/ viernes 8 de marzo de 2024

Calvillo, entre deshilados e historias de cristeros

Llegamos a Calvillo a las doce del día, veníamos de Tapias Viejas donde habíamos pasado un día antes, una tarde agradable, comiendo carne asada, chiles capones y chistorra, en unos ricos tacos. Luego, tomamos café de olla, para acompañar unos trozos de pastel en honor al cumpleañero, y culminamos nuestra velada alrededor de una fogata, que nos inspiró a contar historias y declamar algunos poemas. Ricardo, mi esposo, recordó sus primeros años como maestro rural, cuando las interminables noches en soledad le motivaron a aprenderse de memoria unos poemas.” Nos declamó “Post umbra” de Juan de Dios Peza. La noche y el fuego nos llevaron a recordar “Gratia plena” y “En paz” de Amado Nervo y cerramos con “El sapo”, poema de autor anónimo, pero de gran arraigo en nuestra familia.

Llegamos a Calvillo muy a tiempo para asistir a la misa del mediodía y de paso, conocer el interior del templo dedicado a “Nuestro Señor del Salitre”. Una grata sorpresa. La fachada austera, con una sola y pequeña torre, no sugiere la riqueza arquitectónica de su interior. Según la información encontrada en la web, la parroquia que fue “inaugurada en el siglo XIX, tiene tres naves y una enorme cúpula, es considerada una de las más bellas de América Latina y está decorada con frescos que retratan la vida de San José”. En efecto, es una grandiosa cúpula octogonal, cuya gran belleza y sugerente armonía me hicieron evocar algunas de las bellas iglesias de Italia.

Cuando salimos del templo y bajamos las escaleras hacia la plaza, arbolada con frondosos laureles de la India, decidimos sentarnos en una de las bancas dispuestas alrededor, para saborear un vaso de tejuino. La bebida, hecha de maíz fermentado, a la que se le agrega piloncillo, hielo y limón, nos refrescó y asentó el estómago. Largo rato estuvimos paladeando nuestras bebidas, mientras nos percatábamos que las dos vendedoras, mujeres jóvenes, no cesaban de atender a la larga fila de clientes formados para recibir su tejuino, nombre que viene del náhuatl tecuil o “latir del corazón”. Ya reforzado el órgano de los latidos, fuimos a dar la vuelta alrededor de la placita y a visitar sus estands donde se exhibían productos artesanales: dulces, joyería, panes y sobre todo, de interés para nosotras: ropa adornada con preciosos trabajos de deshilado y bordado hechos a mano. Rebozos, blusas, vestidos. Prendas en las que predomina el color blanco, pero también vimos blusas y vestidos en colores naranja, café, guinda, azul, rosa y amarillo. Una de mis hijas se compró una blusa y mandó confeccionar otra a su gusto, con el beneplácito de la fabricante, señora muy amable, como suele ser la gente por estos lares.

Luego, junto con algunos de los nietos, pasamos junto a la "Cruz de los Cristeros” monumento que, según la placa informativa, fue elaborado para recordar la época de los cristeros. La escultura, hecha de madera y forja, mide aproximadamente tres metros y medio por uno setenta. Tiene un gran valor simbólico. Desde cierta perspectiva, en la escultura se puede distinguir la silueta de un sacerdote con sus ornamentos y sus brazos extendidos. A la pregunta de los nietos respecto a quiénes fueron los cristeros, les respondimos que Calvillo tuvo una notable participación en la guerra Cristera, ocurrida en México, en la tercera y cuarta décadas del siglo XX. Que su caudillo más destacado en el Valle del Huejúcar fue José Velasco, quien reclutó las primeras guerrillas al grito de ¡Viva Cristo Rey! Y ¡Viva Santa María de Guadalupe! En 1935, “José Velasco junto con otros de sus más cercanos seguidores fueron asesinados en pleno centro de la ciudad de Aguascalientes y posteriormente exhibidos en el atrio de la parroquia del Señor del Salitre, como un mensaje de la victoria del ejercito sobre los Cristeros”. Todo esto forma parte de la historia regional y local y también de la literatura. Aún falta que este pueblo mágico otorgue los créditos correspondientes a los literatos que se han ocupado del tema, pues no se ha destacado la presencia de uno de los mejores narradores que ha dado el Estado. Me refiero a Alfredo de Lara Isaccs quien nació en Calvillo en 1919 y murió en Jalapa, Ver., en 1972, perteneció a la Asociación cultural aguascalentense (ACA) y dio a conocer su libro de relatos: “Cuentos de los hombres y de la tierra” en 1954. Su segundo libro, inédito hasta la fecha, lleva por título: “Caminos tiene la tierra”. En el primero, destacan algunos cuentos cuyo tema es el de los Cristeros. Otros cuentos, como “El brujo”, fueron premiados a nivel nacional, Tanto unos como otros fueron recogidos en la magnífica tesis en literatura mexicana de la Maestra Yolanda Ramírez Carballo. Sería excelente recuperar y editar la producción literaria de este ilustre calvillense.

