/ viernes 17 de septiembre de 2021

Café Fausto | Miguel Hidalgo: un zorro desdibujado

Adelanto que no soy historiador, luego de esto confieso que cuando pienso en Miguel Hidalgo y Costilla nuestro héroe iniciador de la lucha de independencia, me llega de inmediato no el personaje casi sobrenatural que aparecía en nuestros libros de texto de la primaria o en los cromos para trabajos escolares que podemos adquirir todavía en algunas papelerías.

Por fortuna en años recientes nuestro héroe ha sido más humanizado y podemos verlo diferente, en mi caso la primera imagen que me llega es la del sacerdote en su casa de San Felipe en Guanajuato bailando y cantando por la noche con sus amigos la canción de “El Chuchumbé”, ese pícaro tema veracruzano de origen afromexicano que fue prohibido por la Santa Inquisición a inicios del siglo XIX y que en la cinta “Hidalgo: La historia jamás contada”, dirigida por Antonio Serrano Argüelles y producida en el 2010 se reproduce la escena con la actuación de Demián Bichir como el Padre de la Patria. Ahí en esa cinta se observa al personaje histórico más humano.

Lo reconozco, soy más visual, porque antes de ese retrato de Hidalgo en esa película, ya en los años ochenta había leído la novela “Los pasos de López” de Jorge Ibargüengoitia en el que el autor guanajuatense con su talento inigualable logra sacar de esa seriedad de monumento cívico al sacerdote liberal mostrando todos sus claroscuros y sin embargo vuelvo a la escena con Bichir.

Sabemos bien que el retrato oficial del héroe, su imagen física, fue una invención de Maximiliano de Habsburgo al poner como modelo para su pintura a un sacerdote belga o un chofer de su carruaje que supuestamente se le parecía. En realidad, y fuera referentes fílmicos me quedo con el personaje de nariz aguileña, delgado de unos 57 años que aparece en la estatua ubicada frente a la Alhóndiga de Granadita hecha por un artista local de apellido Segura en 1860 y no al anciano de mirada tierna que hemos visto tantas veces en los cuadros. Esa escultura es curiosamente muy parecida a la pequeña estatuilla hecha en madera por Clemente Terrazas, presuntamente en 1810 y que se exhibe en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, como también la litografía de Claudio Linati elaborada 1828 en la que viste más como un hombre de campo.

Más allá del físico de Miguel Hidalgo, que da para muchas colaboraciones en esta columna, lo más interesante es comprender al Padre de la Patria como lo describen nuevos historiadores y otras fuentes originales de su tiempo, muy alejadas de las versiones oficiales que nos imponían las instituciones educativas y los medios de comunicación en décadas pasadas.

El historiador conservador guanajuatense Lucas Alamán, expone, por ejemplo, que a lo largo de la vida de Miguel Hidalgo mostró tener un agudo sentido del humor, que no se graduó de doctor pues los doctores en su Universidad “no eran más que una cuadrilla de burros”, por lo que al ser irónico y astuto se ganó el apodo de el “Zorro”.

Formado en el Colegio de San Nicolás Obispo, ubicado en Valladolid, capital de la provincia de Michoacán, Hidalgo era un hombre culto que leía tanto teología como a los autores de mayor vanguardia ideológica de su tiempo, leía El Corán y a la Biblia desde un sentido crítico y no dogmático.

Sabía latín, francés, italiano y por supuesto español a lo que se suman las lenguas indígenas otomí, purépecha y náhuatl. Recordemos que en San Felipe tradujo y montó obras de Moliere, es decir qué traducía del francés al español y al estar en verso, tenía que hacer lo mismo al llevarlo al español. Me atrevo a especular que Hidalgo escribía poesía porque se conocen las décimas que hizo antes de su fusilamiento, pero de haber tenido más poemas, las autoridades del virreinato se encargaron seguramente de destruir todo.

Su sencillez como persona es descrita por Pedro García en su libro “Con el cura Hidalgo en la Guerra de Independencia” escrito poco después de 1811. En la obra de García quien fuera originario de San Miguel Allende, se incorporó desde los primeros días de iniciada a la lucha por la independencia e incluso se casó con una de las hijas de Miguel Hidalgo describe que el cura después de la batalla de la toma de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato se le veía descansar “en el cuarto más pequeño del oficial de guardia, su equipaje reducido a un pobre catre, que apenas podría servir a un sacristán, su escolta y guardia compuesta por dos mozos que sacó de Dolores y unos cuantos rancheros de la misma jurisdicción, que lo acompañaron desde el día 16. Comía de la fonda y no tenía más de dos oficiales que le servían de ayudantes. Su traje era el más humilde y mejor parecer tendría el de un notario. Su elocuencia y sus conocimientos eran irresistibles”.

Respecto a su postura ideológica sabemos que decretó la abolición de la esclavitud y la desaparición de las castas, que al tomar los pueblos liberaba a los reos pues la justicia de la Corona “no era la nuestra”, apoyó el reparto de tierras a indígenas, y mostró su desprecio al régimen de privilegios y desigualdad.

Sin duda, un libro ágil y de lectura rápida que recomiendo para acercarse a nuestro Padre de la Patria es “El cura Hidalgo y sus amigos” de Paco Ignacio Taibo II en el que nos comparte 55 viñetas de la guerra de independencia.

Recordemos a Miguel Hidalgo desde su humanidad, verlo como ese hombre común que hizo cosas extraordinarias lo hace un ser humano de una gran estatura como persona, su legado por supuesto es enorme.

