Es primero de diciembre y… ¡Ya huele a Navidad!
Es común escuchar esta frase, cuando las temperaturas comienzan a bajar, cuando algunas flores de Nochebuena ya se dejan ver en ventanas y puertas; o bien, cuando las luces de colores la decoran las fachadas de los hogares.
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Pero, ¿a qué se refiere la gente cuando dice que ya huele a Navidad?
Lo cierto es que, a cada quién, le vendrán a la mente aromas, recuerdos y sabores distintos, según la época, el lugar o las costumbres de su familia. No obstante, todos, de alguna manera, coinciden en el ponche caliente, los tamales recién hechecitos, el recalentado de romeritos o de birria.
AROMAS Y SABORES DE LA INFANCIA
Para muchos, la Navidad huele a galletas betunadas, a dulces de colación, a la caña que entraba sí o sí, en la bolsita del bolo atiborrado de cacahuates.
Por supuesto, la mandarina y la naranja no pueden faltar, ni en el bolo, ni en el ponche, al que le da un sabor especial la guayaba, el tamarindo, la canela, el anís y, para los más traviesos, “el piquete” de tequila.
Entre la nostalgia, se asoma también el olor de la abuelita, que prepara con todo el cariño del mundo, los crujientes buñuelos y su respectivo champurrado; mientras que en el honor, se preparaban los romeritos con mole, la pierna y el lomo.
Aunque no fuese muy agradable, las velitas de las posadas también dejaron marcada la memoria de muchos, cuando luego de entonar los cánticos, había que apagarla para no “chamuscarle” el cabello al primito o al hermano.
Sin lugar a dudas, las memorias y las imágenes son distintas para cada vivencia, pero todas emocionan igual cuando en el aire se percibe que ¡ya huele a Navidad!
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