/ domingo 15 de julio de 2018

Me duele lo que le pasa al PRD


Al igual que la semana pasada, ocupo el espacio para hacer un relato en mucho personal, que toca cuerdas sensibles, que están relacionadas con el Partido de la Revolución Democrática y su hundimiento hasta casi el fondo. Me duele eso, en serio y me da coraje por todo lo que significó ese proyecto y algunos lo llevaron al basurero.

Fui de los seiscientos mexicanos que suscribieron el Llamamiento del 21 de octubre de 1988, al que convocó quien fuera ese año candidato presidencial del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas. Este documento e iniciativa dio pasos meses después a la constitución del Partido de la Revolución Democrática (5-6 de mayo de 1989).

En diciembre de 1988 decidí renunciar a la Dirección en el Distrito Federal del Partido Mexicano Socialista para regresarme a Aguascalientes, integrándome de inmediato a los trabajos de construcción del PRD en la entidad, a la par de laborar como reportero en El Sol del Centro y maestro de asignatura en la UAA.

Desde el principio fui parte de la dirección colegiada integrada por entonces, representante del PRD ante el organismo electoral para las elecciones locales de 1989. En este partido conocí a la madre de mis hijas. Fui el tercer presidente estatal (después de Antonio Ortega y Benjamín Pérez Aragón) en el periodo 93-95, coincidiendo con mi periodo como regidor perredista en el municipio de Aguascalientes, cuando el primer edil fue Fernando Gómez. Fui ocho años consejero nacional del partido y en 95-96 responsable regional de la Secretaría de Organización del CEN del PRD. Esto me permitió atender la construcción del partido y la consolidación de sus órganos dirigentes, desde Durango hasta Hidalgo, además de Zacatecas, San Luis Potosí, Querétaro y Guanajuato. Esto me permitió conocer a muchos convencidos y entregados militantes de estos lugares cuya amistad todavía mantengo.

En agosto de 1996 asume la presidencia nacional del PRD Andrés Manuel López Obrador y la cartera de Formación Política la ocupa Alejandro Encinas Rodríguez, quien me invita a encargarme de la subsecretaría de su área, lo cual me obliga a volver a la ciudad de México, en un trabajo intenso de masificación de la formación política, divorciándolos de la concepción de las viejas escuelas de cuadros. Unimos la formación y capacitación con el análisis, capacitamos a todas las Brigadas del Sol, así viajé por todo el país; impulsamos institutos regionales, el primero montado en el centro del país, con sede precisamente en Aguascalientes, en oficinas que después servirían para montar a la dirección del PRD en el municipio de la capital del Estado.

En 1997 al equipo de Formación Política del CEN del PRD fue comisionado para atender el proceso electoral de ese año en los estados del sureste. A mi me asignaron Quintana Roo. En Cancún me tocó estar el día de las elecciones y enterarme ahí del triunfo del ingeniero Cárdenas, convirtiéndose en el primer jefe de Gobierno del Distrito Federal electo.

No pudimos concluir lo planeado realizar en la Secretaría de Formación Política, pues Alejandro Encinas fue invitado a encargarse de la Secretaría del Medio Ambiente del Gobierno del DF, ocupando en lo personal la Secretaría Particular. Hasta ese momento nunca había estado en un cargo público. Dando ese paso por decisión propia opté por no buscar ser nuevamente consejero nacional del PRD, cuestión que ocurrió en 1998, ello pues consideraba que no podía tener doble responsabilidad cuando había más compañeros que podían asumir uno de ellos. Pero seguí militando activamente, aun cuando ya empezaba a valorar cosas en las cuales no estaba de acuerdo ni compartía.

Me concentré en mi función como funcionario público, una etapa que duraría quince años, pues del periodo descrito seguirían los sexenios de López Obrador-Encinas y el de Marcelo Ebrard, a la par fui dosificando mi actuación en el PRD, políticamente concentrándome en la conformación de un grupo llamado El Colectivo (por la publicación que sacábamos) y después en Dignidad Ciudadana, que actuarían fuera del partido del sol azteca, pero con miembros de esa organización.

