/ sábado 16 de febrero de 2019

Las titularidades de los contratos laborales

En días pasados leía una declaración de Roberto Díaz Ruiz, presidente estatal de la Cámara Nacional de Autotransporte de Carga (Canacar), que consideraba “que la paz laboral es una de las fortalezas del estado, misma que se afianzó a lo largo de 40 años, a tal grado que se resuelven satisfactoriamente para las partes, empresarios y trabajadores, los conflictos o inconformidades que se van presentando; por ello es necesario defender esta tranquilidad. Creo que la participación de los obreros es importantísima para que la paz laboral siga prevaleciendo en Aguascalientes (…) la gran labor de Aguascalientes ha sido el buen entendimiento entre los factores de la producción, y eso tenemos que cuidarlo como un tesoro que es (…). No es una sabía decisión que se fragmenten los sindicatos”.

Creo que no tiene razón el dirigente empresarial. En todo caso está defendiendo la seguridad de su inversión y la de sus representados, pero no precisamente la de los trabajadores, los cuales representan la parte más delgada de la madeja constituida por el mercado laboral.

Brincan los empresarios cuando se dan cuenta que están entrando a una realidad distinta, del tiempo en que todo lo tenían a su alcance, que sólo era ganar ganar, a partir del control de los sindicatos a través de la compra de las cúpulas gremiales o de plano la formación de un sindicato blanco y/o de protección. En estos casos eran organizaciones a modo, las cuales, muchas veces los dirigentes no conocían a sus agremiados o viceversa.

A estas alturas de la historia política del país, hablar del contrato único en las condiciones en que se encuentra el mercado laboral implica no dar opciones para la libre sindicalización ni que cada quien se nucleé en la organización de su elección. Hasta eso estaba controlado, de tal manera que estar sindicalizado o no era lo mismo. Esto evidentemente beneficiaba s los patrones. Recuerdo cuando hace varias décadas las autoridades locales se jactaban de que en la entidad no había habido huelgas por muchos años. Claro, con la situación antes mencionada no se puede esperar otra cosa.

Ahora es otra la situación, en tanto se puede abrir posibilidades de inserción en diversas opciones de organización gremial, con lo cual se permitiría dinamizar y dar un respiro renovador a la vida de los sindicatos, que al igual que los partidos viven una aguda crisis.

De paso se permitiría regresar a la bilateralidad en la determinación de las condiciones de trabajo, que corresponde a uno de los derechos fundamentales del trabajador, situación perdida en los hechos por la hegemonía decisoria del patrón y la supeditación de las cúpulas sindicales, compradas por las anteriores administraciones.

Son tiempos de nuevos sindicalismos, más hechos a las circunstancias del milenio apenas arrancado hace ya casi dos décadas y que tendría que revertir los viejos lastres, pero también seguir reivindicando el espíritu gremialista de defensa del interés colectivo de los trabajadores, son tiempos a la altura de los cambios que empiezan a darse en el país.

511 palabras.

En días pasados leía una declaración de Roberto Díaz Ruiz, presidente estatal de la Cámara Nacional de Autotransporte de Carga (Canacar), que consideraba “que la paz laboral es una de las fortalezas del estado, misma que se afianzó a lo largo de 40 años, a tal grado que se resuelven satisfactoriamente para las partes, empresarios y trabajadores, los conflictos o inconformidades que se van presentando; por ello es necesario defender esta tranquilidad. Creo que la participación de los obreros es importantísima para que la paz laboral siga prevaleciendo en Aguascalientes (…) la gran labor de Aguascalientes ha sido el buen entendimiento entre los factores de la producción, y eso tenemos que cuidarlo como un tesoro que es (…). No es una sabía decisión que se fragmenten los sindicatos”.

Creo que no tiene razón el dirigente empresarial. En todo caso está defendiendo la seguridad de su inversión y la de sus representados, pero no precisamente la de los trabajadores, los cuales representan la parte más delgada de la madeja constituida por el mercado laboral.

Brincan los empresarios cuando se dan cuenta que están entrando a una realidad distinta, del tiempo en que todo lo tenían a su alcance, que sólo era ganar ganar, a partir del control de los sindicatos a través de la compra de las cúpulas gremiales o de plano la formación de un sindicato blanco y/o de protección. En estos casos eran organizaciones a modo, las cuales, muchas veces los dirigentes no conocían a sus agremiados o viceversa.

A estas alturas de la historia política del país, hablar del contrato único en las condiciones en que se encuentra el mercado laboral implica no dar opciones para la libre sindicalización ni que cada quien se nucleé en la organización de su elección. Hasta eso estaba controlado, de tal manera que estar sindicalizado o no era lo mismo. Esto evidentemente beneficiaba s los patrones. Recuerdo cuando hace varias décadas las autoridades locales se jactaban de que en la entidad no había habido huelgas por muchos años. Claro, con la situación antes mencionada no se puede esperar otra cosa.

Ahora es otra la situación, en tanto se puede abrir posibilidades de inserción en diversas opciones de organización gremial, con lo cual se permitiría dinamizar y dar un respiro renovador a la vida de los sindicatos, que al igual que los partidos viven una aguda crisis.

De paso se permitiría regresar a la bilateralidad en la determinación de las condiciones de trabajo, que corresponde a uno de los derechos fundamentales del trabajador, situación perdida en los hechos por la hegemonía decisoria del patrón y la supeditación de las cúpulas sindicales, compradas por las anteriores administraciones.

Son tiempos de nuevos sindicalismos, más hechos a las circunstancias del milenio apenas arrancado hace ya casi dos décadas y que tendría que revertir los viejos lastres, pero también seguir reivindicando el espíritu gremialista de defensa del interés colectivo de los trabajadores, son tiempos a la altura de los cambios que empiezan a darse en el país.

511 palabras.

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