/ martes 21 de mayo de 2024

El arte del gobierno parte III

Maquiavelo busca en Tito Livio respuestas que le orienten para sacar a Italia de sus desventuras, debilidades, estrecheces regionalistas y corrupción en la que se encuentra. El florentino, un hombre inédito de reconocimiento e influencia universal, dedica un tratado a la reflexión sobre el arte del gobierno. Lo hace a partir de circunstancias opuestas de su país, centrándose en una taxonomía de regímenes políticos y realidades sociales concretas de distintos estados, con el propósito de delimitar perímetros de validez y eficacia en el actuar de un gobernante.

A pesar de los embustes desproporcionales recibidos, de los que es objeto, promovidos por una generalidad de quienes lo han mal leído en su obra El Príncipe, aquellos que le han leído y comprendido darán cuenta de su capacidad e interés por hacer de Italia un estado unificado capaz de competir política y económicamente ante un estado devastado y conflictuado que era. Su agudeza reflexiva y el actuar político en la función pública dicen mucho del autor, así lo advierte Ugo Pipitone: "el autor del príncipe, libro fundamental en la reflexión política occidental y, sin embargo, un texto mal leído (y peor comprendido) por sus contemporáneos y por las muchas generaciones posteriores." Esto significa que un maquiavelismo alimentado inconsciente e inadecuadamente como cruel se ha promovido erróneamente como el modelo o forma de gobernar perversa. Muchos, embebidos por la ignorancia, lo refieren como si de una maldición se tratara.

En realidad, la intención de Maquiavelo fue la unificación de un país fragmentado, saqueado, inestable e ingobernable. No perdamos de vista que El Príncipe no se trató sino de una especie de manual o recomendaciones dirigida expresamente al gobernante de buena fe y bien intencionado. La experiencia en asuntos de estado le da crédito al florentino, quien pretendió ofrecer su talento de hombre de Estado a los Medici. Sin duda, el mejor estratega en el arte del gobierno. Su deseo se definía por hacer algo importante en su país; sí, por supuesto anhelaba recibir honores.

En la guía del arte de gobierno, escribe sobre el realismo político de su época, en la que fusiona idealismo y realismo. Al autor del príncipe, refiere Pipitone, le distinguía "una personalidad que unía la agudeza de percepción de los contrastes políticos de las relaciones de fuerza de su época con una naturaleza mordaz y el gusto por la ironía punzante, libre de toda sentenciosa solemnidad". La intención de unificar Italia fue su tarea. El propósito, construir un Estado de raíces sólidas que permitiera avanzar hacia objetivos de gobernabilidad y de representación unitaria de intereses distintos. Dado el contexto social y político, la obra (El Príncipe) se basa fundamentalmente en la posibilidad que lo colocara en "un país en condiciones de competir política y económicamente con otros Estados nación europeos." No perdamos de vista que, para la época, Italia se encontraba fragmentada entre potencias regionales rivales; incluso, las mismas potencias padecían divisiones al interior.

Las aportaciones del pensador político en la obra, El Príncipe, revelan su innegable inspiración nacional y su invitación a la acción política. Una particularidad relevante del hombre de estado analizado es el método usado. Refiere Isaiah Berlin, autor citado por Pipitone: se trata de "una mezcla de empirismo, observación, conocimiento histórico y sagacidad…". En un intento analítico y comparativo del método utilizado por Maquiavelo en contraste con el utilizado por gobernantes de nuestra época republicana, concluiríamos que en éstos es prácticamente inexistente un método: no hay esa mezcla de empirismo; esto porque, ante una irrealizable observación, se actualiza un ocultamiento, peor aún, se podría tratar solo de una imaginación al resultado de decisiones del gobernante (funcionarios y otros órganos que conforman la república).

Las ideas, evidentemente, no serán producto de un conocimiento previo formado a partir de percepciones sensoriales. Se deja de observar o simplemente no se quiere observar. Ante la inobservancia, es imposible construir conocimiento histórico; seguidamente, hay ausencia de sagacidad del gobernante, es decir, carecería de comprensión. Sin análisis, la toma de decisiones inteligentes es irreal y superflua, incluso hasta opuesta al interés colectivo.

Maquiavelo, inspirado en Bruto el Viejo en relación con la virtud romana y la fidelidad de las instituciones republicanas, señala que la política se sostiene en consensos ciudadanos, porque ante la ausencia de éstos, se corre riesgo de no contar con raíces sólidas. Deja claro que las aprobaciones comunales no debieran ser resultado de la manipulación colectiva a través de concesiones y/o favores en la búsqueda de conseguir el poder político. En su indagatoria, Pipitone sostiene que Maquiavelo jamás en la obra de su autoría "El Príncipe" pronunció la frase célebre que se ha convertido en una maldición en su contra, "los fines justifican los medios".

Frase que ha implicado artificios y embustes en contra de alguien que pretendió solo aportar patrióticamente a su nación una guía para unificarla. En su quehacer público, Maquiavelo aprendió a evaluar las circunstancias a partir de los proyectos, las intenciones y las pulsiones de sus poderosos interlocutores. Además de la inteligencia del gobernante, debe tener capacidad de cambiar sus políticas dependiendo de la dirección e intensidad de los vientos a los que se enfrenta. No vendría mal un pensante y actor político como Maquiavelo a nuestra sociedad. Sin duda, sería un factor para unificar al país.


