Verdes, blancos, nevados, de manera ¡y hasta de color negro! Los árboles de Navidad son uno de los símbolos más representativos de las tradiciones decembrinas; y en muchas ocasiones, se convierten en el corazón de todas las decoraciones en los hogares.
Se cree que el origen de esta práctica, se encuentra ligada a las celebraciones que se realizaban en para el dios de la fertilidad y el sol, llamado Frey, en la que los antiguos habitantes europeos colocaban manzanas y frutos sobre los árboles, para honrarle.
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Como muchas otras costumbres, con el paso del tiempo se convirtió en un medio para evangelizar los pueblos, durante la segunda mitad del siglo XIX.
En México, esta tradición comenzó en el año 1864, cuando Maximiliano de Habsburgo adoptó esta decoración del Castillo de Chapultepec, donde habitaba después de llegar de Europa. Como podría suponerse, el árbol fue decorado de manera fastuosa, lo suficiente para que las familias acomodadas de la época, quisieran tener uno propio en la sala de su casa.
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No obstante, luego de la muerte de Maximiliano en 1867, quedarían erradicadas todas las costumbres que durante su imperio surgieron, entre ellas, la del árbol de Navidad; lo que ocasionó que durante tres años, ningún arbolito se colocara en los hogares.
Fue el militar Miguel Negrete, quien retomó la práctica en 1878, al interior de su casa familiar, decorándolo con heno, luces de colores y otros accesorios; pero fue hasta mediados del siglo XX, cuando colocar el árbol de Navidad se volviera común en las casas mexicanas, luciendo al pie, el Nacimiento.
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