/ martes 3 de octubre de 2023

Felicidad en desgracia ajena

Hace algunos años cuando me confiaron desempeñar la responsabilidad de rector en la universidad politécnica de Aguascalientes; en una conversación con quien entonces colaboraba para la propia institución como secretario académico, me compartía su impresión un tanto desconcertado y sin lograr entender las formas de gozo y felicidad con las que se conducen algunas personas ante la desdicha de otros semejantes. Su desconcierto razonado de esas emociones de regocijo que algunas personas adoptaban surgía cuando a alguien incompatible a ellas sufría alguna desventura.

Normalmente, la paradoja de la felicidad a causa de la desgracia ajena se presenta en personas que sienten anima aversión, odio, coraje, envidia o existe algún resentimiento. Por cierto, no deben ser pocos los casos, en que se deje ver esa felicidad ilegítima, se podría presentar por simple falta de trato, incompatibilidad o antipatía.

En esa conversación, el secretario me compartía lo enigmático que le resultaba no tener una respuesta convincente ante dichas circunstancias emocionales de personajes un tanto complejos, resumía sus apreciaciones con un “no entender” esas posturas intransigentes. Profundizando nuestro tema, notoriamente advertí desconcierto de lo que observaba en personas malintencionadas.

En mi interlocutor crecía su decepción cuando de por medio se concebía cierta hipocresía de personas felices ante la desdicha ajena, se leía desesperanza por esa doblez asumida con un adverso. Razones de sobra justificaban su estado de ánimo.

Con cierta decepción y desavenencia en esa charla compartía su asombro a la vez su inadmisibilidad, de que existieran personas que experimentaran felicidad, goce, alegría inocultable ante la desgracia ajena. Insistía estar sorprendido de como personas manifestaban más felicidad en desgracia ajena, que de experiencias satisfactorias propias.

Innegablemente a lo largo de la historia de la humanidad, ese fenómeno o condición de las personas ha existido. Sin embargo, pareciera que en nuestro tiempo el contexto social, político y cultural que padecemos agudiza ese mal necesario intercomunitario. En nuestros días, habrá quien pretenda deducir que es a causa de identidad de grupo o por el bien de

fortalecer expresiones ideológicas; en las que evidentemente ante el encono de posturas, por un lado, dividen; por otro, aparentemente fortalece en popularidad.

Para muestra de las formas inadecuadas asumidas por personas en las que expresan su felicidad ante la desventura de un tercero, basta explorar los medios de comunicación tradicional o esos espacios virtuales (redes sociales: Twitter, Facebook, Instagram, telegram, X, entre otras), que se han convertido en la principal fuente de des-información.

Denostar, difamar, satanizar, hacer escarnio en desgracia ajena, ofender, faltar al respecto a personas, injuriar, son algunos de los vicios que en esta des-evolución de la tecnología se han venido desarrollando con mayor fuerza y gradualidad; por cierto, en las que se aprecia una actitud permisiva del estado.

Como lo señalo en renglones arriba, no escapa espacio público, social o privado en el que se presente este vició que condiciona y trastoca las formas de civilidad a la que puede aspirar cualquier sociedad humanista.

En la semana recién concluida se observaba en los medios de comunicación y espacios virtuales (electrónicos) claras practicas inadecuadas en las que se aprecia una notoria felicidad de algunos, ante desgracias ajenas (de otros).

Por citar un ejemplo en la jerga política; recientemente se publicaron sendas de manifestaciones de felicidad ante la desdicha de una aspirante a gobernar una entidad en el próximo proceso electoral de 2024, ante la decisión de una cúpula del partido de dejar fuera a ese aspirante.

Las reacciones de júbilo de ex correligionarios se dejaron ver en redes sociales y medios de comunicación tradicionales: un coordinador de diputados federales quien con una sonrisa “utilizó una fotografía de él riendo, así habrían dejado fuera al legislador del proceso interno…”

Otra ex correligionaria en redes manifestaba que el senador se había visto “verde” insinuando que eso le paso por pasarse a un partido que lleva como siglas esa palabra. Señaló “se vio veeeerde. Le dijeron que en Morena-PVEM sería gobernador y ¡ni siquiera le dieron chance de llegar a la encuesta! PONGANSE BUSOS. Quienes crean que en morena o el verde les darán candidaturas o chambas podrían quedarse como el perro de las dos tortas…podrían dejarlos vestidos y alborotados, claro de ‘rojo quemado”.

Así las cosas, podríamos vaciar un sinnúmero de expresiones de odio, intolerancia, o simplemente de felicidad ante el infortunio ajeno. Esto, no solo se presenta en lo político y en un solo partido o expresión política; que decir de lo social y lo privado, las formas de interlocución se han venido transformando en vicios que dañan a las personas y a la sociedad misma.

Una pisca de humildad, humanismo, prudencia, compasión y solidaridad no es imposible. Es plantearse ser diferente para construir armonía y bienestar; será recomendable tomar lecciones del filósofo materialista, racionalista y humanista André Comte-Sponville

Recordando aquella conversación con MAPR, concluí que la razón dialogada por varios minutos nos condujo a una realidad que no dejaremos de ver.

