/ domingo 28 de marzo de 2021

Memoria, hechos y presencia | No hay mayor deshonra, que morir dejando deudas

Cuaresma de 1952: tengo diez años, y los niños y niñas del barrio escuchamos al padre Gumaro en el templo de San Juanito, quien con su don de la palabra narra pasajes de Jesús siendo niño. La Chacha y Linda visten color serio por respeto, y Rosa Isela muy seria no se entera qué Felipe (El Cali) la está mirando absorto por tan bonita. Víctor y Paco no dejan de molestar a Manuel (La burra) y Nico muy serio los amonesta. Juanito y Juan José se molestan porque Pancho (el cerillo) le sonríe a la Cuca.

\u0009Sentado en compañía de mi hermano Juanito miró a las gemelas recién llegadas de Ojuelos. Una de ellas me mira con sus ojos color miel y le preguntó: =¿Cómo te llamas?= y me responde. =Irma Signoret=

Pasan los minutos y el padre Gumaro nos tiene atrapados con su narrativa, y una vez recibimos la bendición salimos en orden. En la puerta de salida con mi mano izquierda rozó la mano derecha de Signoret, y ella mirándome; me sonríe.

Ya en la calle me dirijo a la esquina de la bajadita donde Doña Cuca tiene su puesto de tacos dorados para pagarle los dos pesos que le debo, y ahí me encuentro a Doña Lucita que me pregunta: Pepe Luis ¿Quieres tu café con leche que mucho te gusta? = Ya en su casa entró a la cocina donde están Rosa y Merry (hermanas de Linda) quienes me dan un beso en la mejilla.

Es lunes de la semana santa de 1956 y estoy en el Portal Padilla de León Gto. con Don Cipriano quien me pagara los guantes de vestir que nos compró en la temporada de invierno. Ciertamente soy un adolescente, pero Don Cipriano me respeta a tal grado que no me tutea diciéndome: =Joven Pepe Luís; dígale a su papá que le ofrezco disculpa por no haberle pagado a tiempo= y agrega: =Me he sentido un poco mal de salud; pero gracias a Dios hoy le completé el dinero y ya no tengo pendiente de morir dejando deudas.

Habiendo regresado viajando en un “trastorno” Flecha Amarilla caminando cuesta abajo en la bajadita, miro parada en la banqueta a Signoret, que con sus ojos color miel apenas me observa, pero: Teresita su mamá al mirarme me pregunta: = Luisito, ¿quieres un taco de frijoles refritos como te gustan? = cómo separarla, si los guisa tan buenos igual lo hace mi mamá Otilia. Ya dentro de la pequeña cocina a mi lado sentada está la Bonita, quien sin hablar me mira fija con sus ojos color miel, y de su rostro salpicado de pecas escapa una sonrisa que irremediablemente me atrapa para la eternidad.

Es miércoles de semana santa de 1966, y estoy en Monterrey almorzando justo antes de retornar a mi casa después de haber recorrido el noreste vendiendo guantes de béisbol. Don Guillermo Bremer me ha pedido 25 equipos de guantes que le surtirá a la presidencia municipal encabezada por Abiel Treviño Martínez, quien en su campaña electoral prometió apoyar a los niños y jóvenes aficionados al béisbol, y como hombre de palabra cumplirá antes de entregar la alcaldía regiomontana.

En su campaña López Obrador dio su palabra que no cancelaría los proyectos de infraestructura en proceso de terminar, igual lo haría con los sistemas de salud exitosos y apoyos a las estancias infantiles que permitían a las madres dejar en custodia a los menores de seis años en tanto trabajaban en empleos formales.

¿Qué honra podrán tener quienes ahora en el 2021 anteponen proyectos personales utópicos en lugar de conservar programas exitosos en gobiernos anteriores? ¿Cómo se atreve a pedirles a los gobernadores no se entrometan en las elecciones cuando ¡el! lo hace a diario? ¿Qué honra podría lograr cuando millones de hombres y mujeres han perdido sus empleos formales? ¿Qué honra podría presumir cuando niñas y mujeres con cáncer se mueren por falta de medicamentos que no compra anteponiendo sus programas electoreros comprando voluntades?

