/ viernes 5 de noviembre de 2021

Café Fausto | Lecturas de infancia

A mi hermana Lupita, a quien tanto quiero y a mis entrañables amigos de la infancia

A inicios de esta semana visité en la ciudad de Guadalajara la exposición "El mundo según Mafalda" que está instalada en el centro comercial Plaza Patria en el que se hace un recorrido sobre el personaje, su familia y amigos, a través de imágenes y objetos que recrean el entorno de ese universo creado por el argentino Joaquín Salvador Lavado Tejón, mejor conocido como Quino.

Al andar por la muestra interactiva en la que se puede apreciar desde el automóvil de la familia de la niña, una reproducción de la estancia de su modesto departamento e incluso los diferentes inventos creados por la menor a lo largo de los once libros de tiras cómicas en las que aparece, me provocó una enorme emoción y me recordó momentos entrañables de mi infancia y por supuesto mis lecturas de entonces.

Por cierto, confieso con algo de pena que era tal vez el año 2009 cuando en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara hice una fila de unos doscientos seguidores de Mafalda para obtener un autógrafo de Quino, yo iba al final de la línea y se cancelaron las firmas apenas a veinte lugares del mío, así que me convertí en la breve pesadilla del humorista gráfico al seguirlo por la FIL hasta que escribió su nombre en un ejemplar de “Todo Mafalda”, una acción de la que no me siento orgulloso, pero conservo como un trofeo el ejemplar.

Volviendo al recuerdo de las lecturas de infancia en Guanajuato, sin duda los libros de Mafalda fueron de los primeros textos en mis manos al aprender a leer, sus historias y personajes son parte de la memoria de mi niñez, como también lo confieso la entonces recién aparecida revista a finales de la década de los setenta de “MAD en español” con sus inigualables parodias de películas y series de televisión estadounidenses.

Junto con esa revista había otras que seguramente otros niños y niñas de mi generación consumían como el cómic español de “Mortadelo” y “Zipi y Zape”, ambos creados por Francisco Ibáñez y que son sin duda un clásico en su género en España. Desafortunadamente dejaron de publicarse en México y la única manera de leerlo es en libros editados en ese país.

En otras revistas para niños a finales de la década de los setenta del siglo XX estaba de efímera existencia El Circo, una publicación con artículos interesantes para niños y con muy creativas tiras cómicas con personajes propios como “El vampiro vegetariano”, una propuesta de revista infantil mexicana muy interesante a la que se sumaron otras como los primeros números de la ya desaparecida revista “Chispa” del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), una publicación que prefería no leer pues me frustraba que nunca me salían bien los experimentos que ahí presentaban.

Sin embargo, una de mis lecturas predilectas era la enciclopedia Colibrí editada por la SEP y Salvat, la cual salía a la venta como revista semanal para encuadernarse al reunirse cada volumen que al final sumaron doce. Reconozco que gracias a mi tenaz obsesión adquirí y leí la colección completa que finalmente era una enciclopedia. Una obra fundamental en mi formación como lector.

Junto con esas revistas y publicaciones periódicas, en mi niñez leí algunos libros que pienso todo en conjunto contribuyeron en mi manera de ver el mundo, siendo el primero “Corazón. Diario de un niño” de Edmundo de Amicis y el infaltable “Las aventuras de Tom Sawyer” de Mark Twain, pasando por otras lecturas menores como “La guerra de las galaxias” de George Lucas, no me justifico, pero los primeros lectores estamos repletos de leer un poco de todo si carecemos de un guía.

Lo cierto es que más allá de la limitada oferta de la programación de la televisión en mi generación, mi opción en Guanajuato estaba en jugar en la calle, en el cerro o en la presa con mis amigos y en la lectura. Algo que pienso, no era muy diferente al conversar con mis amigos de Aguascalientes.

Ahora queda echarse un chapuzón en las opciones de lectura, películas y series para los niños de esta actual generación y con base en ello podremos darnos una idea cómo serán los adultos del futuro. Una tarea por realizar en las próximas semanas.

