/ jueves 15 de agosto de 2019

MEMORIA: HECHOS Y PRESENCIA | =Los mejores fascistas “obedecen” en silencio y trabajan con disciplina. ¡Primero los deberes! luego los derechos= Benito Mussolini

1960. 26 de julio. Estoy en Tlaltenango, Zac., y soy auxiliar de evaluación asignado para buscar enfermos de paludismo. La fiesta más importante del pueblo de Tocatic es para venerar a Santa Ana =la Señora de la Fortuna=.

Tanto que acuden familias enteras, incluso quienes emigraron al otro lado del río Bravo. Es costumbre que en la noche la fiesta culmine justo en la plaza de esta preciosa ciudad de Tlaltenango, y los muchachos caminando en sentido contrario al de las muchachas llevan en sus manos una ollita de barro con frutas y les cantan: =Quieeero miii Santaaa Ana=.

Bernardo del Real, presidente municipal, también participa en los festejos, y tiene bajo su responsabilidad que la fiesta termine en armonía. Tarea nada fácil porque el consumo de bebidas alcohólicas igual en otros lugares es inevitable. Estando yo sentado en cómoda banca de cemento me limito a mirar a las muchachas, que a riesgo sufran “tortícolis” voltean hacia mí aun habiendo pasado unos metros de donde estoy. Advertido estoy por el comandante militar, porque los muchachos lugareños son muy celosos y algunos cargan semejantes escuadras calibre 45.

Después de unos días haber llegado a este lugar, he logrado cierta presencia en los diferentes niveles de la población, principalmente en los más desprotegidos, que por vivir en condiciones de pobreza, en lugares insalubres, son víctimas del paludismo. Enfermedad potencialmente mortal, principalmente en mujeres embarazadas y menores de edad.

En mis recorridos por lo alto de la sierra, justo en los llamados ranchos de agua, es común encontrar a personas que sufren de escalofríos y diarreas. Padecimientos que les impiden realizar las más elementales tareas, como sembrar maíz o frijol. Incluso en cazar fauna como conejos y ratas de campo para alimentar a sus familias. Según estadísticas oficiales no difundidas, 60% de niños menores entre dos y seis años no llegan sobrevivir a tan letal pandemia.

Agosto 10 del 2019. El presidente López Obrador estuvo en Tlaltenango, Zac., como es costumbre fué el ÚNICO protagonista en un escenario previamente diseñado, lugar lleno por personas que en su mayoría no tenían la menor idea para que habían sido “invitadas”. En su encuentro con la comunidad médica, estuvo acompañado por el gobernador Alejandro Tello y por el alcalde Miguel Ángel Varela.

Para bien de los habitantes de la región, enfatizó en “garantizar” el abasto de medicinas. Mejorar la infraestructura hospitalaria. Incrementar la plantilla de médicos especialistas y otorgar “bases” a los trabajadores del sector salud. También para tranquilidad de los habitantes de la región se instalará un cuartel de la GN, con un número suficiente de elementos con el perfil necesario.

En su discurso se nota la intención implícita de seguir desacreditando todo aquello que se relacione a regímenes anteriores, principalmente los programas exitosos que visten bien a quienes los implementaron. El vocabulario y tono aparentemente “cantinflesco” lo utiliza con maestría. Vocabulario y tono que está dirigido a los aún muchos seguidores que con “ingenuidad” lo defienden y justifican.

Tengo tiempo en no visitar a Tlaltenango, lugar que siendo muy joven lo viví con intensidad y me dejó marcado de alguna manera. Tanto que comprobé =de qué lado masca la iguana=, y gracias al frío y también a el “hambre” logré algún “temple” para reconocer que cuando no tenemos NADA, tenemos más de lo que necesitamos. En Tlaltenango conozco personas admirables que aportan tiempo (y algo de dinero) para atender a muchos niños y jóvenes que sueñan llegar a ser estrellas de equipos en las ligas mayores.

De algunos proyectos que ¡sí! le reconozco al presidente López Obrador, se distingue el apoyo que se le dará a la promoción del béisbol a nivel nacional. Apoyo muy cuestionado por personas que tienen una visión de Estado muy distinta a la del Presidente. Ojalá y los recursos a futuro sean suficientes para aterrizar esto.

¡Animas! y la cordura, además del sentido común, imperen en el gabinete económico que rodea al Presidente. Y más ¡animas! para que las autoridades de Tlaltenango se cuiden de un vividor que usa careta de buen comerciante para estafar a quienes confían en él.