Llegamos a Calvillo a las doce del día, veníamos de Tapias Viejas donde habíamos pasado un día antes, una tarde agradable, comiendo carne asada, chiles capones y chistorra, en unos ricos tacos. Luego, tomamos café de olla, para acompañar unos trozos de pastel en honor al cumpleañero, y culminamos nuestra velada alrededor de una fogata, que nos inspiró a contar historias y declamar algunos poemas. Ricardo, mi esposo, recordó sus primeros años como maestro rural, cuando las interminables noches en soledad le motivaron a aprenderse de memoria unos poemas.” Nos declamó “Post umbra” de Juan de Dios Peza. La noche y el fuego nos llevaron a recordar “Gratia plena” y “En paz” de Amado Nervo y cerramos con “El sapo”, poema de autor anónimo, pero de gran arraigo en nuestra familia.

Llegamos a Calvillo muy a tiempo para asistir a la misa del mediodía y de paso, conocer el interior del templo dedicado a “Nuestro Señor del Salitre”. Una grata sorpresa. La fachada austera, con una sola y pequeña torre, no sugiere la riqueza arquitectónica de su interior. Según la información encontrada en la web, la parroquia que fue “inaugurada en el siglo XIX, tiene tres naves y una enorme cúpula, es considerada una de las más bellas de América Latina y está decorada con frescos que retratan la vida de San José”. En efecto, es una grandiosa cúpula octogonal, cuya gran belleza y sugerente armonía me hicieron evocar algunas de las bellas iglesias de Italia.

Cuando salimos del templo y bajamos las escaleras hacia la plaza, arbolada con frondosos laureles de la India, decidimos sentarnos en una de las bancas dispuestas alrededor, para saborear un vaso de tejuino. La bebida, hecha de maíz fermentado, a la que se le agrega piloncillo, hielo y limón, nos refrescó y asentó el estómago. Largo rato estuvimos paladeando nuestras bebidas, mientras nos percatábamos que las dos vendedoras, mujeres jóvenes, no cesaban de atender a la larga fila de clientes formados para recibir su tejuino, nombre que viene del náhuatl tecuil o “latir del corazón”. Ya reforzado el órgano de los latidos, fuimos a dar la vuelta alrededor de la placita y a visitar sus estands donde se exhibían productos artesanales: dulces, joyería, panes y sobre todo, de interés para nosotras: ropa adornada con preciosos trabajos de deshilado y bordado hechos a mano. Rebozos, blusas, vestidos. Prendas en las que predomina el color blanco, pero también vimos blusas y vestidos en colores naranja, café, guinda, azul, rosa y amarillo. Una de mis hijas se compró una blusa y mandó confeccionar otra a su gusto, con el beneplácito de la fabricante, señora muy amable, como suele ser la gente por estos lares.

Luego, junto con algunos de los nietos, pasamos junto a la "Cruz de los Cristeros” monumento que, según la placa informativa, fue elaborado para recordar la época de los cristeros. La escultura, hecha de madera y forja, mide aproximadamente tres metros y medio por uno setenta. Tiene un gran valor simbólico. Desde cierta perspectiva, en la escultura se puede distinguir la silueta de un sacerdote con sus ornamentos y sus brazos extendidos. A la pregunta de los nietos respecto a quiénes fueron los cristeros, les respondimos que Calvillo tuvo una notable participación en la guerra Cristera, ocurrida en México, en la tercera y cuarta décadas del siglo XX. Que su caudillo más destacado en el Valle del Huejúcar fue José Velasco, quien reclutó las primeras guerrillas al grito de ¡Viva Cristo Rey! Y ¡Viva Santa María de Guadalupe! En 1935, “José Velasco junto con otros de sus más cercanos seguidores fueron asesinados en pleno centro de la ciudad de Aguascalientes y posteriormente exhibidos en el atrio de la parroquia del Señor del Salitre, como un mensaje de la victoria del ejercito sobre los Cristeros”. Todo esto forma parte de la historia regional y local y también de la literatura. Aún falta que este pueblo mágico otorgue los créditos correspondientes a los literatos que se han ocupado del tema, pues no se ha destacado la presencia de uno de los mejores narradores que ha dado el Estado. Me refiero a Alfredo de Lara Isaccs quien nació en Calvillo en 1919 y murió en Jalapa, Ver., en 1972, perteneció a la Asociación cultural aguascalentense (ACA) y dio a conocer su libro de relatos: “Cuentos de los hombres y de la tierra” en 1954. Su segundo libro, inédito hasta la fecha, lleva por título: “Caminos tiene la tierra”. En el primero, destacan algunos cuentos cuyo tema es el de los Cristeros. Otros cuentos, como “El brujo”, fueron premiados a nivel nacional, Tanto unos como otros fueron recogidos en la magnífica tesis en literatura mexicana de la Maestra Yolanda Ramírez Carballo. Sería excelente recuperar y editar la producción literaria de este ilustre calvillense.