/ viernes 1 de marzo de 2024

Nuestra vida cobra existencia porque puede ser narrada

En esta semana que está por concluir asistí a dos presentaciones de libros. En la primera participé como prologuista, en la segunda, lo hice como compiladora. Los dos libros presentan algunos puntos en común, primero coinciden en el género: novela corta o cuento largo es lo que escribió Quetzalli Aquino; cuentos breves los que redactaron unos niños y jóvenes que se dicen mis nietos. Segundo: las dos son, de algún modo, empresas familiares y por último, ambos libros están dirigidos de manera primordial a un publico juvenil. Tres aspectos sobre los que me ocuparé en este artículo.

Cuando Quetzalli Aquino me solicitó que redactara un Prólogo para Juan Muerto, me quedé tan sorprendida por la fluidez de su ritmo narrativo, por su capacidad para dar vida a sus personajes y por la maestría con la que maneja sus estrategias para imprimir suspenso y continuidad a los capítulos que forman el entramado de su texto, que quise entrevistarla. Fue una decisión adecuada.

Lo mismo hizo Dalhia de la Cerda, en la presentación de su libro. ¿ A quiénes lees? ¿En quiénes te inspiras? ¿Por qué y cómo elegiste la leyenda del Cerro del Muerto para ambientar tu relato? ¿Cómo es tu proceso creativo? Las respuestas de Quetzalli, pero sobre todo la frescura con la que admite su vocación y el camino que ha seguido para editar su primera novela y promoverla, nos habla de una nueva mentalidad. Está surgiendo en el campo literario de Aguascalientes, con Quetzalli y antecesoras, la figura del escritor o escritora emprendedora, que confía en lo que escribe, que piensa que los públicos hay que irlos formando y que se aventura al éxito o al fracaso.

Yo pertenezco a otra generación. Como persona de la tercera edad, mis estrategias de edición están más cercanas a solicitar los apoyos institucionales. Pero igualmente me sustento en algunos principios básicos. Para atreverme a la aventura de acompañar a mis nietos y a otros casi nietos en el trabajo de redactar sus relatos es porque creo firmemente en lo que dijera el escritor mexicano Ignacio Padilla “ la vida sólo cobra existencia porque es susceptible de ser narrada”. En seguida, declaro que confío en la capacidad de narrar que tenemos todos los seres humanos y tercero; pienso en el texto como en un puente que nos une. Y aquí, en los Cuentos que todos contamos, lo vamos haciendo palpable.

La escritura me ha unido más con mis nietos, con mi sobrina, con Lucio y con Elvia, que son los narradores, pero también con Pilar Palacio, la inteligente y perspicaz ilustradora, quien ha dicho que resolver el reto de ilustrar relatos tan variados ha sido un hito en su carrera como artista gráfica. Los cuentos, las presentaciones, nos han permitido crear o afianzar vínculos y establecer corrientes de empatía con lo que cuentan los niños y los jóvenes. Para todos los implicados y los receptores ha sido una puerta que se abre, como nos dijo Cecilia Cuéllar, maestra en Psicología, quien nos anima a seguir realizando talleres, donde jóvenes y viejos intercambiemos nuestras historias.

Por lo pronto, les transcribo la cédula de la Exposición que preside las catorce ilustraciones con las que Pilar Palacio acompaña los textos:

Los cuentos que todos contamos es el resultado de muchas voluntades. La inquietud de una abuela por alzar las voces de las generaciones más jóvenes en tiempos de confinamiento, la condujo a pensar en un proyecto intergeneracional, en el que los niños y jóvenes pudieran contar libremente algún relato, experiencia, sueño, pensamiento. Entre todos emprendieron la aventura. Lo hicieron en la pandemia y a través de ella. Una tarea de catarsis y de ejercicio imaginativo. Descubrieron que el texto es un puente.

Los cuentos, los poemas, las cartas van de corazón a corazón, creando un vínculo de emoción compartida. Luego, las ilustraciones revelan lo que está entre líneas y no sólo enriquecen los textos: los iluminan. Éstas cuentan las historias de sus autores y, a su vez, están sujetas a la libre interpretación del espectador, quien puede transformar el significado y ampliarlo, creando una narrativa distinta a la de la imagen, a la de los textos. Entonces, el Programa de Apoyos a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC) hizo posible que el proyecto trascendiera al esfuerzo familiar y cobrara dimensión social.

Los cuentos que todos contamos pone al descubierto la manera en que los más pequeños relatan su mundo interno, las inquietudes y temores adolescentes, la preocupación ante un virus que transformó nuestra cotidianidad, la respuesta inocente y humorística ante la crisis. Lo anterior nos deja ver que sí, que todos podemos contar.

Les invito a acercarse a estas manifestaciones. La Exposición estará por algún tiempo en el CIELA. Juan Muerto seguirá muy vivo en las presentaciones venideras.