Las deudas morales por incumplimiento impiden que los mentirosos criminales por omisión gocen en paz. ¿Nombres? ¡=Úta! más de cuatro (diría mi compadre Ernesto)

Cuaresma de 1952: tengo diez años, y los niños y niñas del barrio escuchamos al padre Gumaro en el templo de San Juanito, quien con su don de la palabra narra pasajes de Jesús siendo niño. La Chacha y Linda visten color serio por respeto, y Rosa Isela muy seria no se entera qué Felipe (El Cali) la está mirando absorto por tan bonita. Víctor y Paco no dejan de molestar a Manuel (La burra) y Nico muy serio los amonesta. Juanito y Juan José se molestan porque Pancho (el cerillo) le sonríe a la Cuca.

\u0009Sentado en compañía de mi hermano Juanito miró a las gemelas recién llegadas de Ojuelos. Una de ellas me mira con sus ojos color miel y le preguntó: =¿Cómo te llamas?= y me responde. =Irma Signoret=

Pasan los minutos y el padre Gumaro nos tiene atrapados con su narrativa, y una vez recibimos la bendición salimos en orden. En la puerta de salida con mi mano izquierda rozó la mano derecha de Signoret, y ella mirándome; me sonríe.

Ya en la calle me dirijo a la esquina de la bajadita donde Doña Cuca tiene su puesto de tacos dorados para pagarle los dos pesos que le debo, y ahí me encuentro a Doña Lucita que me pregunta: Pepe Luis ¿Quieres tu café con leche que mucho te gusta? = Ya en su casa entró a la cocina donde están Rosa y Merry (hermanas de Linda) quienes me dan un beso en la mejilla.

Es lunes de la semana santa de 1956 y estoy en el Portal Padilla de León Gto. con Don Cipriano quien me pagara los guantes de vestir que nos compró en la temporada de invierno. Ciertamente soy un adolescente, pero Don Cipriano me respeta a tal grado que no me tutea diciéndome: =Joven Pepe Luís; dígale a su papá que le ofrezco disculpa por no haberle pagado a tiempo= y agrega: =Me he sentido un poco mal de salud; pero gracias a Dios hoy le completé el dinero y ya no tengo pendiente de morir dejando deudas.

Habiendo regresado viajando en un “trastorno” Flecha Amarilla caminando cuesta abajo en la bajadita, miro parada en la banqueta a Signoret, que con sus ojos color miel apenas me observa, pero: Teresita su mamá al mirarme me pregunta: = Luisito, ¿quieres un taco de frijoles refritos como te gustan? = cómo separarla, si los guisa tan buenos igual lo hace mi mamá Otilia. Ya dentro de la pequeña cocina a mi lado sentada está la Bonita, quien sin hablar me mira fija con sus ojos color miel, y de su rostro salpicado de pecas escapa una sonrisa que irremediablemente me atrapa para la eternidad.

Es miércoles de semana santa de 1966, y estoy en Monterrey almorzando justo antes de retornar a mi casa después de haber recorrido el noreste vendiendo guantes de béisbol. Don Guillermo Bremer me ha pedido 25 equipos de guantes que le surtirá a la presidencia municipal encabezada por Abiel Treviño Martínez, quien en su campaña electoral prometió apoyar a los niños y jóvenes aficionados al béisbol, y como hombre de palabra cumplirá antes de entregar la alcaldía regiomontana.

En su campaña López Obrador dio su palabra que no cancelaría los proyectos de infraestructura en proceso de terminar, igual lo haría con los sistemas de salud exitosos y apoyos a las estancias infantiles que permitían a las madres dejar en custodia a los menores de seis años en tanto trabajaban en empleos formales.

¿Qué honra podrán tener quienes ahora en el 2021 anteponen proyectos personales utópicos en lugar de conservar programas exitosos en gobiernos anteriores? ¿Cómo se atreve a pedirles a los gobernadores no se entrometan en las elecciones cuando ¡el! lo hace a diario? ¿Qué honra podría lograr cuando millones de hombres y mujeres han perdido sus empleos formales? ¿Qué honra podría presumir cuando niñas y mujeres con cáncer se mueren por falta de medicamentos que no compra anteponiendo sus programas electoreros comprando voluntades?

Las deudas morales por incumplimiento impiden que los mentirosos criminales por omisión gocen en paz. ¿Nombres? ¡=Úta! más de cuatro (diría mi compadre Ernesto)