/ martes 14 de diciembre de 2021

Memorias de Familia

No recuerdo bien, si fue en un veintinueve o treinta de agosto de aquel sombrío y triste año de 1977 -da igual, qué día haya sido-, los acontecimientos que en esa fecha se registraron, fue cuando mamá partió (falleció). Para entonces mi edad, apenas era de ocho años, cinco meses y algunos días. La escasa edad con la que contaba, no me permitía ser tan consciente de lo que significaba, la gran pérdida y lo importante que implicaba perder a un ser indispensable en el desarrollo a esa corta edad. Para entonces, estoy seguro que en su mayoría los hermanos y hermanas (ocho: David, Elias, Maria del Refugio, Susana, Jovita, Claudia, Luis Enrique y Saul) de un rango de edad no mayor a diez años, tampoco dimensionaba, el suceso de la muerte de mamá.

Mi padre, hijo de padres campesinos con instrucción educativa de segundo de primaria (sin concluir), dedicado al comercio (puesto de aguas frescas en el mercado), al campo (campesino/agricultor) y, gestor social (en temas de representación ante la instituciones de gobierno); mi madre de instrucción educativa hasta sexto grado, dedicada solo al hogar, también hija de padres del sector rural; su única ocupación, el cuidado de sus hijos, hasta su fallecimiento (38 años de vida). Ambos originarios del poblado de plateros, del municipio de Fresnillo, en Zacatecas; lugar donde se encuentra el templo del santo niño de Atocha.

En los años 60´ y 70´, las familias, comúnmente se definían por ser numerosas. La nuestra, se creó en el periodo del año 1959 a 1977. El mayor, de nombre Cándido nació en 1959; mientras que, Saúl, el menor de los catorce, nacía aquel citado 1977.

La familia de hermanos (as) Monreal Ávila, es como cualquiera de las miles que hubo, hay y seguirá habiendo, no solo en Zacatecas, sino en todo el país de aquella época. En la generalidad de las familias mexicanas, existe un común denominador que es formación, realización e integración, que desde luego tienen que ver con el: esfuerzo, dedicación, disciplina, perseverancia y templanza.

Las adversidades padecidas en la familia Monreal Avila, no se si las pueda calificar de muchas o pocas, mínimas o intensas, simplemente, porque no he intentado compararlas, medir las desdichas (como si, para ello- existiera un barome), o bien como si existiera algún registro de datos estadísticos de los tipos o formas de infelicidad. Sin embargo, creo que las experiencias no deseadas a persona alguna, han sido tan significativas, como elementales; verbigracia, la falta de atención de una imagen materna en el seno familiar, la inexistente orientación del núcleo materno en casa en el desarrollo infantil, adolescente o adultez, la falta de una guía, del adulto en casa que naturalmente aconseja, da consejos de los haberes de la vida, o, simplemente, la falta del apapacho al hijo (a), son base para la autoestima e integridad de las personas.

La vida está llena de contrastes

Paradójicamente surgen fortalezas ante las adversidades; por ejemplo, una posible figura paterna (como el caso de esta familia), que actuó con sabiduría, temple, tenacidad, rectitud, tenacidad e integridad. Es claro que los valores, no solo podremos adquirirlos con la instrucción educativa, sino se llevan en el carácter ético del ser.

El contexto biológico, social y político que padecemos, nos impulsa a la reflexión, para hacer pausa a esa vida cotidiana agitada y/o en muchas ocasiones superflua que nos absorbe e invita a pensar en “vivir la vida”. Sin darnos cuenta, las personas contamos con una impresionante filosofía de la vida, la cual debería explicar nuestra existencia.

La vida sigue el curso que debe llevar, “vida siempre habrá; aunque no es eterna para todos”. Son ciclos (de periodos impredecibles), que fundamentalmente cumplimos los seres vivos.

Hoy los que deseamos y hacemos conciencia, tenemos la oportunidad de agregar valor al tipo de personas que nos hemos propuesto. Cuando logremos concientizar lo bello que es la vida, consideraremos nuestros estilos y la forma en que conduciremos y deberíamos conducir nuestro actuar en el quehacer social y familiar al que pertenecemos.