Hace algunos años cuando me confiaron desempeñar la responsabilidad de rector en la universidad politécnica de Aguascalientes; en una conversación con quien entonces colaboraba para la propia institución como secretario académico, me compartía su impresión un tanto desconcertado y sin lograr entender las formas de gozo y felicidad con las que se conducen algunas personas ante la desdicha de otros semejantes. Su desconcierto razonado de esas emociones de regocijo que algunas personas adoptaban surgía cuando a alguien incompatible a ellas sufría alguna desventura.

Normalmente, la paradoja de la felicidad a causa de la desgracia ajena se presenta en personas que sienten anima aversión, odio, coraje, envidia o existe algún resentimiento. Por cierto, no deben ser pocos los casos, en que se deje ver esa felicidad ilegítima, se podría presentar por simple falta de trato, incompatibilidad o antipatía.

En esa conversación, el secretario me compartía lo enigmático que le resultaba no tener una respuesta convincente ante dichas circunstancias emocionales de personajes un tanto complejos, resumía sus apreciaciones con un “no entender” esas posturas intransigentes. Profundizando nuestro tema, notoriamente advertí desconcierto de lo que observaba en personas malintencionadas.

En mi interlocutor crecía su decepción cuando de por medio se concebía cierta hipocresía de personas felices ante la desdicha ajena, se leía desesperanza por esa doblez asumida con un adverso. Razones de sobra justificaban su estado de ánimo.

Con cierta decepción y desavenencia en esa charla compartía su asombro a la vez su inadmisibilidad, de que existieran personas que experimentaran felicidad, goce, alegría inocultable ante la desgracia ajena. Insistía estar sorprendido de como personas manifestaban más felicidad en desgracia ajena, que de experiencias satisfactorias propias.

Innegablemente a lo largo de la historia de la humanidad, ese fenómeno o condición de las personas ha existido. Sin embargo, pareciera que en nuestro tiempo el contexto social, político y cultural que padecemos agudiza ese mal necesario intercomunitario. En nuestros días, habrá quien pretenda deducir que es a causa de identidad de grupo o por el bien de

fortalecer expresiones ideológicas; en las que evidentemente ante el encono de posturas, por un lado, dividen; por otro, aparentemente fortalece en popularidad.

Para muestra de las formas inadecuadas asumidas por personas en las que expresan su felicidad ante la desventura de un tercero, basta explorar los medios de comunicación tradicional o esos espacios virtuales (redes sociales: Twitter, Facebook, Instagram, telegram, X, entre otras), que se han convertido en la principal fuente de des-información.

Denostar, difamar, satanizar, hacer escarnio en desgracia ajena, ofender, faltar al respecto a personas, injuriar, son algunos de los vicios que en esta des-evolución de la tecnología se han venido desarrollando con mayor fuerza y gradualidad; por cierto, en las que se aprecia una actitud permisiva del estado.

Como lo señalo en renglones arriba, no escapa espacio público, social o privado en el que se presente este vició que condiciona y trastoca las formas de civilidad a la que puede aspirar cualquier sociedad humanista.

En la semana recién concluida se observaba en los medios de comunicación y espacios virtuales (electrónicos) claras practicas inadecuadas en las que se aprecia una notoria felicidad de algunos, ante desgracias ajenas (de otros).

Por citar un ejemplo en la jerga política; recientemente se publicaron sendas de manifestaciones de felicidad ante la desdicha de una aspirante a gobernar una entidad en el próximo proceso electoral de 2024, ante la decisión de una cúpula del partido de dejar fuera a ese aspirante.

Las reacciones de júbilo de ex correligionarios se dejaron ver en redes sociales y medios de comunicación tradicionales: un coordinador de diputados federales quien con una sonrisa “utilizó una fotografía de él riendo, así habrían dejado fuera al legislador del proceso interno…”

Otra ex correligionaria en redes manifestaba que el senador se había visto “verde” insinuando que eso le paso por pasarse a un partido que lleva como siglas esa palabra. Señaló “se vio veeeerde. Le dijeron que en Morena-PVEM sería gobernador y ¡ni siquiera le dieron chance de llegar a la encuesta! PONGANSE BUSOS. Quienes crean que en morena o el verde les darán candidaturas o chambas podrían quedarse como el perro de las dos tortas…podrían dejarlos vestidos y alborotados, claro de ‘rojo quemado”.

Así las cosas, podríamos vaciar un sinnúmero de expresiones de odio, intolerancia, o simplemente de felicidad ante el infortunio ajeno. Esto, no solo se presenta en lo político y en un solo partido o expresión política; que decir de lo social y lo privado, las formas de interlocución se han venido transformando en vicios que dañan a las personas y a la sociedad misma.

Una pisca de humildad, humanismo, prudencia, compasión y solidaridad no es imposible. Es plantearse ser diferente para construir armonía y bienestar; será recomendable tomar lecciones del filósofo materialista, racionalista y humanista André Comte-Sponville

Recordando aquella conversación con MAPR, concluí que la razón dialogada por varios minutos nos condujo a una realidad que no dejaremos de ver.