/ viernes 4 de marzo de 2022

Taza de Soles | Aportaciones de la sociedad civil al diseño de los nuevos libros de texto gratuito 

El día primero de este mes, asistí -invitada por el Dr. Adrián Rodríguez- a la Asamblea de análisis del Plan y los Programas de Estudio, para el diseño de los nuevos libros de texto gratuito de la educación media básica. En este artículo, quiero hablar de mi participación, pero también de la de otros compañeros (as), igualmente miembros de la sociedad civil, que -como tales- tenemos por vocación la crítica social y por derecho la libertad de presentar un pensamiento alternativo. En mi propuesta -como representante de la AC. ALMA (Asociación de lectura de Mujeres en Aguascalientes)- expresé: “Si queremos tener congruencia con unos programas de estudio que desean promover la inclusión, el respeto a la diversidad y a las identidades locales, entre otras cosas, se deben incorporar a los nuevos libros de texto las inspiradoras voces de las mujeres”. Lo hice señalando críticamente la falta de menciones a escritoras en esta Asamblea. Mientras que ya se había aludido a cuatro o cinco escritores, ni siquiera se había citado -por lo menos- a Dolores Castro, pese al premio que se otorga en su nombre desde hace años en el Estado. ¿Qué podemos esperar otras voces poéticas, que carecemos de visibilidad en los ámbitos cultural y educativo de la entidad? En ese contexto, mencioné a mi joven colega, ahí presente, la poeta Ilse Díaz. En ese contexto menciono ahora a otras mujeres que en dicha Asamblea hablaron de filosofía y de política, o que expusieron proyectos en la línea de los nuevos programas y que ya están poniéndose en práctica con buenos resultados. De las segundas, me refiero, por ejemplo, a la maestra Elizabeth Castillo, de quien fue esperanzador escuchar sobre los buenos resultados conseguidos en las comunidades escolares, que están echado a andar proyectos en concordancia con los nuevos lineamientos programáticos. De las primeras, menciono a la maestra Flavia Narváez, a quien conozco desde hace cuatro años, cuando tomé contacto con su labor educativa en la secundaria general, N° 27 Francisco J. Múgica, a la que asistía Andrea, una de mis nietas. Desde entonces supe que la entusiasta promotora de obras de teatro y concursos de declamación y escritura, tenía a la palabra en el alto concepto que ésta nos merece a quienes buscamos los medios más idóneos para la comunicación con nuestros semejantes. “La palabra es poder”, dice la maestra Flavia, y ella lo ejerció en la Asamblea a la que hago mención, poniendo de relevancia -de manera elocuente- el potencial revolucionario de estos nuevos programas, si los docentes y facilitadores profundizan y saben asumir toda la carga humanista y humanizadora de los mismos. Por mi parte, les comento que mi propuesta de materiales didácticos se inscribe en el campo formativo de Lenguajes, cuyo punto número cinco está dedicado a “Lo humano y lo comunitario”. Lo hago apoyada en dos cualidades del currículo: su flexibilidad y su adaptabilidad. Dos características que permiten proponer la necesidad de enfatizar en los vínculos sociales en nuestra comunidad. Ahí es donde enmarco mi propuesta de Escritura Intergeneracional, como una creación colectiva que recupera emociones y saberes, anécdotas y reflexiones que se inspiran en los acontecimientos familiares y sociales que vivimos a diario. En el caso de los nuevos programas de estudio, que promueven una visión integradora (desfragmentada la llaman), y que propone, como el primero de sus campos formativos, el de los Lenguajes, esta experiencia podría ser llevada a cabo con buenos resultados. Yo lo he experimentado en los relatos escritos en colaboración con los adolescentes y niños de mi núcleo familiar. Éstos, que han merecido una publicación a nivel nacional, partieron de ensayos breves, que -tallereados, discutidos y argumentados- terminaron en relatos amenos, legibles y propositivos. Ir pensando en estas aplicaciones es ir tomando en serio lo que se propone como “curriculum flexible y adaptable”, a partir de cuyos contenidos se establezcan y se refuercen los vínculos sociales en nuestra comunidad, se registren de manera adecuada las vivencias cotidianas, para propiciar que estas acciones puedan ser resignificadas. Todo esto es un gran desafío, casi una utopía, como bien lo dijo el maestro Jesús Narváez, pero una utopía que ya ocurrió una vez en nuestra historia, como lo recordó este maestro, pues las ideas de Tomás Moro inspiraron las tareas evangelizadoras en el siglo XVI.

Cierro este articulo haciendo alusión a la Dra. Ilse Díaz, quien -en una publicación en FB, se refiere - además del penoso incidente de la sillas que faltaban para nosotras- a que el Dr. Marx Arriaga, director de materiales educativos de la SEP -para cerrar la asamblea- leyó un poema de su autoría. Ojalá que este reconocimiento fuera un augurio de que nuestras propuestas serán tomadas en cuenta.