A mi hermana Lupita, a quien tanto quiero y a mis entrañables amigos de la infancia

A inicios de esta semana visité en la ciudad de Guadalajara la exposición "El mundo según Mafalda" que está instalada en el centro comercial Plaza Patria en el que se hace un recorrido sobre el personaje, su familia y amigos, a través de imágenes y objetos que recrean el entorno de ese universo creado por el argentino Joaquín Salvador Lavado Tejón, mejor conocido como Quino.

Al andar por la muestra interactiva en la que se puede apreciar desde el automóvil de la familia de la niña, una reproducción de la estancia de su modesto departamento e incluso los diferentes inventos creados por la menor a lo largo de los once libros de tiras cómicas en las que aparece, me provocó una enorme emoción y me recordó momentos entrañables de mi infancia y por supuesto mis lecturas de entonces.

Por cierto, confieso con algo de pena que era tal vez el año 2009 cuando en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara hice una fila de unos doscientos seguidores de Mafalda para obtener un autógrafo de Quino, yo iba al final de la línea y se cancelaron las firmas apenas a veinte lugares del mío, así que me convertí en la breve pesadilla del humorista gráfico al seguirlo por la FIL hasta que escribió su nombre en un ejemplar de “Todo Mafalda”, una acción de la que no me siento orgulloso, pero conservo como un trofeo el ejemplar.

Volviendo al recuerdo de las lecturas de infancia en Guanajuato, sin duda los libros de Mafalda fueron de los primeros textos en mis manos al aprender a leer, sus historias y personajes son parte de la memoria de mi niñez, como también lo confieso la entonces recién aparecida revista a finales de la década de los setenta de “MAD en español” con sus inigualables parodias de películas y series de televisión estadounidenses.

Junto con esa revista había otras que seguramente otros niños y niñas de mi generación consumían como el cómic español de “Mortadelo” y “Zipi y Zape”, ambos creados por Francisco Ibáñez y que son sin duda un clásico en su género en España. Desafortunadamente dejaron de publicarse en México y la única manera de leerlo es en libros editados en ese país.

En otras revistas para niños a finales de la década de los setenta del siglo XX estaba de efímera existencia El Circo, una publicación con artículos interesantes para niños y con muy creativas tiras cómicas con personajes propios como “El vampiro vegetariano”, una propuesta de revista infantil mexicana muy interesante a la que se sumaron otras como los primeros números de la ya desaparecida revista “Chispa” del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), una publicación que prefería no leer pues me frustraba que nunca me salían bien los experimentos que ahí presentaban.

Sin embargo, una de mis lecturas predilectas era la enciclopedia Colibrí editada por la SEP y Salvat, la cual salía a la venta como revista semanal para encuadernarse al reunirse cada volumen que al final sumaron doce. Reconozco que gracias a mi tenaz obsesión adquirí y leí la colección completa que finalmente era una enciclopedia. Una obra fundamental en mi formación como lector.

Junto con esas revistas y publicaciones periódicas, en mi niñez leí algunos libros que pienso todo en conjunto contribuyeron en mi manera de ver el mundo, siendo el primero “Corazón. Diario de un niño” de Edmundo de Amicis y el infaltable “Las aventuras de Tom Sawyer” de Mark Twain, pasando por otras lecturas menores como “La guerra de las galaxias” de George Lucas, no me justifico, pero los primeros lectores estamos repletos de leer un poco de todo si carecemos de un guía.

Lo cierto es que más allá de la limitada oferta de la programación de la televisión en mi generación, mi opción en Guanajuato estaba en jugar en la calle, en el cerro o en la presa con mis amigos y en la lectura. Algo que pienso, no era muy diferente al conversar con mis amigos de Aguascalientes.

Ahora queda echarse un chapuzón en las opciones de lectura, películas y series para los niños de esta actual generación y con base en ello podremos darnos una idea cómo serán los adultos del futuro. Una tarea por realizar en las próximas semanas.