/ martes 17 de octubre de 2023

Orientación Vocacional…un deber institucional

Hace algunos días mi esposa y yo conversábamos con la mama de una excompañera de la primaria de mis hijas. En nuestra charla recordábamos cuando apenas eran unas niñas

adolescentes, debió haber sido en 2007 cuando fueron compañeras escolares. En nuestro dialogo venía a la memoria aquellos tiempos en que podíamos decidir en la generalidad de sus deseos o proyectos.

No debe sorprender el numero de padres y menores que a esa edad tomamos decisiones coordinadas o a su nombre, precisamente en la etapa de la adolescencia los menores necesitan del acompañamiento de sus tutores en la mayoría de las decisiones. A esa edad las decisiones tienen que ver con preferencias o gustos de varias cuestiones relacionadas a esa etapa de la vida, que no deben ser muchas por ser seres dependientes.

Naturalmente por obviedad de razones, un sinnúmero de familias tradicionales a nuestra cultura, optamos por supervisar, guiar y corregir a nuestros descendientes. Por conveniencia de la propia sociedad, históricamente se ha venido aceptando que las decisiones que tomen las hijas e hijos adolescentes deben ser aprobadas previo consenso por sus progenitores.

Aquel día en que intercambiamos varios puntos de vista en torno a nuestros descendientes, imposible no abordar el tema de estado actual de sus desarrollos laborales, ya en su situación o estatus de profesionistas. Sin dejar de pensar aquel día jubilo por haber concluido una carrera y lo que representa enfrentar una inesperada realidad para la mayoría egresada de un nivel profesional. No son pocos que piensan que el haber concluido esa etapa, significa el comienzo de un proyecto de vida.

La realidad que ha venido a determinar, lo que durante mucho tiempo fue la ilusión, no solo para ellos, sino para sus padres, empieza a desvanecer ante una realidad inocultable. Tema se torna en el común denominador de muchas familias con hijas (os) que, dedicaron esfuerzo en muchos aspectos, incluso abstenciones y sacrificios colectivo-familiares, sin haber logrado beneficios.

Seguramente en estos tiempos debe ser recurrente en las familias con hijas(os) egresados, la falta de empleabilidad o el nulo ejercicio de la profesión realizada. Pocos lo realizan, según datos de INEGI, es alarmante saber que son pocos profesionistas que ejercen la profesión elegida. Sin dejar de lado, el fenómeno del desempleo cada vez más generalizado, ello, sin minimizar los bajos ingresos que, parecen ser una regla no escrita pero llevada a cabo por empleadores.

El estado en su calidad de ente políticamente responsable del desarrollo social, a través de las dependencias o entidades públicas respectivas debiera ser más puntual en el seguimiento a la política de la orientación vocacional educativa. Sin duda, una política adecuada evitaría los bajos índices de empleabilidad de profesionistas. Se trata de una realidad con la que se enfrenta la mayoría de los egresados. Los bajos niveles de empleabilidad y los raquíticos ingresos han ido en incremento; en parte, por la inadecuada o inexistente orientación vocacional.

No solo la educación media superior y todo el sistema educativo debiera enfocar más su atención en una política en orientación vocacional.

Especialmente, las instituciones de educación superior en el país (publicas o privadas), tienen la responsabilidad institucional para promover campañas objetivas en torno a la orientación vocacional de los futuros profesionistas.

Se debe reforzar con mayor ahínco en estrategias de la educación para mejor proveer de mejores herramientas de elección, una decisión errónea puede significar un proyecto de vida torcido que puede generar frustración, rencor y resentimiento. Por tanto, significar una sociedad con rasgos de infelicidad, enfermiza y poco productiva.

Las IES deben cumplir un rol de compromiso y responsabilidad moral, pero sobre todo un deber social. Los filtros de ingresos de perfiles a programas educativos en el nivel licenciatura debe cuidarse de manera puntual, de lo contrario los costes son altos y con efectos colaterales; es decir, tanto afecta al individuo y su familia como a la colectividad.

Nuestro sistema educativo tiene una asignatura pendiente, de no implementar una adecuada política en orientación vocacional, el daño puede ser irreversible en un futuro inmediato no solo en lo individual, sino en lo colectivo. Si bien, para muchos no se advierten aparente daño general ante la inexistente política del tema, los estragos en lo particular están a la orden del día, basta voltear a ver a familiares, amigos o conocidos con esas características.

