/ martes 25 de enero de 2022

Elementos de Política Mínima

En el proceso electoral 2021-2022 que estamos viviendo en algunas entidades federativas (Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Tamaulipas y Oaxaca), el común denominador de las palabras más usuales en este periodo son política y partidos políticos, entre otras. Innegablemente la política está en boca de una gran mayoría de personas, empleamos la palabra sin tasa ni medida, sin embargo, la política sufre una crisis de identidad, incluso en la tradicional estructuración política y social (Partidos Políticos), atraviesa por una crisis de credibilidad en el electorado, la ciudadanía y el pueblo en general.

El binomio política partidos políticos, son palabras recurrentemente usuales en el lenguaje de la vida política y social del estado moderno, difícilmente podríamos dejar de pensar en una sin considerar la otra.

Intentemos descifrar una definición de ambas. El diccionario de política de Norberto Bobbio, sugiere el significado clásico y moderno de política como “todo lo que se refiere a la ciudad, y en consecuencia ciudadano, civil. Público, y también sociable y social…Por siglos se ha empleado el término predominantemente para indicar obras dedicadas a aquella esfera de actividad humana que de alguna manera hace referencia a las cosas del estado”. Significado poco atendido en la praxis.

A nadie resulta ajeno que -sin distinción-, todas las organizaciones políticas existentes en nuestro sistema político, cruzan una crisis por la falta de confianza en la ciudadanía que, los propios partidos han configurado con su actuar, han originado susceptibilidad en la sociedad civil, al promover solo formas clientelares en las precampañas y campañas electorales. Es decir, la participación de los ciudadanos solo se deja ver en procesos electorales y, se deja de actuar en periodos de interprocesos electorales. Se deja de hacer, o más bien, no se hace política.

En periodos de interprocesos electorales no se actúa como partidos verdaderos; en pocas ocasiones se hace política en las vertientes que las propias organizaciones políticas prestablecen en sus principios, filosofía o estatutos partidarios; lo que significa, omitir procesos de formación política -lo que comúnmente se decía, formación de cuadros-, que es la base fundamental en las tomas de decisiones políticas con acierto.

Por otra parte, el establecimiento de espacios comunes de análisis y discusión de los temas relativos a la agenda pública del estado (gobierno), son nulos. Los representantes populares, debieran jugar un papel trascendente en la toma de decisiones al hacer política, sin embargo, en más de los casos obedecen a intereses indefinidos o lejanos a la organización política por la que llegaron a la representación. Significa entonces que, en muy pocas ocasiones, los representantes participen en las decisiones políticas que abonen a temas de transformación económica, y social, decisiones que tendrían que trastornar las estructuras tradicionales nocivas a la sociedad.

Max Weber define a los partidos políticos como “una asociación dirigida a un fin deliberado, ya sea este objetivo como la realización de un programa que tiene finalidades materiales o ideales, o personal, es decir tendientes a obtener beneficios, poder y honor para los jefes y secuaces o si no tendiente a todos estos fines conjuntamente”.

Definición en desuso, ha perdido vigencia. Las organizaciones políticas, no deben convertirse en la novela de ficción orwelliana de nuestro tiempo, como se advierte en dicha obra literaria, 1984 “Es imposible fundar una civilización sobre el miedo, el odio, y la crueldad. No perduraría.”

El ingenio de Orwell para descifrar una crítica o denuncia social al estado de las cosas públicas y políticas de regímenes totalitarios de su tiempo. Su aportación literaria, la basa en una neolingüística. “En neolengua se le llama doblepensar que significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente. En definitiva, gracias al doblepensar ha sido capaz el partido – y seguirá siéndolo durante miles de años- de parar el curso de la Historia.”

La agudeza del autor, nos incita a replantear nuestras organizaciones políticas, para que no cristalicen 1984 en el siglo XXI.

La historia moderna registra, lo que clásicos de siglos pasados concebían “siempre se pensó que el problema de los problemas terrenos era moderar y regular el <<dominio del hombre sobre el hombre>>. Rousseau piensa en la esencia de la política, aun cuando la palabra no apareciera en sus títulos.”

No cabe duda que las obras de los clásicos que, dedicaron gran parte de sus vidas a contribuir a la filosofía, la teoría política, ciencia de la política, sociología, entre otras, tienen vigencia en los tiempos que nos ha tocado vivir.

