacido con talentos innatos para ello. Pero ahora, después de tantos años, la puedo ver como un oficio, con una serie de pasos y estrategias que es posible aprender. Karen Villeda nos muestra lo que antes se veía como un desacato. Un texto híbrido no solo es posible sino que éste puede dar pie a más posibilidades expresivas. Mi nieta, a quien he leído este artículo, me sugiere que agregue que el curso nos ha permitido descubrir talentos. Seguramente se refiere también a ella misma.

“Escribir es en sí una forma de reflexión. Sirve para digerir ciertos hechos. Dialogar con nosotros y al mismo tiempo con el mundo. Ayuda a desenfocar la realidad y, de esta manera, encontrarle aquellos otros significados que solamente, en ocasiones, se guardan en el subconsciente”. Me gusta esta definición, pero cada quien puede tener la suya propia. Escribimos para organizar nuestras ideas, para generar nuevas visiones de nosotros mismos, para profundizar en nuestras motivaciones, pero sobre todo escribimos porque nos nace hacerlo, porque hemos palpado la belleza en las palabras, en las imágenes, en las historias. Escribimos porque la escritura nos parece más permanente que la oralidad y porque nos hace más conscientes del valor de la lectura. Con estas convicciones, este verano decidí ofrecer un breve taller aquí en la Sala de lectura Taza de soles. Hoy es el cierre de cinco sesiones de hora y media cada una y estoy evaluando la experiencia. Tuve seis asistentes, de entre dieciséis y diez años. Realmente pocos, pero me alegra haber atraído a dos niñas que pagaron una mínima cuota de recuperación por el curso y a cuatro de mis nietos. La metodología estuvo inspirada en las pautas de un curso que acababa de tomar con Karen Villeda, joven escritora mexicana. La idea es escribir un texto híbrido, formado por escritos pertenecientes a tres géneros literarios: narración, poesía y ensayo, me pareció muy atractiva. Las pautas fueron las siguientes: la narración giraría en torno a su animal favorito, que tomaría el rol de personaje protagónico, el poema estaría centrado en el color preferido de cada uno y el ensayo tendría que ver con el objeto de la predilección de cada quien. En el transcurso de las sesiones leímos ejemplos de los tres géneros. En poesía, el modelo fue “Romance sonámbulo” de Federico García Lorca, por su repetición del color verde y porque es un poema donde se cuenta una historia y en cuanto al ensayo, el prototipo tomado del libro “Las pequeñas virtudes” de Natalia Ginzburg, nos aclaró la diferencia entre un ensayo y una narración. El carácter analítico del primero nos da la capacidad de responder algunas preguntas que la narración hubiera planteado implícitamente. Y bueno, pues ¡manos a la obra! Con estas pautas, los niños y jóvenes empezaron a transitar por sus emociones y recuerdos. Eligieron entre sus personajes preferidos generalmente a perros o gatos, aunque también alguna niña eligió una mariposa y una joven escogió a una familia de golondrinas. Pero a todos se les hizo más fácil hablar de sí mismos y de su mundo interior trasladado a esos seres del reino animal. Y luego, el poema: es todo un juego de asociaciones lo que se logra cuando se les pide que anoten una lista de palabras que les sugiera su color preferido. Una lluvia de ideas. No solo palabras, sino ideas completas pueden asociarse a los colores.“Corazón rubí, /corazón de cerezo. /corazón de fresa, el que te doy a ti”. Daniela Marmolejo, 10 años. Por último, el ensayo: El trabajo de relacionar narración, poema y ensayo es arduo, pero fructífero. Paula, que eligió la mariposa como personaje, lo combinó con la bicicleta como objeto preferido y pudo encontrar que ahorita su tema subyacente es el viaje entre la niñez y la adolescencia y Valentina, cuyos personajes fueron una familia de golondrinas, al elegir la luna como su objeto preferido, se pudo cuestionar la idea romántica de la pareja perfecta y la luna de miel. Desde ayer estoy recibiendo sus trabajos. Los reviso en cuestión ortográfica, les sugiero el mejor tipo de letra y el interlineado más adecuados. Lo mejor es que mis jóvenes talleristas están entusiasmados, que me leen sus avances, que me comentan sus dudas, que expresan su interés por seguir aprendiendo. Les prometo que para otras vacaciones prepararé otro curso, ya sea de cómo hacer poemas o cómo redactar otro tipo de narraciones. Prometo sin mucha dificultad, porque yo también estoy entusiasmada.

Apoyar la creación de otros me reanima. En mi vida académica he cometido muchos errores. En mi vida como escritora también he pasado por varias vicisitudes. En ocasiones la tarea de escribir me ha parecido dificultosa, desanimante, algo que sólo pueden realizar los que han nacido con talentos innatos para ello. Pero ahora, después de tantos años, la puedo ver como un oficio, con una serie de pasos y estrategias que es posible aprender. Karen Villeda nos muestra lo que antes se veía como un desacato. Un texto híbrido no solo es posible sino que éste puede dar pie a más posibilidades expresivas. Mi nieta, a quien he leído este artículo, me sugiere que agregue que el curso nos ha permitido descubrir talentos. Seguramente se refiere también a ella misma.