Al paso de los años se fue decantando ideológica y políticamente el PRD y yo acrecentando mis diferencias. Impusieron la lógica decisoria de las cúpulas de las tribus, que nada tenían que ver con las corrientes políticas; heredaron con mucha devoción el clientelismo y corporativismo; se alejaron del movimiento social y de masas; no había ninguna concepción clasista. Asimismo, votaron en contra de las leyes de San Andrés y concretaron desde entonces antináturas alianzas con el PAN en Nayarit y Yucatán. El impreciso Programa se fue cargando hacia el centro izquierda, con posturas más identificadas con la social democracia europea, con las cuales yo no estaba de acuerdo.

Aguanté hasta el 2010. Sin presentar renuncia ni hacer aspavientos simplemente me retiré. Me recluí en el proyecto de constitución del Movimiento Comunista Mexicano, iniciativa que impulsé a inicios del 2011 junto con Marcos Leonel Posadas y Juan Pablo Jardón. Vamos creciendo afortunadamente ante la carencia de espacios organizativos de comunistas mexicanos. Incluso hoy, que se publica este artículo estoy en Monterrey constituyendo esta agrupación en Nuevo León.

Ya no me tocó la debacle del PRD en este sexenio que está por concluir. Se entregaron enteramente al sistema y al grupo en el poder; suscribieron el Pacto por México; no hicieron nada para retener a los miles de militantes y dirigentes que día a día abandonaban sus filas; hablaron de reconstruir el estado mexicano, que no tiene nada que ver con una concepción socialista, al contrario y para colmo, apoyan una alianza con el PAN.

El electorado los puso en su lugar el pasado primero de julio. Estuvieron en los linderos de perder el registro legal. Su representación parlamentaria será mínima. Sin duda es una lección para ellos y para todos, pero hasta ahora no veo ninguna valoración autocrítica. El PRD tuvo significado en mi pasado político, por eso me duele.




Al igual que la semana pasada, ocupo el espacio para hacer un relato en mucho personal, que toca cuerdas sensibles, que están relacionadas con el Partido de la Revolución Democrática y su hundimiento hasta casi el fondo. Me duele eso, en serio y me da coraje por todo lo que significó ese proyecto y algunos lo llevaron al basurero.

Fui de los seiscientos mexicanos que suscribieron el Llamamiento del 21 de octubre de 1988, al que convocó quien fuera ese año candidato presidencial del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas. Este documento e iniciativa dio pasos meses después a la constitución del Partido de la Revolución Democrática (5-6 de mayo de 1989).

En diciembre de 1988 decidí renunciar a la Dirección en el Distrito Federal del Partido Mexicano Socialista para regresarme a Aguascalientes, integrándome de inmediato a los trabajos de construcción del PRD en la entidad, a la par de laborar como reportero en El Sol del Centro y maestro de asignatura en la UAA.

Desde el principio fui parte de la dirección colegiada integrada por entonces, representante del PRD ante el organismo electoral para las elecciones locales de 1989. En este partido conocí a la madre de mis hijas. Fui el tercer presidente estatal (después de Antonio Ortega y Benjamín Pérez Aragón) en el periodo 93-95, coincidiendo con mi periodo como regidor perredista en el municipio de Aguascalientes, cuando el primer edil fue Fernando Gómez. Fui ocho años consejero nacional del partido y en 95-96 responsable regional de la Secretaría de Organización del CEN del PRD. Esto me permitió atender la construcción del partido y la consolidación de sus órganos dirigentes, desde Durango hasta Hidalgo, además de Zacatecas, San Luis Potosí, Querétaro y Guanajuato. Esto me permitió conocer a muchos convencidos y entregados militantes de estos lugares cuya amistad todavía mantengo.

