/ viernes 3 de septiembre de 2021

Café Fausto | Creatividad literaria en tiempos de Covid

Era la segunda mitad del año 2006, tenía apenas un par de días de haber llegado como escritor becario a Chile acompañado de Diego mi hijo y de Abril quien entonces era mi esposa. Como balde de agua fría nos llegó la noticia de que a causa de un escándalo de corrupción del gobierno chileno quedaban temporalmente suspendidos los pagos de becas nacionales e internacionales, así que técnicamente estábamos varados en un modesto hotel en Santiago de Chile con unos pocos ahorros para sobrevivir unas semanas y los boletos de avión para regresar a México.

En lo que tramitaba que se destrabara mi pago pasaron días y yo estaba bloqueado para escribir cualquier poema, Abril me sugirió que escribiera sobre las angustias de que la beca no llegara, yo sin pensarlo dos veces le respondí que “se puede escribir estando angustiado, pero no puedes escribir si estás demasiado angustiado”. Por fortuna pude destrabar ese pago y realicé mi residencia artística completa escribiendo los libros “Cementerio General” y “El árbol de los libres”, pero la experiencia de lo que es tratar de crear en momentos de crisis me quedó muy bien aprendida.

Cierto, es complicado escribir en momentos difíciles, pero algo se puede intentar, por eso en estos meses de Coronavirus organicé y coordiné dos talleres de creación literaria de Cuento y Poesía en tiempos de pandemia dirigido a que los participantes reflejen la realidad social y su experiencia personal sobre este hecho inédito. Es interesante cómo la perspectiva de los creadores participantes respecto a los acontecimientos fue muy diferente durante la primera y luego en la segunda ola de contagios.

Durante el primer taller organizado por el CIELA- Fraguas del Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA) en la modalidad a distancia a través de la plataforma Zoom, los participantes registrados eran algunos de Aguascalientes, pero sobre todo también de Jalisco, Guanajuato, Veracruz, así como de Colombia, Ecuador y una mexicana residente en Estados Unidos.

Por la modalidad del taller, la regla era que los poemas y cuentos deberían ser breves para una más práctica corrección de los textos. En ellos los participantes, mitad jóvenes y otro tanto de personas mayores de cuarenta años reflejaban su miedo a una enfermedad desconocida, la tristeza y desconcierto del aislamiento y la desesperación y pesar al enterarse de los fallecidos a causa del virus.

Textos como los de la mexicana residente en Estados Unidos sobre la tragedia de los trabajadores ilegales del campo que debían laborar en medio de la pandemia para sobrevivir, o la narradora ecuatoriana que describió en una crónica su impotencia y angustia del contagio de su hijo que vivía solo en una ciudad vecina en la que la gente sacaba a quemar los cadáveres en las calles al verse rebasadas por la pandemia las autoridades sanitarias, fueron entre las piezas creativas más emblemáticas e ilustrativas de ese trabajo colectivo.

Sin duda, la valentía y la honestidad de los participantes al mostrar sus emociones y su perspectiva de la realidad fue lo más valioso, pues nos muestran en ellos esa primera etapa de la pandemia llena de sorpresa y desconcierto.

Meses después a través de la Universidad de Guanajuato en la zona correspondiente a Irapuato, Salamanca y Celaya, coordiné un taller similar conformado sobre todo por jóvenes estudiantes de nivel licenciatura con video sesiones a través de una plataforma propia de la Casa de Estudios durante lo que podría ser la segunda ola de contagios ya en la primera etapa de vacunación a los adultos mayores.

Los jóvenes creadores de este taller mostraron en sus cuentos y poemas el hastío del encierro, la necesidad del contacto humano, la soledad y los temores de sus padres y abuelos de morir contagiados. El periodo de los fallecidos de la primera etapa de la pandemia era más cercano al recuerdo que a la tragedia viva, como si hubieran pasado años y no meses. El hecho de ser jóvenes al parecer los hacía sentirse seguros de que ellos no los afectaría el virus.

Era más el cansancio de esa nueva realidad de encierro que los miedos y angustia del inicio de la pandemia. Es curioso que las piezas literarias que mejor reflejaban la atmósfera social fueron aquellos realizados como cuentos de ciencia ficción.

En ambos talleres, sin embargo, el común denominador es que las obras eran más textos de emergencia para mostrar la realidad y requerían de un segundo o tercer trabajo de corrección para lograr una mejor calidad literaria, sin embargo, por lo que retrataban ya los hacía de un valor social e histórico enorme. Queda pendiente la posibilidad de la publicación de todos esos cuentos y poemas.

Lo cierto es que no es lo mismo escribir durante una pandemia, que tratar de hacerlo contagiado en medio de esa pandemia. En estos quince días en que estuve enfermo me fue imposible leer y menos escribir, de ahí que incluso no redacté la columna, y es que además del malestar de los síntomas reitero que “no puedes escribir si estás demasiado angustiado”.

Ya estoy sin el “bicho”, pero poder escribir sobre lo vivido, seguramente no será pronto, pero será necesario como lo constaté con los textos de esos valientes y honestos talleristas que se esforzaron por retratar todo esto que ahora vivimos. Queda en vuestra duda a futuro cual será la gran obra literaria que surja y nos hable de esta pandemia.