El día primero de este mes, asistí -invitada por el Dr. Adrián Rodríguez- a la Asamblea de análisis del Plan y los Programas de Estudio, para el diseño de los nuevos libros de texto gratuito de la educación media básica. En este artículo, quiero hablar de mi participación, pero también de la de otros compañeros (as), igualmente miembros de la sociedad civil, que -como tales- tenemos por vocación la crítica social y por derecho la libertad de presentar un pensamiento alternativo. En mi propuesta -como representante de la AC. ALMA (Asociación de lectura de Mujeres en Aguascalientes)- expresé: “Si queremos tener congruencia con unos programas de estudio que desean promover la inclusión, el respeto a la diversidad y a las identidades locales, entre otras cosas, se deben incorporar a los nuevos libros de texto las inspiradoras voces de las mujeres”. Lo hice señalando críticamente la falta de menciones a escritoras en esta Asamblea. Mientras que ya se había aludido a cuatro o cinco escritores, ni siquiera se había citado -por lo menos- a Dolores Castro, pese al premio que se otorga en su nombre desde hace años en el Estado. ¿Qué podemos esperar otras voces poéticas, que carecemos de visibilidad en los ámbitos cultural y educativo de la entidad? En ese contexto, mencioné a mi joven colega, ahí presente, la poeta Ilse Díaz. En ese contexto menciono ahora a otras mujeres que en dicha Asamblea hablaron de filosofía y de política, o que expusieron proyectos en la línea de los nuevos programas y que ya están poniéndose en práctica con buenos resultados. De las segundas, me refiero, por ejemplo, a la maestra Elizabeth Castillo, de quien fue esperanzador escuchar sobre los buenos resultados conseguidos en las comunidades escolares, que están echado a andar proyectos en concordancia con los nuevos lineamientos programáticos. De las primeras, menciono a la maestra Flavia Narváez, a quien conozco desde hace cuatro años, cuando tomé contacto con su labor educativa en la secundaria general, N° 27 Francisco J. Múgica, a la que asistía Andrea, una de mis nietas. Desde entonces supe que la entusiasta promotora de obras de teatro y concursos de declamación y escritura, tenía a la palabra en el alto concepto que ésta nos merece a quienes buscamos los medios más idóneos para la comunicación con nuestros semejantes. “La palabra es poder”, dice la maestra Flavia, y ella lo ejerció en la Asamblea a la que hago mención, poniendo de relevancia -de manera elocuente- el potencial revolucionario de estos nuevos programas, si los docentes y facilitadores profundizan y saben asumir toda la carga humanista y humanizadora de los mismos. Por mi parte, les comento que mi propuesta de materiales didácticos se inscribe en el campo formativo de Lenguajes, cuyo punto número cinco está dedicado a “Lo humano y lo comunitario”. Lo hago apoyada en dos cualidades del currículo: su flexibilidad y su adaptabilidad. Dos características que permiten proponer la necesidad de enfatizar en los vínculos sociales en nuestra comunidad. Ahí es donde enmarco mi propuesta de Escritura Intergeneracional, como una creación colectiva que recupera emociones y saberes, anécdotas y reflexiones que se inspiran en los acontecimientos familiares y sociales que vivimos a diario. En el caso de los nuevos programas de estudio, que promueven una visión integradora (desfragmentada la llaman), y que propone, como el primero de sus campos formativos, el de los Lenguajes, esta experiencia podría ser llevada a cabo con buenos resultados. Yo lo he experimentado en los relatos escritos en colaboración con los adolescentes y niños de mi núcleo familiar. Éstos, que han merecido una publicación a nivel nacional, partieron de ensayos breves, que -tallereados, discutidos y argumentados- terminaron en relatos amenos, legibles y propositivos. Ir pensando en estas aplicaciones es ir tomando en serio lo que se propone como “curriculum flexible y adaptable”, a partir de cuyos contenidos se establezcan y se refuercen los vínculos sociales en nuestra comunidad, se registren de manera adecuada las vivencias cotidianas, para propiciar que estas acciones puedan ser resignificadas. Todo esto es un gran desafío, casi una utopía, como bien lo dijo el maestro Jesús Narváez, pero una utopía que ya ocurrió una vez en nuestra historia, como lo recordó este maestro, pues las ideas de Tomás Moro inspiraron las tareas evangelizadoras en el siglo XVI.

Cierro este articulo haciendo alusión a la Dra. Ilse Díaz, quien -en una publicación en FB, se refiere - además del penoso incidente de la sillas que faltaban para nosotras- a que el Dr. Marx Arriaga, director de materiales educativos de la SEP -para cerrar la asamblea- leyó un poema de su autoría. Ojalá que este reconocimiento fuera un augurio de que nuestras propuestas serán tomadas en cuenta.