En agosto de 1996 asume la presidencia nacional del PRD Andrés Manuel López Obrador y la cartera de Formación Política la ocupa Alejandro Encinas Rodríguez, quien me invita a encargarme de la subsecretaría de su área, lo cual me obliga a volver a la ciudad de México, en un trabajo intenso de masificación de la formación política, divorciándolos de la concepción de las viejas escuelas de cuadros. Unimos la formación y capacitación con el análisis, capacitamos a todas las Brigadas del Sol, así viajé por todo el país; impulsamos institutos regionales, el primero montado en el centro del país, con sede precisamente en Aguascalientes, en oficinas que después servirían para montar a la dirección del PRD en el municipio de la capital del Estado.

En 1997 al equipo de Formación Política del CEN del PRD fue comisionado para atender el proceso electoral de ese año en los estados del sureste. A mi me asignaron Quintana Roo. En Cancún me tocó estar el día de las elecciones y enterarme ahí del triunfo del ingeniero Cárdenas, convirtiéndose en el primer jefe de Gobierno del Distrito Federal electo.

No pudimos concluir lo planeado realizar en la Secretaría de Formación Política, pues Alejandro Encinas fue invitado a encargarse de la Secretaría del Medio Ambiente del Gobierno del DF, ocupando en lo personal la Secretaría Particular. Hasta ese momento nunca había estado en un cargo público. Dando ese paso por decisión propia opté por no buscar ser nuevamente consejero nacional del PRD, cuestión que ocurrió en 1998, ello pues consideraba que no podía tener doble responsabilidad cuando había más compañeros que podían asumir uno de ellos. Pero seguí militando activamente, aun cuando ya empezaba a valorar cosas en las cuales no estaba de acuerdo ni compartía.

Me concentré en mi función como funcionario público, una etapa que duraría quince años, pues del periodo descrito seguirían los sexenios de López Obrador-Encinas y el de Marcelo Ebrard, a la par fui dosificando mi actuación en el PRD, políticamente concentrándome en la conformación de un grupo llamado El Colectivo (por la publicación que sacábamos) y después en Dignidad Ciudadana, que actuarían fuera del partido del sol azteca, pero con miembros de esa organización.

Al paso de los años se fue decantando ideológica y políticamente el PRD y yo acrecentando mis diferencias. Impusieron la lógica decisoria de las cúpulas de las tribus, que nada tenían que ver con las corrientes políticas; heredaron con mucha devoción el clientelismo y corporativismo; se alejaron del movimiento social y de masas; no había ninguna concepción clasista. Asimismo, votaron en contra de las leyes de San Andrés y concretaron desde entonces antináturas alianzas con el PAN en Nayarit y Yucatán. El impreciso Programa se fue cargando hacia el centro izquierda, con posturas más identificadas con la social democracia europea, con las cuales yo no estaba de acuerdo.

Aguanté hasta el 2010. Sin presentar renuncia ni hacer aspavientos simplemente me retiré. Me recluí en el proyecto de constitución del Movimiento Comunista Mexicano, iniciativa que impulsé a inicios del 2011 junto con Marcos Leonel Posadas y Juan Pablo Jardón. Vamos creciendo afortunadamente ante la carencia de espacios organizativos de comunistas mexicanos. Incluso hoy, que se publica este artículo estoy en Monterrey constituyendo esta agrupación en Nuevo León.

Ya no me tocó la debacle del PRD en este sexenio que está por concluir. Se entregaron enteramente al sistema y al grupo en el poder; suscribieron el Pacto por México; no hicieron nada para retener a los miles de militantes y dirigentes que día a día abandonaban sus filas; hablaron de reconstruir el estado mexicano, que no tiene nada que ver con una concepción socialista, al contrario y para colmo, apoyan una alianza con el PAN.

El electorado los puso en su lugar el pasado primero de julio. Estuvieron en los linderos de perder el registro legal. Su representación parlamentaria será mínima. Sin duda es una lección para ellos y para todos, pero hasta ahora no veo ninguna valoración autocrítica. El PRD tuvo significado en mi pasado político, por eso me duele.



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