/ viernes 16 de febrero de 2024

Taza de soles / La amistad, “amor constante más allá de la muerte”  

Más allá del impacto comercial que puedan tener algunas fechas, la necesidad de celebrar algunos valores humanos se impone con cierta contundencia. El día del amor o la amistad es un buen ejemplo. El miércoles de esta semana, en coincidencia con un momento clave para el mundo cristiano, las redes sociales se volcaron en mensajes celebratorios, amistosos y poéticos. Destaco algunos de los que tuvieron más resonancia en mi entorno. Irene Vallejo, la celebrada escritora de El infinito en un junco tuvo el acierto de recordar uno de los más conmovedores poemas de la escritora uruguaya Juana de Ibarbourou: aquellos versos que dedica a la higuera y en esta metáfora nos incluye a todos, porque quien más, quien menos, todos hemos agradecido un elogio a nuestra humanidad, aunque sea inmerecido: “Porque es áspera y fea,/porque todas sus ramas son grises,/yo le tengo piedad a la higuera .En mi quinta hay cien árboles bellos,/ciruelos redondos,/limoneros rectos/y naranjos de brotes lustrosos.//En las primaveras,/todos ellos se cubren de flores/en torno a la higuera.//Y la pobre parece tan triste//con sus gajos torcidos que nunca/de apretados capullos se viste…//Por eso, cada vez que yo paso a su lado,//digo, procurando/hacer dulce y alegre mi acento://”Es la higuera el más bello/de los árboles todos del huerto”//Si ella escucha,/si comprende el idioma en que hablo,/¡qué dulzura tan honda hará nido/en su alma sensible de árbol!/ Y tal vez, a la noche,/cuando el viento abanique su copa,/embriagada de gozo le cuente:/¡Hoy a mí me dijeron hermosa!

Josefina Jiménez, por su parte, compartió un poema de uno de los más grandes poetas místicos de la lengua española: San Juan de la Cruz: “Es amor un no sé qué /que viene no sé de dónde /y se entra no sé por dónde /y mata no sé con qué. //Es un toque delicado, /que toca sin hacer ruido, /y a veces quita el sentido/sin sentir cómo ha tocado; //y sin saber cómo fue, /se mueve no sé por dónde/y mata no sé con qué. //Estáse siempre de asiento, /y al punto que quiere luego/se mueve ansí como fuego desde el hondo firmamento; /mas aunque de asiento esté /entonces no sé de dónde/se mueve no sé por dónde/y mata no sé con qué.//Hace una divina herida /que causa gloriosa muerte, /esto no sé de qué suerte /que muere y queda con vida. Vése Dios y no se ve, /que no sé cómo esconde, /y se entra no sé por dónde/y mata no sé con qué”.

Esta pasión, o anhelo de unidad ha sido motivo de atención desde la más remota antigüedad: en el diálogo de Platón denominado “El banquete” hay una disertación acerca del amor. Al final termina con la definición de que la amistad es el amor que está por encima del sexo y que es el más sublime amor. En griego usaban otras palabras como PHILIA: que es cariño y aprecio entre amigos. EROS: amor basado en el deseo apasionado e intenso. AGAPE: amor a la humanidad. PHILAUTIA: amor propio y PRAGMA: amor realista y racional. Tantas palabras para distinguir a los distintos tipos de amor solo pueden significar la destacada importancia que este sentimiento puede tener en una civilización humana.

En un terreno más familiar, ayer asistimos a un día frío, lluvioso y deploramos que los floristas -con sus puestos de flores a la intemperie- estuvieran desolados, pero celebremos que, a pesar del clima, los niños asistieron entusiasmados a sus escuelas, con la cartita recién escrita al amigo secreto, con el regalito a la maestra, con la ilusión de las primeras amistades. Y nosotros, en la tercera edad de nuestras vidas, seguimos recibiendo mensajes alentadores, de viejas y nuevas amistades. Queremos ser leales a la amistad. La buscamos aún en medio de la ingratitud propia de nuestra condición humana. Reflexionamos sobre ella, con obras tan ácidas como “La langosta”, película de Giorgos Lanthimos, comedia negra, que nos enfrenta a la cosificación humana. Al miedo a vivir en soledad, pero también miedo a las dificultades de vivir en compañía, en una sociedad que cada día cree menos en las auténticas relaciones de amor y amistad. Que la película tenga tantos seguidores revela que sus exageraciones nos permiten ver, en el espejo amplificado y deformado del arte, una verdad que late en el fondo de nuestra realidad.

En una coincidencia, ayer además, fue miércoles de ceniza. Asistí con mi esposo y uno de mis nietos al templo, para el ritual de imposición de la ceniza, al inicio de la cuaresma. ¿Qué es la cuaresma?, preguntó el chiquillo? Son cuarenta días para prepararnos a la resurrección de Jesús, respondí, consciente de que el niño no entendería cabalmente lo que digo. Quizá tampoco nosotros. Tal vez deba decir: prepararnos para resucitar el amor.

