/ miércoles 7 de abril de 2021

El hambre templa, el frío fortalece | Memoria, hechos y presencia

Octubre jueves 6 de 1960. Son las 5 de la mañana, y el gallo canta; es hora de levantarme. La mañana está fría y aún oscura con mi mochila en la espalda cargando cobija y algo de comida salgo a lo alto de la sierra de Morones. Como auxiliar de la Secretaría de Salubridad buscaré enfermos de paludismo para tomarles muestras de sangre, pero hoy es día de San Francisco y está sacudiendo su túnica provocando aire tan helado, que me tiene las orejas congeladas. En una rinconada a media ladera armó una fogata donde caliento agua para hacerme un té de garañona, y desayuno un bolillo con crema y cueritos en vinagre.

Reanudo el cuesta arriba caminando sobre piedras lajas hasta llegar a lo más alto, donde durante las siguientes horas tomaré muestras de sangre a los medieros que aún no terminan de cosechar sus milpas. Caminando entre la breña húmeda terminó con las botas empapadas provocándome escalofríos.

Son las cuatro y ya hace hambre. Afortunadamente un hombre anciano que vive en un jacal junto a su esposa me invita a comer. Es tan humilde; que consiste en frijoles de la olla con chile asado y tortillas que se inflan sobre el comal. Don Luciano y Doña Petrita son tan pobres, que dentro de su choza solo tienen una colchoneta con una vieja cobija y una almohada. En agradecimiento les regalo mi cobija, y antes de retirarme, hincado le pido a Doña Petrita me dé su bendición. Una vez me la dá; fortalecido continúo con mi tarea aún no concluida.

Siendo las 6 con mi mochila cargada en la espalda, caminando cuesta abajo llegó a la orilla del arroyo donde a su vera está una casa, y al lado un establo. Desde la reja gritó: -Buenas tardes- sale una señora que viste huipil y falda de tela gris oscura con flores bordadas y le comento quien soy y que estoy haciendo. La señora Magda se extraña que siendo un jovencito de apenas dieciocho años ande solo por estos rumbos, y me dice que será hasta mañana cuando reúna a los peones para tomarles muestras de sangre y le preguntó. -¿Me permite pasar la noche en el establo?- y la señora me contesta: -No joven; ¿Cómo crees que te dejaré pasar la noche en el establo?- y agrega:-Quédate en el cuarto de herramientas-.

Entro al cuarto que está muy frío, y en una esquina está un catre donde tiendo mi bolsa de dormir, pero: aún no he tomado mi café con leche acostumbrado antes de dormir. Afortunadamente un peón ya anciano se acerca y me dice: -Doctorcito; jálece a mi pobre chozita a cenar unos frijolitos- Caminando por una vereda llegamos a una casita con muros de adobe y techo de paja, y al lado una pequeña cocina.

Sentado en un banco de mezquite calentando mi cansado “carcaje” al lado del fogón escucho que Don Juanito le comenta su esposa: -Lucita: el doctorcito anda curando los escalofríos- En el rostro de Doña Lucita se refleja una sonrisa y le tengo que decir que no soy “doctorcito”; soy un auxiliar de la Secretaría de Salubridad que busco enfermos de paludismo para tomarles muestras de sangre. La señora en un pequeño plato de barro me sirve frijoles caldosos, y en un jarrito atole champurrado.

Ya acostado en el catre apenas cubierto con mi bolsa de dormir reflexiono: -Que clima tan raro. Hace ratito tenía hambre; y ahorita tengo frío- ante ésta reflexión recuerdo a mi abuelo Donasciano que hace apenas unos meses me dijo.: -No hay mayor temple; que el hambre y el frío-

En México ahora en el 2021 tenemos un presidente que prometió utopías como terminar con la pobreza: terminar con la inseguridad y crecer al 5% anual. La realidad lo contradice. La pobreza en dos años y medio se ha incrementado en un 22.6 %; es decir: nueve millones ochocientos mil mexicanos se agregaron a los anteriores (que no eran pocos) y la inseguridad está más fuerte que nunca. La economía (por sus políticas públicas erróneas) ha caído 8.5%. Y millones de mexicanos se están “templando” por el hambre que están padeciendo.