1960. 26 de julio. Estoy en Tlaltenango, Zac., y soy auxiliar de evaluación asignado para buscar enfermos de paludismo. La fiesta más importante del pueblo de Tocatic es para venerar a Santa Ana =la Señora de la Fortuna=.

Tanto que acuden familias enteras, incluso quienes emigraron al otro lado del río Bravo. Es costumbre que en la noche la fiesta culmine justo en la plaza de esta preciosa ciudad de Tlaltenango, y los muchachos caminando en sentido contrario al de las muchachas llevan en sus manos una ollita de barro con frutas y les cantan: =Quieeero miii Santaaa Ana=.

Bernardo del Real, presidente municipal, también participa en los festejos, y tiene bajo su responsabilidad que la fiesta termine en armonía. Tarea nada fácil porque el consumo de bebidas alcohólicas igual en otros lugares es inevitable. Estando yo sentado en cómoda banca de cemento me limito a mirar a las muchachas, que a riesgo sufran “tortícolis” voltean hacia mí aun habiendo pasado unos metros de donde estoy. Advertido estoy por el comandante militar, porque los muchachos lugareños son muy celosos y algunos cargan semejantes escuadras calibre 45.

Después de unos días haber llegado a este lugar, he logrado cierta presencia en los diferentes niveles de la población, principalmente en los más desprotegidos, que por vivir en condiciones de pobreza, en lugares insalubres, son víctimas del paludismo. Enfermedad potencialmente mortal, principalmente en mujeres embarazadas y menores de edad.

En mis recorridos por lo alto de la sierra, justo en los llamados ranchos de agua, es común encontrar a personas que sufren de escalofríos y diarreas. Padecimientos que les impiden realizar las más elementales tareas, como sembrar maíz o frijol. Incluso en cazar fauna como conejos y ratas de campo para alimentar a sus familias. Según estadísticas oficiales no difundidas, 60% de niños menores entre dos y seis años no llegan sobrevivir a tan letal pandemia.

Agosto 10 del 2019. El presidente López Obrador estuvo en Tlaltenango, Zac., como es costumbre fué el ÚNICO protagonista en un escenario previamente diseñado, lugar lleno por personas que en su mayoría no tenían la menor idea para que habían sido “invitadas”. En su encuentro con la comunidad médica, estuvo acompañado por el gobernador Alejandro Tello y por el alcalde Miguel Ángel Varela.

Para bien de los habitantes de la región, enfatizó en “garantizar” el abasto de medicinas. Mejorar la infraestructura hospitalaria. Incrementar la plantilla de médicos especialistas y otorgar “bases” a los trabajadores del sector salud. También para tranquilidad de los habitantes de la región se instalará un cuartel de la GN, con un número suficiente de elementos con el perfil necesario.

En su discurso se nota la intención implícita de seguir desacreditando todo aquello que se relacione a regímenes anteriores, principalmente los programas exitosos que visten bien a quienes los implementaron. El vocabulario y tono aparentemente “cantinflesco” lo utiliza con maestría. Vocabulario y tono que está dirigido a los aún muchos seguidores que con “ingenuidad” lo defienden y justifican.

Tengo tiempo en no visitar a Tlaltenango, lugar que siendo muy joven lo viví con intensidad y me dejó marcado de alguna manera. Tanto que comprobé =de qué lado masca la iguana=, y gracias al frío y también a el “hambre” logré algún “temple” para reconocer que cuando no tenemos NADA, tenemos más de lo que necesitamos. En Tlaltenango conozco personas admirables que aportan tiempo (y algo de dinero) para atender a muchos niños y jóvenes que sueñan llegar a ser estrellas de equipos en las ligas mayores.

De algunos proyectos que ¡sí! le reconozco al presidente López Obrador, se distingue el apoyo que se le dará a la promoción del béisbol a nivel nacional. Apoyo muy cuestionado por personas que tienen una visión de Estado muy distinta a la del Presidente. Ojalá y los recursos a futuro sean suficientes para aterrizar esto.

¡Animas! y la cordura, además del sentido común, imperen en el gabinete económico que rodea al Presidente. Y más ¡animas! para que las autoridades de Tlaltenango se cuiden de un vividor que usa careta de buen comerciante para estafar a quienes confían en él.