/ martes 16 de marzo de 2021

Memoria, hechos y presencia | Hágase justicia en los “bueyes” de mi compadre

Marzo de 1960. Recién he cumplido 18 años, y en mi Opel panel viajó a Durango para vender guantes de béisbol. Antes de llegar a Sombrerete tengo que hacer un “alto” sanitario, consecuencia de haber tomado dos tazas de café. Parado a la orilla de la carretera miró a campesinos qué con sus yuntas aran sembrando frijol y maíz. El aroma de la tierra se esparce conforme el viento sopla, y se percibe humedad por las lluvias primeras que en enero fueron pródigas.

Reanudo el viaje por la angosta y sinuosa carretera, y distingo a los lados nopales que en sus pencas las tunas cardonas aún no se pintan de rojo; y palmas con racimos de flores blancas que cuelgan y en cuatro meses se convertirán en dátiles. Entre la bruma de calor y polvo apenas se mira el ganado bravo de torrecillas que la familia Llaguno fundó con sangre de San Mateo. Al llegar a la Sierra de Órganos me detengo para admirar más que mirar las columnas de riolita esculpidas por la erosión que majestuosas dominan el entorno cubierto de pinos y cedros.

Ahora en el 2021 siendo miembro de “Las fuerzas juveniles” y habiendo llegado a 79 años de edad, para festejarme cumpliré el deseo diferido por años de ascender a lo alto del cerro del Picacho, donde majestuosa está la cruz que “abraza” a quienes llegan hasta su asiento.

Es dos de marzo y siendo las 11.30 dejo mi impala gris plata debajo de un mezquite apenas al lado de la carretera; y vestido con camisa de franela manga larga y chaleco de lona negra repelente; pantalón de mezclilla y calzando botas de piel suave con suela antiderrapante, y en mi cabeza capucha azul marino inició la aventura caminando siempre cuesta arriba por la vereda apenas marcada entre piedra laja y tepetate.

En la bolsa del chaleco cargo un líquido energizante; y después de una hora agotado descanso sentado sobre “cómoda” piedra. Reanudo el cuesta arriba y casi ahogado logró llegar a la capilla donde hago el segundo alto. Reconociendo mis limitaciones físicas por la edad, bebo dos onzas del energizante con una aspirina, y: ¡Órale José Luís! Que el tiempo es un recurso no renovable.

Después de varios altos y tres horas de esfuerzo, logró llegar a las peñas antes de la cima, y me doy cuenta que estoy en problemas. Sentado con las piernas colgando al vacío miro al norte muy a lo lejos la laguna de centeno, parte de la presa Rodríguez donde acostumbro pescar en compañía de mi hijo Chanito. El aroma que percibo del viento me genera nostalgia cuándo siendo adolescente estuve en este lugar mirando lo mismo, y de mis ojos salen lágrimas que ruedan por mis mejillas. Una vez habiendo descansado escaló las peñas, y caminando entre la breña una hora después logró llegar hasta la cruz.

Hincado hago una oración dando gracias; y descansando sentado a la orilla de la peña con los pies al vacío reflexiono el valor de estar aún vivo, con tareas aún por hacer antes de ascender al infinito. De pronto un viento hace volar mi cachucha que cae justo debajo de las peñas y; ni modo (dijo mi nieta Vivi) es hora de iniciar el regreso. Tomo tres onzas del energizante líquido con una aspirina, y con calambres en mis pantorrillas inició el nada fácil descenso. Después de varios descansos obligado por los calambres en mis pantorrillas y siendo las 18.30; al fin logró llegar a mi Impala.

=El ignorante con ínfulas de dictador sin contrapesos es más dañino que el más terrible tsunami= ¡Cuidado!: el sistema que el presidente López Obrador quiere imponer en la ilegalidad y ya padecido con Echeverría y López Portillo, sigue seduciendo a millones de ingenuos con el argumento de “castigar” a los corruptos. Es deseo que en la legalidad y procedimientos correspondientes se investigue y se aplique la ley a quienes hayan hurtado bienes públicos pero: =¡Hágase justicia en los bueyes de mi compadre!= ¡Nada es para siempre! después del 2024 entenderá que el poder judicial no es títere del presidente.