En memoria de los creadores de la Familia Monreal Ávila: Catalina Ávila Alvarado (1941- 1977) y Felipe Monreal Huerta (1936-2002)

No recuerdo bien, si fue en un veintinueve o treinta de agosto de aquel sombrío y triste año de 1977 -da igual, qué día haya sido-, los acontecimientos que en esa fecha se registraron, fue cuando mamá partió (falleció). Para entonces mi edad, apenas era de ocho años, cinco meses y algunos días. La escasa edad con la que contaba, no me permitía ser tan consciente de lo que significaba, la gran pérdida y lo importante que implicaba perder a un ser indispensable en el desarrollo a esa corta edad. Para entonces, estoy seguro que en su mayoría los hermanos y hermanas (ocho: David, Elias, Maria del Refugio, Susana, Jovita, Claudia, Luis Enrique y Saul) de un rango de edad no mayor a diez años, tampoco dimensionaba, el suceso de la muerte de mamá.

Mi padre, hijo de padres campesinos con instrucción educativa de segundo de primaria (sin concluir), dedicado al comercio (puesto de aguas frescas en el mercado), al campo (campesino/agricultor) y, gestor social (en temas de representación ante la instituciones de gobierno); mi madre de instrucción educativa hasta sexto grado, dedicada solo al hogar, también hija de padres del sector rural; su única ocupación, el cuidado de sus hijos, hasta su fallecimiento (38 años de vida). Ambos originarios del poblado de plateros, del municipio de Fresnillo, en Zacatecas; lugar donde se encuentra el templo del santo niño de Atocha.

En los años 60´ y 70´, las familias, comúnmente se definían por ser numerosas. La nuestra, se creó en el periodo del año 1959 a 1977. El mayor, de nombre Cándido nació en 1959; mientras que, Saúl, el menor de los catorce, nacía aquel citado 1977.

La familia de hermanos (as) Monreal Ávila, es como cualquiera de las miles que hubo, hay y seguirá habiendo, no solo en Zacatecas, sino en todo el país de aquella época. En la generalidad de las familias mexicanas, existe un común denominador que es formación, realización e integración, que desde luego tienen que ver con el: esfuerzo, dedicación, disciplina, perseverancia y templanza.

Las adversidades padecidas en la familia Monreal Avila, no se si las pueda calificar de muchas o pocas, mínimas o intensas, simplemente, porque no he intentado compararlas, medir las desdichas (como si, para ello- existiera un barome), o bien como si existiera algún registro de datos estadísticos de los tipos o formas de infelicidad. Sin embargo, creo que las experiencias no deseadas a persona alguna, han sido tan significativas, como elementales; verbigracia, la falta de atención de una imagen materna en el seno familiar, la inexistente orientación del núcleo materno en casa en el desarrollo infantil, adolescente o adultez, la falta de una guía, del adulto en casa que naturalmente aconseja, da consejos de los haberes de la vida, o, simplemente, la falta del apapacho al hijo (a), son base para la autoestima e integridad de las personas.

La vida está llena de contrastes

Paradójicamente surgen fortalezas ante las adversidades; por ejemplo, una posible figura paterna (como el caso de esta familia), que actuó con sabiduría, temple, tenacidad, rectitud, tenacidad e integridad. Es claro que los valores, no solo podremos adquirirlos con la instrucción educativa, sino se llevan en el carácter ético del ser.

El contexto biológico, social y político que padecemos, nos impulsa a la reflexión, para hacer pausa a esa vida cotidiana agitada y/o en muchas ocasiones superflua que nos absorbe e invita a pensar en “vivir la vida”. Sin darnos cuenta, las personas contamos con una impresionante filosofía de la vida, la cual debería explicar nuestra existencia.

La vida sigue el curso que debe llevar, “vida siempre habrá; aunque no es eterna para todos”. Son ciclos (de periodos impredecibles), que fundamentalmente cumplimos los seres vivos.

Hoy los que deseamos y hacemos conciencia, tenemos la oportunidad de agregar valor al tipo de personas que nos hemos propuesto. Cuando logremos concientizar lo bello que es la vida, consideraremos nuestros estilos y la forma en que conduciremos y deberíamos conducir nuestro actuar en el quehacer social y familiar al que pertenecemos.

En memoria de los creadores de la Familia Monreal Ávila: Catalina Ávila Alvarado (1941- 1977) y Felipe Monreal Huerta (1936-2002)