Era la segunda mitad del año 2006, tenía apenas un par de días de haber llegado como escritor becario a Chile acompañado de Diego mi hijo y de Abril quien entonces era mi esposa. Como balde de agua fría nos llegó la noticia de que a causa de un escándalo de corrupción del gobierno chileno quedaban temporalmente suspendidos los pagos de becas nacionales e internacionales, así que técnicamente estábamos varados en un modesto hotel en Santiago de Chile con unos pocos ahorros para sobrevivir unas semanas y los boletos de avión para regresar a México.

En lo que tramitaba que se destrabara mi pago pasaron días y yo estaba bloqueado para escribir cualquier poema, Abril me sugirió que escribiera sobre las angustias de que la beca no llegara, yo sin pensarlo dos veces le respondí que “se puede escribir estando angustiado, pero no puedes escribir si estás demasiado angustiado”. Por fortuna pude destrabar ese pago y realicé mi residencia artística completa escribiendo los libros “Cementerio General” y “El árbol de los libres”, pero la experiencia de lo que es tratar de crear en momentos de crisis me quedó muy bien aprendida.

Cierto, es complicado escribir en momentos difíciles, pero algo se puede intentar, por eso en estos meses de Coronavirus organicé y coordiné dos talleres de creación literaria de Cuento y Poesía en tiempos de pandemia dirigido a que los participantes reflejen la realidad social y su experiencia personal sobre este hecho inédito. Es interesante cómo la perspectiva de los creadores participantes respecto a los acontecimientos fue muy diferente durante la primera y luego en la segunda ola de contagios.

Durante el primer taller organizado por el CIELA- Fraguas del Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA) en la modalidad a distancia a través de la plataforma Zoom, los participantes registrados eran algunos de Aguascalientes, pero sobre todo también de Jalisco, Guanajuato, Veracruz, así como de Colombia, Ecuador y una mexicana residente en Estados Unidos.

Por la modalidad del taller, la regla era que los poemas y cuentos deberían ser breves para una más práctica corrección de los textos. En ellos los participantes, mitad jóvenes y otro tanto de personas mayores de cuarenta años reflejaban su miedo a una enfermedad desconocida, la tristeza y desconcierto del aislamiento y la desesperación y pesar al enterarse de los fallecidos a causa del virus.

Textos como los de la mexicana residente en Estados Unidos sobre la tragedia de los trabajadores ilegales del campo que debían laborar en medio de la pandemia para sobrevivir, o la narradora ecuatoriana que describió en una crónica su impotencia y angustia del contagio de su hijo que vivía solo en una ciudad vecina en la que la gente sacaba a quemar los cadáveres en las calles al verse rebasadas por la pandemia las autoridades sanitarias, fueron entre las piezas creativas más emblemáticas e ilustrativas de ese trabajo colectivo.

Sin duda, la valentía y la honestidad de los participantes al mostrar sus emociones y su perspectiva de la realidad fue lo más valioso, pues nos muestran en ellos esa primera etapa de la pandemia llena de sorpresa y desconcierto.

Meses después a través de la Universidad de Guanajuato en la zona correspondiente a Irapuato, Salamanca y Celaya, coordiné un taller similar conformado sobre todo por jóvenes estudiantes de nivel licenciatura con video sesiones a través de una plataforma propia de la Casa de Estudios durante lo que podría ser la segunda ola de contagios ya en la primera etapa de vacunación a los adultos mayores.

Los jóvenes creadores de este taller mostraron en sus cuentos y poemas el hastío del encierro, la necesidad del contacto humano, la soledad y los temores de sus padres y abuelos de morir contagiados. El periodo de los fallecidos de la primera etapa de la pandemia era más cercano al recuerdo que a la tragedia viva, como si hubieran pasado años y no meses. El hecho de ser jóvenes al parecer los hacía sentirse seguros de que ellos no los afectaría el virus.

Era más el cansancio de esa nueva realidad de encierro que los miedos y angustia del inicio de la pandemia. Es curioso que las piezas literarias que mejor reflejaban la atmósfera social fueron aquellos realizados como cuentos de ciencia ficción.

En ambos talleres, sin embargo, el común denominador es que las obras eran más textos de emergencia para mostrar la realidad y requerían de un segundo o tercer trabajo de corrección para lograr una mejor calidad literaria, sin embargo, por lo que retrataban ya los hacía de un valor social e histórico enorme. Queda pendiente la posibilidad de la publicación de todos esos cuentos y poemas.

Lo cierto es que no es lo mismo escribir durante una pandemia, que tratar de hacerlo contagiado en medio de esa pandemia. En estos quince días en que estuve enfermo me fue imposible leer y menos escribir, de ahí que incluso no redacté la columna, y es que además del malestar de los síntomas reitero que “no puedes escribir si estás demasiado angustiado”.

Ya estoy sin el “bicho”, pero poder escribir sobre lo vivido, seguramente no será pronto, pero será necesario como lo constaté con los textos de esos valientes y honestos talleristas que se esforzaron por retratar todo esto que ahora vivimos. Queda en vuestra duda a futuro cual será la gran obra literaria que surja y nos hable de esta pandemia.