Marzo de 1960. Recién he cumplido 18 años, y en mi Opel panel viajó a Durango para vender guantes de béisbol. Antes de llegar a Sombrerete tengo que hacer un “alto” sanitario, consecuencia de haber tomado dos tazas de café. Parado a la orilla de la carretera miró a campesinos qué con sus yuntas aran sembrando frijol y maíz. El aroma de la tierra se esparce conforme el viento sopla, y se percibe humedad por las lluvias primeras que en enero fueron pródigas.

Reanudo el viaje por la angosta y sinuosa carretera, y distingo a los lados nopales que en sus pencas las tunas cardonas aún no se pintan de rojo; y palmas con racimos de flores blancas que cuelgan y en cuatro meses se convertirán en dátiles. Entre la bruma de calor y polvo apenas se mira el ganado bravo de torrecillas que la familia Llaguno fundó con sangre de San Mateo. Al llegar a la Sierra de Órganos me detengo para admirar más que mirar las columnas de riolita esculpidas por la erosión que majestuosas dominan el entorno cubierto de pinos y cedros.

Ahora en el 2021 siendo miembro de “Las fuerzas juveniles” y habiendo llegado a 79 años de edad, para festejarme cumpliré el deseo diferido por años de ascender a lo alto del cerro del Picacho, donde majestuosa está la cruz que “abraza” a quienes llegan hasta su asiento.

Es dos de marzo y siendo las 11.30 dejo mi impala gris plata debajo de un mezquite apenas al lado de la carretera; y vestido con camisa de franela manga larga y chaleco de lona negra repelente; pantalón de mezclilla y calzando botas de piel suave con suela antiderrapante, y en mi cabeza capucha azul marino inició la aventura caminando siempre cuesta arriba por la vereda apenas marcada entre piedra laja y tepetate.

En la bolsa del chaleco cargo un líquido energizante; y después de una hora agotado descanso sentado sobre “cómoda” piedra. Reanudo el cuesta arriba y casi ahogado logró llegar a la capilla donde hago el segundo alto. Reconociendo mis limitaciones físicas por la edad, bebo dos onzas del energizante con una aspirina, y: ¡Órale José Luís! Que el tiempo es un recurso no renovable.

Después de varios altos y tres horas de esfuerzo, logró llegar a las peñas antes de la cima, y me doy cuenta que estoy en problemas. Sentado con las piernas colgando al vacío miro al norte muy a lo lejos la laguna de centeno, parte de la presa Rodríguez donde acostumbro pescar en compañía de mi hijo Chanito. El aroma que percibo del viento me genera nostalgia cuándo siendo adolescente estuve en este lugar mirando lo mismo, y de mis ojos salen lágrimas que ruedan por mis mejillas. Una vez habiendo descansado escaló las peñas, y caminando entre la breña una hora después logró llegar hasta la cruz.

Hincado hago una oración dando gracias; y descansando sentado a la orilla de la peña con los pies al vacío reflexiono el valor de estar aún vivo, con tareas aún por hacer antes de ascender al infinito. De pronto un viento hace volar mi cachucha que cae justo debajo de las peñas y; ni modo (dijo mi nieta Vivi) es hora de iniciar el regreso. Tomo tres onzas del energizante líquido con una aspirina, y con calambres en mis pantorrillas inició el nada fácil descenso. Después de varios descansos obligado por los calambres en mis pantorrillas y siendo las 18.30; al fin logró llegar a mi Impala.

=El ignorante con ínfulas de dictador sin contrapesos es más dañino que el más terrible tsunami= ¡Cuidado!: el sistema que el presidente López Obrador quiere imponer en la ilegalidad y ya padecido con Echeverría y López Portillo, sigue seduciendo a millones de ingenuos con el argumento de “castigar” a los corruptos. Es deseo que en la legalidad y procedimientos correspondientes se investigue y se aplique la ley a quienes hayan hurtado bienes públicos pero: =¡Hágase justicia en los bueyes de mi compadre!= ¡Nada es para siempre! después del 2024 entenderá que el poder judicial no es títere del presidente.