Adelanto que no soy historiador, luego de esto confieso que cuando pienso en Miguel Hidalgo y Costilla nuestro héroe iniciador de la lucha de independencia, me llega de inmediato no el personaje casi sobrenatural que aparecía en nuestros libros de texto de la primaria o en los cromos para trabajos escolares que podemos adquirir todavía en algunas papelerías.

Por fortuna en años recientes nuestro héroe ha sido más humanizado y podemos verlo diferente, en mi caso la primera imagen que me llega es la del sacerdote en su casa de San Felipe en Guanajuato bailando y cantando por la noche con sus amigos la canción de “El Chuchumbé”, ese pícaro tema veracruzano de origen afromexicano que fue prohibido por la Santa Inquisición a inicios del siglo XIX y que en la cinta “Hidalgo: La historia jamás contada”, dirigida por Antonio Serrano Argüelles y producida en el 2010 se reproduce la escena con la actuación de Demián Bichir como el Padre de la Patria. Ahí en esa cinta se observa al personaje histórico más humano.

Lo reconozco, soy más visual, porque antes de ese retrato de Hidalgo en esa película, ya en los años ochenta había leído la novela “Los pasos de López” de Jorge Ibargüengoitia en el que el autor guanajuatense con su talento inigualable logra sacar de esa seriedad de monumento cívico al sacerdote liberal mostrando todos sus claroscuros y sin embargo vuelvo a la escena con Bichir.

Sabemos bien que el retrato oficial del héroe, su imagen física, fue una invención de Maximiliano de Habsburgo al poner como modelo para su pintura a un sacerdote belga o un chofer de su carruaje que supuestamente se le parecía. En realidad, y fuera referentes fílmicos me quedo con el personaje de nariz aguileña, delgado de unos 57 años que aparece en la estatua ubicada frente a la Alhóndiga de Granadita hecha por un artista local de apellido Segura en 1860 y no al anciano de mirada tierna que hemos visto tantas veces en los cuadros. Esa escultura es curiosamente muy parecida a la pequeña estatuilla hecha en madera por Clemente Terrazas, presuntamente en 1810 y que se exhibe en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, como también la litografía de Claudio Linati elaborada 1828 en la que viste más como un hombre de campo.

Más allá del físico de Miguel Hidalgo, que da para muchas colaboraciones en esta columna, lo más interesante es comprender al Padre de la Patria como lo describen nuevos historiadores y otras fuentes originales de su tiempo, muy alejadas de las versiones oficiales que nos imponían las instituciones educativas y los medios de comunicación en décadas pasadas.

El historiador conservador guanajuatense Lucas Alamán, expone, por ejemplo, que a lo largo de la vida de Miguel Hidalgo mostró tener un agudo sentido del humor, que no se graduó de doctor pues los doctores en su Universidad “no eran más que una cuadrilla de burros”, por lo que al ser irónico y astuto se ganó el apodo de el “Zorro”.

Formado en el Colegio de San Nicolás Obispo, ubicado en Valladolid, capital de la provincia de Michoacán, Hidalgo era un hombre culto que leía tanto teología como a los autores de mayor vanguardia ideológica de su tiempo, leía El Corán y a la Biblia desde un sentido crítico y no dogmático.

Sabía latín, francés, italiano y por supuesto español a lo que se suman las lenguas indígenas otomí, purépecha y náhuatl. Recordemos que en San Felipe tradujo y montó obras de Moliere, es decir qué traducía del francés al español y al estar en verso, tenía que hacer lo mismo al llevarlo al español. Me atrevo a especular que Hidalgo escribía poesía porque se conocen las décimas que hizo antes de su fusilamiento, pero de haber tenido más poemas, las autoridades del virreinato se encargaron seguramente de destruir todo.

Su sencillez como persona es descrita por Pedro García en su libro “Con el cura Hidalgo en la Guerra de Independencia” escrito poco después de 1811. En la obra de García quien fuera originario de San Miguel Allende, se incorporó desde los primeros días de iniciada a la lucha por la independencia e incluso se casó con una de las hijas de Miguel Hidalgo describe que el cura después de la batalla de la toma de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato se le veía descansar “en el cuarto más pequeño del oficial de guardia, su equipaje reducido a un pobre catre, que apenas podría servir a un sacristán, su escolta y guardia compuesta por dos mozos que sacó de Dolores y unos cuantos rancheros de la misma jurisdicción, que lo acompañaron desde el día 16. Comía de la fonda y no tenía más de dos oficiales que le servían de ayudantes. Su traje era el más humilde y mejor parecer tendría el de un notario. Su elocuencia y sus conocimientos eran irresistibles”.

Respecto a su postura ideológica sabemos que decretó la abolición de la esclavitud y la desaparición de las castas, que al tomar los pueblos liberaba a los reos pues la justicia de la Corona “no era la nuestra”, apoyó el reparto de tierras a indígenas, y mostró su desprecio al régimen de privilegios y desigualdad.

Sin duda, un libro ágil y de lectura rápida que recomiendo para acercarse a nuestro Padre de la Patria es “El cura Hidalgo y sus amigos” de Paco Ignacio Taibo II en el que nos comparte 55 viñetas de la guerra de independencia.

Recordemos a Miguel Hidalgo desde su humanidad, verlo como ese hombre común que hizo cosas extraordinarias lo hace un ser humano de una gran estatura como persona, su legado por supuesto es enorme.