Hace algunos días mi esposa y yo conversábamos con la mama de una excompañera de la primaria de mis hijas. En nuestra charla recordábamos cuando apenas eran unas niñas

adolescentes, debió haber sido en 2007 cuando fueron compañeras escolares. En nuestro dialogo venía a la memoria aquellos tiempos en que podíamos decidir en la generalidad de sus deseos o proyectos.

No debe sorprender el numero de padres y menores que a esa edad tomamos decisiones coordinadas o a su nombre, precisamente en la etapa de la adolescencia los menores necesitan del acompañamiento de sus tutores en la mayoría de las decisiones. A esa edad las decisiones tienen que ver con preferencias o gustos de varias cuestiones relacionadas a esa etapa de la vida, que no deben ser muchas por ser seres dependientes.

Naturalmente por obviedad de razones, un sinnúmero de familias tradicionales a nuestra cultura, optamos por supervisar, guiar y corregir a nuestros descendientes. Por conveniencia de la propia sociedad, históricamente se ha venido aceptando que las decisiones que tomen las hijas e hijos adolescentes deben ser aprobadas previo consenso por sus progenitores.

Aquel día en que intercambiamos varios puntos de vista en torno a nuestros descendientes, imposible no abordar el tema de estado actual de sus desarrollos laborales, ya en su situación o estatus de profesionistas. Sin dejar de pensar aquel día jubilo por haber concluido una carrera y lo que representa enfrentar una inesperada realidad para la mayoría egresada de un nivel profesional. No son pocos que piensan que el haber concluido esa etapa, significa el comienzo de un proyecto de vida.

La realidad que ha venido a determinar, lo que durante mucho tiempo fue la ilusión, no solo para ellos, sino para sus padres, empieza a desvanecer ante una realidad inocultable. Tema se torna en el común denominador de muchas familias con hijas (os) que, dedicaron esfuerzo en muchos aspectos, incluso abstenciones y sacrificios colectivo-familiares, sin haber logrado beneficios.

Seguramente en estos tiempos debe ser recurrente en las familias con hijas(os) egresados, la falta de empleabilidad o el nulo ejercicio de la profesión realizada. Pocos lo realizan, según datos de INEGI, es alarmante saber que son pocos profesionistas que ejercen la profesión elegida. Sin dejar de lado, el fenómeno del desempleo cada vez más generalizado, ello, sin minimizar los bajos ingresos que, parecen ser una regla no escrita pero llevada a cabo por empleadores.

El estado en su calidad de ente políticamente responsable del desarrollo social, a través de las dependencias o entidades públicas respectivas debiera ser más puntual en el seguimiento a la política de la orientación vocacional educativa. Sin duda, una política adecuada evitaría los bajos índices de empleabilidad de profesionistas. Se trata de una realidad con la que se enfrenta la mayoría de los egresados. Los bajos niveles de empleabilidad y los raquíticos ingresos han ido en incremento; en parte, por la inadecuada o inexistente orientación vocacional.

No solo la educación media superior y todo el sistema educativo debiera enfocar más su atención en una política en orientación vocacional.

Especialmente, las instituciones de educación superior en el país (publicas o privadas), tienen la responsabilidad institucional para promover campañas objetivas en torno a la orientación vocacional de los futuros profesionistas.

Se debe reforzar con mayor ahínco en estrategias de la educación para mejor proveer de mejores herramientas de elección, una decisión errónea puede significar un proyecto de vida torcido que puede generar frustración, rencor y resentimiento. Por tanto, significar una sociedad con rasgos de infelicidad, enfermiza y poco productiva.

Las IES deben cumplir un rol de compromiso y responsabilidad moral, pero sobre todo un deber social. Los filtros de ingresos de perfiles a programas educativos en el nivel licenciatura debe cuidarse de manera puntual, de lo contrario los costes son altos y con efectos colaterales; es decir, tanto afecta al individuo y su familia como a la colectividad.

Nuestro sistema educativo tiene una asignatura pendiente, de no implementar una adecuada política en orientación vocacional, el daño puede ser irreversible en un futuro inmediato no solo en lo individual, sino en lo colectivo. Si bien, para muchos no se advierten aparente daño general ante la inexistente política del tema, los estragos en lo particular están a la orden del día, basta voltear a ver a familiares, amigos o conocidos con esas características.