En esta semana que está por concluir asistí a dos presentaciones de libros. En la primera participé como prologuista, en la segunda, lo hice como compiladora. Los dos libros presentan algunos puntos en común, primero coinciden en el género: novela corta o cuento largo es lo que escribió Quetzalli Aquino; cuentos breves los que redactaron unos niños y jóvenes que se dicen mis nietos. Segundo: las dos son, de algún modo, empresas familiares y por último, ambos libros están dirigidos de manera primordial a un publico juvenil. Tres aspectos sobre los que me ocuparé en este artículo.

Cuando Quetzalli Aquino me solicitó que redactara un Prólogo para Juan Muerto, me quedé tan sorprendida por la fluidez de su ritmo narrativo, por su capacidad para dar vida a sus personajes y por la maestría con la que maneja sus estrategias para imprimir suspenso y continuidad a los capítulos que forman el entramado de su texto, que quise entrevistarla. Fue una decisión adecuada.

Lo mismo hizo Dalhia de la Cerda, en la presentación de su libro. ¿ A quiénes lees? ¿En quiénes te inspiras? ¿Por qué y cómo elegiste la leyenda del Cerro del Muerto para ambientar tu relato? ¿Cómo es tu proceso creativo? Las respuestas de Quetzalli, pero sobre todo la frescura con la que admite su vocación y el camino que ha seguido para editar su primera novela y promoverla, nos habla de una nueva mentalidad. Está surgiendo en el campo literario de Aguascalientes, con Quetzalli y antecesoras, la figura del escritor o escritora emprendedora, que confía en lo que escribe, que piensa que los públicos hay que irlos formando y que se aventura al éxito o al fracaso.

Yo pertenezco a otra generación. Como persona de la tercera edad, mis estrategias de edición están más cercanas a solicitar los apoyos institucionales. Pero igualmente me sustento en algunos principios básicos. Para atreverme a la aventura de acompañar a mis nietos y a otros casi nietos en el trabajo de redactar sus relatos es porque creo firmemente en lo que dijera el escritor mexicano Ignacio Padilla “ la vida sólo cobra existencia porque es susceptible de ser narrada”. En seguida, declaro que confío en la capacidad de narrar que tenemos todos los seres humanos y tercero; pienso en el texto como en un puente que nos une. Y aquí, en los Cuentos que todos contamos, lo vamos haciendo palpable.

La escritura me ha unido más con mis nietos, con mi sobrina, con Lucio y con Elvia, que son los narradores, pero también con Pilar Palacio, la inteligente y perspicaz ilustradora, quien ha dicho que resolver el reto de ilustrar relatos tan variados ha sido un hito en su carrera como artista gráfica. Los cuentos, las presentaciones, nos han permitido crear o afianzar vínculos y establecer corrientes de empatía con lo que cuentan los niños y los jóvenes. Para todos los implicados y los receptores ha sido una puerta que se abre, como nos dijo Cecilia Cuéllar, maestra en Psicología, quien nos anima a seguir realizando talleres, donde jóvenes y viejos intercambiemos nuestras historias.

Por lo pronto, les transcribo la cédula de la Exposición que preside las catorce ilustraciones con las que Pilar Palacio acompaña los textos:

Los cuentos que todos contamos es el resultado de muchas voluntades. La inquietud de una abuela por alzar las voces de las generaciones más jóvenes en tiempos de confinamiento, la condujo a pensar en un proyecto intergeneracional, en el que los niños y jóvenes pudieran contar libremente algún relato, experiencia, sueño, pensamiento. Entre todos emprendieron la aventura. Lo hicieron en la pandemia y a través de ella. Una tarea de catarsis y de ejercicio imaginativo. Descubrieron que el texto es un puente.

Los cuentos, los poemas, las cartas van de corazón a corazón, creando un vínculo de emoción compartida. Luego, las ilustraciones revelan lo que está entre líneas y no sólo enriquecen los textos: los iluminan. Éstas cuentan las historias de sus autores y, a su vez, están sujetas a la libre interpretación del espectador, quien puede transformar el significado y ampliarlo, creando una narrativa distinta a la de la imagen, a la de los textos. Entonces, el Programa de Apoyos a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC) hizo posible que el proyecto trascendiera al esfuerzo familiar y cobrara dimensión social.

Los cuentos que todos contamos pone al descubierto la manera en que los más pequeños relatan su mundo interno, las inquietudes y temores adolescentes, la preocupación ante un virus que transformó nuestra cotidianidad, la respuesta inocente y humorística ante la crisis. Lo anterior nos deja ver que sí, que todos podemos contar.

Les invito a acercarse a estas manifestaciones. La Exposición estará por algún tiempo en el CIELA. Juan Muerto seguirá muy vivo en las presentaciones venideras.