/ sábado 5 de mayo de 2018

Raro primero de Mayo


El pasado martes fue primero de mayo, Día Internacional del Trabajo, que para mi gusto, en México no registró ni grandes movilizaciones (más que las oficiales) ni grandes jornadas de lucha reivindicativa. Salvo algunas escaramuzas provocadas por maestros en Guerrero, las notas fueron las normales, las de cajón.

No es para menos, qué podemos esperar de un movimiento obrero postrado y que, como señalábamos hace algunas décadas, ha perdido la conciencia en sí y para sí y con ello, toda la potencialidad transformadora que lo ha caracterizado desde mediados del siglo XIX en el mundo.

Es la consecuencia de que el peñismo y el sistema estén hundiendo al mundo del trabajo y desdibujándolo en su valor histórico, con la patronal contrarreforma laboral, que aún no concluye. De esta manera los efectos en contrapartida no son los esperados por nosotros, pero si para el poder. Es parte de la estrategia gubernamental seguida por años, que ha provocado una tibia respuesta calibrada y medida por el poder.

El punto es que la derecha mexicana se ha encargado durante décadas de ir minando a las organizaciones sindicales en todos los sentidos. Cooptando dirigentes y centrales en lo que hace años constituyó el corporativismo hoy disminuido después de la transformación del sistema político mexicano; acabando con el sindicalismo real a través de los contratos de protección; flexibilizando el trabajo a tal grado que la relación laboral tienden a individualizarla; deshaciéndose así de las organizaciones gremiales; fomentando la tercerización u outsourcing y pervirtiendo el derecho a huelga, solo por señalar algunos elementos que han nulificado las conquistas históricas de los trabajadores.

Aún los intentos habidos en algunas agrupaciones sindicales para redinamizar el movimiento, no se ha podido salir del periodo de reflujo que lo tiene prostrado y sin la respuesta del tamaño que se requiere, para poder contrarrestar las pretensiones de la derecha, que no sobra decirlo, son lesivas para los logros que durante décadas y lucha, habían alcanzado los trabajadores mexicanos.

Un elemento que puede ser acicate para el despertar de los trabajadores y obreros de nuestro país, es el nudo de crisis que priva en el país, que prácticamente abarca todos los órdenes, que ha deteriorado la calidad de vida de la población, que les ha provocado hartazgo e indignación y que se están manifestando a través de preferencias opositoras en el actual proceso electoral.

La preocupante situación nacional ya no pasa desapercibida, aún las campañas gubernamentales que tratan de cambiar la percepción. La realidad flota por sobre todo y el pueblo no aguanta más. En ese escenario es factible que pueda provocarse un despertar del movimiento obrero y de los trabajadores en general, asumiendo que ambos entran al campo de los explotados.

El despertar implica la recuperación de la conciencia de clase de los obreros y trabajadores, de toda su potencialidad transformadora, para que puedan ir acompañando de mejor manera los cambios que puedan ir dándose en nuestro país, que son justos y necesarios. Entonces si podemos regresar a los festejos del primero de mayo combativos.


El pasado martes fue primero de mayo, Día Internacional del Trabajo, que para mi gusto, en México no registró ni grandes movilizaciones (más que las oficiales) ni grandes jornadas de lucha reivindicativa. Salvo algunas escaramuzas provocadas por maestros en Guerrero, las notas fueron las normales, las de cajón.

No es para menos, qué podemos esperar de un movimiento obrero postrado y que, como señalábamos hace algunas décadas, ha perdido la conciencia en sí y para sí y con ello, toda la potencialidad transformadora que lo ha caracterizado desde mediados del siglo XIX en el mundo.

Es la consecuencia de que el peñismo y el sistema estén hundiendo al mundo del trabajo y desdibujándolo en su valor histórico, con la patronal contrarreforma laboral, que aún no concluye. De esta manera los efectos en contrapartida no son los esperados por nosotros, pero si para el poder. Es parte de la estrategia gubernamental seguida por años, que ha provocado una tibia respuesta calibrada y medida por el poder.

El punto es que la derecha mexicana se ha encargado durante décadas de ir minando a las organizaciones sindicales en todos los sentidos. Cooptando dirigentes y centrales en lo que hace años constituyó el corporativismo hoy disminuido después de la transformación del sistema político mexicano; acabando con el sindicalismo real a través de los contratos de protección; flexibilizando el trabajo a tal grado que la relación laboral tienden a individualizarla; deshaciéndose así de las organizaciones gremiales; fomentando la tercerización u outsourcing y pervirtiendo el derecho a huelga, solo por señalar algunos elementos que han nulificado las conquistas históricas de los trabajadores.

Aún los intentos habidos en algunas agrupaciones sindicales para redinamizar el movimiento, no se ha podido salir del periodo de reflujo que lo tiene prostrado y sin la respuesta del tamaño que se requiere, para poder contrarrestar las pretensiones de la derecha, que no sobra decirlo, son lesivas para los logros que durante décadas y lucha, habían alcanzado los trabajadores mexicanos.

Un elemento que puede ser acicate para el despertar de los trabajadores y obreros de nuestro país, es el nudo de crisis que priva en el país, que prácticamente abarca todos los órdenes, que ha deteriorado la calidad de vida de la población, que les ha provocado hartazgo e indignación y que se están manifestando a través de preferencias opositoras en el actual proceso electoral.

La preocupante situación nacional ya no pasa desapercibida, aún las campañas gubernamentales que tratan de cambiar la percepción. La realidad flota por sobre todo y el pueblo no aguanta más. En ese escenario es factible que pueda provocarse un despertar del movimiento obrero y de los trabajadores en general, asumiendo que ambos entran al campo de los explotados.

El despertar implica la recuperación de la conciencia de clase de los obreros y trabajadores, de toda su potencialidad transformadora, para que puedan ir acompañando de mejor manera los cambios que puedan ir dándose en nuestro país, que son justos y necesarios. Entonces si podemos regresar a los festejos del primero de mayo combativos.

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