En el proceso electoral 2021-2022 que estamos viviendo en algunas entidades federativas (Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Tamaulipas y Oaxaca), el común denominador de las palabras más usuales en este periodo son política y partidos políticos, entre otras. Innegablemente la política está en boca de una gran mayoría de personas, empleamos la palabra sin tasa ni medida, sin embargo, la política sufre una crisis de identidad, incluso en la tradicional estructuración política y social (Partidos Políticos), atraviesa por una crisis de credibilidad en el electorado, la ciudadanía y el pueblo en general.

El binomio política partidos políticos, son palabras recurrentemente usuales en el lenguaje de la vida política y social del estado moderno, difícilmente podríamos dejar de pensar en una sin considerar la otra.

Intentemos descifrar una definición de ambas. El diccionario de política de Norberto Bobbio, sugiere el significado clásico y moderno de política como “todo lo que se refiere a la ciudad, y en consecuencia ciudadano, civil. Público, y también sociable y social…Por siglos se ha empleado el término predominantemente para indicar obras dedicadas a aquella esfera de actividad humana que de alguna manera hace referencia a las cosas del estado”. Significado poco atendido en la praxis.

A nadie resulta ajeno que -sin distinción-, todas las organizaciones políticas existentes en nuestro sistema político, cruzan una crisis por la falta de confianza en la ciudadanía que, los propios partidos han configurado con su actuar, han originado susceptibilidad en la sociedad civil, al promover solo formas clientelares en las precampañas y campañas electorales. Es decir, la participación de los ciudadanos solo se deja ver en procesos electorales y, se deja de actuar en periodos de interprocesos electorales. Se deja de hacer, o más bien, no se hace política.

En periodos de interprocesos electorales no se actúa como partidos verdaderos; en pocas ocasiones se hace política en las vertientes que las propias organizaciones políticas prestablecen en sus principios, filosofía o estatutos partidarios; lo que significa, omitir procesos de formación política -lo que comúnmente se decía, formación de cuadros-, que es la base fundamental en las tomas de decisiones políticas con acierto.

Por otra parte, el establecimiento de espacios comunes de análisis y discusión de los temas relativos a la agenda pública del estado (gobierno), son nulos. Los representantes populares, debieran jugar un papel trascendente en la toma de decisiones al hacer política, sin embargo, en más de los casos obedecen a intereses indefinidos o lejanos a la organización política por la que llegaron a la representación. Significa entonces que, en muy pocas ocasiones, los representantes participen en las decisiones políticas que abonen a temas de transformación económica, y social, decisiones que tendrían que trastornar las estructuras tradicionales nocivas a la sociedad.

Max Weber define a los partidos políticos como “una asociación dirigida a un fin deliberado, ya sea este objetivo como la realización de un programa que tiene finalidades materiales o ideales, o personal, es decir tendientes a obtener beneficios, poder y honor para los jefes y secuaces o si no tendiente a todos estos fines conjuntamente”.

Definición en desuso, ha perdido vigencia. Las organizaciones políticas, no deben convertirse en la novela de ficción orwelliana de nuestro tiempo, como se advierte en dicha obra literaria, 1984 “Es imposible fundar una civilización sobre el miedo, el odio, y la crueldad. No perduraría.”

El ingenio de Orwell para descifrar una crítica o denuncia social al estado de las cosas públicas y políticas de regímenes totalitarios de su tiempo. Su aportación literaria, la basa en una neolingüística. “En neolengua se le llama doblepensar que significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente. En definitiva, gracias al doblepensar ha sido capaz el partido – y seguirá siéndolo durante miles de años- de parar el curso de la Historia.”

La agudeza del autor, nos incita a replantear nuestras organizaciones políticas, para que no cristalicen 1984 en el siglo XXI.

La historia moderna registra, lo que clásicos de siglos pasados concebían “siempre se pensó que el problema de los problemas terrenos era moderar y regular el <<dominio del hombre sobre el hombre>>. Rousseau piensa en la esencia de la política, aun cuando la palabra no apareciera en sus títulos.”

No cabe duda que las obras de los clásicos que, dedicaron gran parte de sus vidas a contribuir a la filosofía, la teoría política, ciencia de la política, sociología, entre otras, tienen vigencia en los tiempos que nos ha tocado vivir.