Eulogio Monreal Ávila

Maquiavelo busca en Tito Livio respuestas que le orienten para sacar a Italia de sus desventuras, debilidades, estrecheces regionalistas y corrupción en la que se encuentra. El florentino, un hombre inédito de reconocimiento e influencia universal, dedica un tratado a la reflexión sobre el arte del gobierno. Lo hace a partir de circunstancias opuestas de su país, centrándose en una taxonomía de regímenes políticos y realidades sociales concretas de distintos estados, con el propósito de delimitar perímetros de validez y eficacia en el actuar de un gobernante.

A pesar de los embustes desproporcionales recibidos, de los que es objeto, promovidos por una generalidad de quienes lo han mal leído en su obra El Príncipe, aquellos que le han leído y comprendido darán cuenta de su capacidad e interés por hacer de Italia un estado unificado capaz de competir política y económicamente ante un estado devastado y conflictuado que era. Su agudeza reflexiva y el actuar político en la función pública dicen mucho del autor, así lo advierte Ugo Pipitone: "el autor del príncipe, libro fundamental en la reflexión política occidental y, sin embargo, un texto mal leído (y peor comprendido) por sus contemporáneos y por las muchas generaciones posteriores." Esto significa que un maquiavelismo alimentado inconsciente e inadecuadamente como cruel se ha promovido erróneamente como el modelo o forma de gobernar perversa. Muchos, embebidos por la ignorancia, lo refieren como si de una maldición se tratara.

En realidad, la intención de Maquiavelo fue la unificación de un país fragmentado, saqueado, inestable e ingobernable. No perdamos de vista que El Príncipe no se trató sino de una especie de manual o recomendaciones dirigida expresamente al gobernante de buena fe y bien intencionado. La experiencia en asuntos de estado le da crédito al florentino, quien pretendió ofrecer su talento de hombre de Estado a los Medici. Sin duda, el mejor estratega en el arte del gobierno. Su deseo se definía por hacer algo importante en su país; sí, por supuesto anhelaba recibir honores.

En la guía del arte de gobierno, escribe sobre el realismo político de su época, en la que fusiona idealismo y realismo. Al autor del príncipe, refiere Pipitone, le distinguía "una personalidad que unía la agudeza de percepción de los contrastes políticos de las relaciones de fuerza de su época con una naturaleza mordaz y el gusto por la ironía punzante, libre de toda sentenciosa solemnidad". La intención de unificar Italia fue su tarea. El propósito, construir un Estado de raíces sólidas que permitiera avanzar hacia objetivos de gobernabilidad y de representación unitaria de intereses distintos. Dado el contexto social y político, la obra (El Príncipe) se basa fundamentalmente en la posibilidad que lo colocara en "un país en condiciones de competir política y económicamente con otros Estados nación europeos." No perdamos de vista que, para la época, Italia se encontraba fragmentada entre potencias regionales rivales; incluso, las mismas potencias padecían divisiones al interior.

Las aportaciones del pensador político en la obra, El Príncipe, revelan su innegable inspiración nacional y su invitación a la acción política. Una particularidad relevante del hombre de estado analizado es el método usado. Refiere Isaiah Berlin, autor citado por Pipitone: se trata de "una mezcla de empirismo, observación, conocimiento histórico y sagacidad…". En un intento analítico y comparativo del método utilizado por Maquiavelo en contraste con el utilizado por gobernantes de nuestra época republicana, concluiríamos que en éstos es prácticamente inexistente un método: no hay esa mezcla de empirismo; esto porque, ante una irrealizable observación, se actualiza un ocultamiento, peor aún, se podría tratar solo de una imaginación al resultado de decisiones del gobernante (funcionarios y otros órganos que conforman la república).

Las ideas, evidentemente, no serán producto de un conocimiento previo formado a partir de percepciones sensoriales. Se deja de observar o simplemente no se quiere observar. Ante la inobservancia, es imposible construir conocimiento histórico; seguidamente, hay ausencia de sagacidad del gobernante, es decir, carecería de comprensión. Sin análisis, la toma de decisiones inteligentes es irreal y superflua, incluso hasta opuesta al interés colectivo.

Maquiavelo, inspirado en Bruto el Viejo en relación con la virtud romana y la fidelidad de las instituciones republicanas, señala que la política se sostiene en consensos ciudadanos, porque ante la ausencia de éstos, se corre riesgo de no contar con raíces sólidas. Deja claro que las aprobaciones comunales no debieran ser resultado de la manipulación colectiva a través de concesiones y/o favores en la búsqueda de conseguir el poder político. En su indagatoria, Pipitone sostiene que Maquiavelo jamás en la obra de su autoría "El Príncipe" pronunció la frase célebre que se ha convertido en una maldición en su contra, "los fines justifican los medios".

Frase que ha implicado artificios y embustes en contra de alguien que pretendió solo aportar patrióticamente a su nación una guía para unificarla. En su quehacer público, Maquiavelo aprendió a evaluar las circunstancias a partir de los proyectos, las intenciones y las pulsiones de sus poderosos interlocutores. Además de la inteligencia del gobernante, debe tener capacidad de cambiar sus políticas dependiendo de la dirección e intensidad de los vientos a los que se enfrenta. No vendría mal un pensante y actor político como Maquiavelo a nuestra sociedad. Sin duda, sería un factor para unificar al país.


Eulogio Monreal Ávila