Octubre jueves 6 de 1960. Son las 5 de la mañana, y el gallo canta; es hora de levantarme. La mañana está fría y aún oscura con mi mochila en la espalda cargando cobija y algo de comida salgo a lo alto de la sierra de Morones. Como auxiliar de la Secretaría de Salubridad buscaré enfermos de paludismo para tomarles muestras de sangre, pero hoy es día de San Francisco y está sacudiendo su túnica provocando aire tan helado, que me tiene las orejas congeladas. En una rinconada a media ladera armó una fogata donde caliento agua para hacerme un té de garañona, y desayuno un bolillo con crema y cueritos en vinagre.

Reanudo el cuesta arriba caminando sobre piedras lajas hasta llegar a lo más alto, donde durante las siguientes horas tomaré muestras de sangre a los medieros que aún no terminan de cosechar sus milpas. Caminando entre la breña húmeda terminó con las botas empapadas provocándome escalofríos.

Son las cuatro y ya hace hambre. Afortunadamente un hombre anciano que vive en un jacal junto a su esposa me invita a comer. Es tan humilde; que consiste en frijoles de la olla con chile asado y tortillas que se inflan sobre el comal. Don Luciano y Doña Petrita son tan pobres, que dentro de su choza solo tienen una colchoneta con una vieja cobija y una almohada. En agradecimiento les regalo mi cobija, y antes de retirarme, hincado le pido a Doña Petrita me dé su bendición. Una vez me la dá; fortalecido continúo con mi tarea aún no concluida.

Siendo las 6 con mi mochila cargada en la espalda, caminando cuesta abajo llegó a la orilla del arroyo donde a su vera está una casa, y al lado un establo. Desde la reja gritó: -Buenas tardes- sale una señora que viste huipil y falda de tela gris oscura con flores bordadas y le comento quien soy y que estoy haciendo. La señora Magda se extraña que siendo un jovencito de apenas dieciocho años ande solo por estos rumbos, y me dice que será hasta mañana cuando reúna a los peones para tomarles muestras de sangre y le preguntó. -¿Me permite pasar la noche en el establo?- y la señora me contesta: -No joven; ¿Cómo crees que te dejaré pasar la noche en el establo?- y agrega:-Quédate en el cuarto de herramientas-.

Entro al cuarto que está muy frío, y en una esquina está un catre donde tiendo mi bolsa de dormir, pero: aún no he tomado mi café con leche acostumbrado antes de dormir. Afortunadamente un peón ya anciano se acerca y me dice: -Doctorcito; jálece a mi pobre chozita a cenar unos frijolitos- Caminando por una vereda llegamos a una casita con muros de adobe y techo de paja, y al lado una pequeña cocina.

Sentado en un banco de mezquite calentando mi cansado “carcaje” al lado del fogón escucho que Don Juanito le comenta su esposa: -Lucita: el doctorcito anda curando los escalofríos- En el rostro de Doña Lucita se refleja una sonrisa y le tengo que decir que no soy “doctorcito”; soy un auxiliar de la Secretaría de Salubridad que busco enfermos de paludismo para tomarles muestras de sangre. La señora en un pequeño plato de barro me sirve frijoles caldosos, y en un jarrito atole champurrado.

Ya acostado en el catre apenas cubierto con mi bolsa de dormir reflexiono: -Que clima tan raro. Hace ratito tenía hambre; y ahorita tengo frío- ante ésta reflexión recuerdo a mi abuelo Donasciano que hace apenas unos meses me dijo.: -No hay mayor temple; que el hambre y el frío-

En México ahora en el 2021 tenemos un presidente que prometió utopías como terminar con la pobreza: terminar con la inseguridad y crecer al 5% anual. La realidad lo contradice. La pobreza en dos años y medio se ha incrementado en un 22.6 %; es decir: nueve millones ochocientos mil mexicanos se agregaron a los anteriores (que no eran pocos) y la inseguridad está más fuerte que nunca. La economía (por sus políticas públicas erróneas) ha caído 8.5%. Y millones de mexicanos se están “templando” por el hambre que están padeciendo.