Más allá del impacto comercial que puedan tener algunas fechas, la necesidad de celebrar algunos valores humanos se impone con cierta contundencia. El día del amor o la amistad es un buen ejemplo. El miércoles de esta semana, en coincidencia con un momento clave para el mundo cristiano, las redes sociales se volcaron en mensajes celebratorios, amistosos y poéticos. Destaco algunos de los que tuvieron más resonancia en mi entorno. Irene Vallejo, la celebrada escritora de El infinito en un junco tuvo el acierto de recordar uno de los más conmovedores poemas de la escritora uruguaya Juana de Ibarbourou: aquellos versos que dedica a la higuera y en esta metáfora nos incluye a todos, porque quien más, quien menos, todos hemos agradecido un elogio a nuestra humanidad, aunque sea inmerecido: “Porque es áspera y fea,/porque todas sus ramas son grises,/yo le tengo piedad a la higuera .En mi quinta hay cien árboles bellos,/ciruelos redondos,/limoneros rectos/y naranjos de brotes lustrosos.//En las primaveras,/todos ellos se cubren de flores/en torno a la higuera.//Y la pobre parece tan triste//con sus gajos torcidos que nunca/de apretados capullos se viste…//Por eso, cada vez que yo paso a su lado,//digo, procurando/hacer dulce y alegre mi acento://”Es la higuera el más bello/de los árboles todos del huerto”//Si ella escucha,/si comprende el idioma en que hablo,/¡qué dulzura tan honda hará nido/en su alma sensible de árbol!/ Y tal vez, a la noche,/cuando el viento abanique su copa,/embriagada de gozo le cuente:/¡Hoy a mí me dijeron hermosa!

Josefina Jiménez, por su parte, compartió un poema de uno de los más grandes poetas místicos de la lengua española: San Juan de la Cruz: “Es amor un no sé qué /que viene no sé de dónde /y se entra no sé por dónde /y mata no sé con qué. //Es un toque delicado, /que toca sin hacer ruido, /y a veces quita el sentido/sin sentir cómo ha tocado; //y sin saber cómo fue, /se mueve no sé por dónde/y mata no sé con qué. //Estáse siempre de asiento, /y al punto que quiere luego/se mueve ansí como fuego desde el hondo firmamento; /mas aunque de asiento esté /entonces no sé de dónde/se mueve no sé por dónde/y mata no sé con qué.//Hace una divina herida /que causa gloriosa muerte, /esto no sé de qué suerte /que muere y queda con vida. Vése Dios y no se ve, /que no sé cómo esconde, /y se entra no sé por dónde/y mata no sé con qué”.

Esta pasión, o anhelo de unidad ha sido motivo de atención desde la más remota antigüedad: en el diálogo de Platón denominado “El banquete” hay una disertación acerca del amor. Al final termina con la definición de que la amistad es el amor que está por encima del sexo y que es el más sublime amor. En griego usaban otras palabras como PHILIA: que es cariño y aprecio entre amigos. EROS: amor basado en el deseo apasionado e intenso. AGAPE: amor a la humanidad. PHILAUTIA: amor propio y PRAGMA: amor realista y racional. Tantas palabras para distinguir a los distintos tipos de amor solo pueden significar la destacada importancia que este sentimiento puede tener en una civilización humana.

En un terreno más familiar, ayer asistimos a un día frío, lluvioso y deploramos que los floristas -con sus puestos de flores a la intemperie- estuvieran desolados, pero celebremos que, a pesar del clima, los niños asistieron entusiasmados a sus escuelas, con la cartita recién escrita al amigo secreto, con el regalito a la maestra, con la ilusión de las primeras amistades. Y nosotros, en la tercera edad de nuestras vidas, seguimos recibiendo mensajes alentadores, de viejas y nuevas amistades. Queremos ser leales a la amistad. La buscamos aún en medio de la ingratitud propia de nuestra condición humana. Reflexionamos sobre ella, con obras tan ácidas como “La langosta”, película de Giorgos Lanthimos, comedia negra, que nos enfrenta a la cosificación humana. Al miedo a vivir en soledad, pero también miedo a las dificultades de vivir en compañía, en una sociedad que cada día cree menos en las auténticas relaciones de amor y amistad. Que la película tenga tantos seguidores revela que sus exageraciones nos permiten ver, en el espejo amplificado y deformado del arte, una verdad que late en el fondo de nuestra realidad.

En una coincidencia, ayer además, fue miércoles de ceniza. Asistí con mi esposo y uno de mis nietos al templo, para el ritual de imposición de la ceniza, al inicio de la cuaresma. ¿Qué es la cuaresma?, preguntó el chiquillo? Son cuarenta días para prepararnos a la resurrección de Jesús, respondí, consciente de que el niño no entendería cabalmente lo que digo. Quizá tampoco nosotros. Tal vez deba decir: prepararnos para resucitar el amor.