/ viernes 4 de diciembre de 2020

“Cada caso de Covid es repetir mi historia”, dice sobreviviente del Covid-19

“Sentí como si hubiera estallado la guerra”, dice Tania Castillo sobre los días de marzo, cuando 14 integrantes de su familia enfermaron

“Sentí como si hubiera estallado la guerra”, dice Tania Castillo sobre los días que transcurrieron a partir del 17 de marzo. En las siguientes dos semanas 14 integrantes de su familia enfermaron, desde su sobrino de tres años hasta su papá de 63. Siete de ellos tuvieron que ser hospitalizados de forma escalonada pero sólo Martha, la mamá del clan, falleció a consecuencia del nuevo virus originado en Wuhan, China.

De nada sirvieron las llamadas telefónicas para solicitar el servicio de salud en un hospital público para atender a Martha. En la línea de orientación de la Ciudad de México le pidieron permanecer en casa, aislada de su familia, sin una prueba para confirmar si en el viaje que realizó a inicios de marzo por Italia, Francia y España se había contagiado. La confirmación vino de un hospital privado, pero tarde: ella se convirtió en la quinta víctima del coronavirus en México y la primera mujer en perder la batalla contra el Covid-19.

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Hoy, después de tantos meses de pandemia y de convertirse en un caso referente para muchas familias que pasaron por lo mismo, “el gobierno empieza a reconocer que lo oportuno es llegar con un médico desde los primeros síntomas y más en población de alto riesgo. Cosa que cuando a nosotros nos tocó no fue así. No tuvimos acceso a los servicios de salud, tan es así que tuvimos que pagar el tratamiento de toda mi familia, a excepción del mío porque logré acceder al Instituto Nacional de Nutrición”, lamenta Tania, la hija de Martha.

Accede a contar lo que ocurrió en esos días a pesar de que el relato le provoca volver a sentir el miedo, el dolor de haber perdido a su madre, pero también el haber vivido por cuatro días en un hospital, viendo a otros pacientes complicarse y morir.

Recuerda que en medio de los reclamos, llamadas telefónicas y súplicas para que le brindaran atención médica a su mamá, sin saber qué hacer, en medio del desconcierto y del confinamiento, lo único que pedía la familia Castillo es que les realizaran las pruebas que permitieran saber si eran portadores del nuevo virus. En pocas horas Martha pasó de tener dificultad respiratoria a estar intubada. El 24 de marzo, a las 5:25 de la tarde, falleció.

Una vez que su caso se conoció en redes sociales, lo que recibió la familia fueron ataques y descalificaciones. “Diciendo que nosotros sólo queríamos dañar al gobierno de (Andrés Manuel) López Obrador, que éramos fifís y que éramos de la derecha”.

Foto: Roberto Hernández

Durante meses Martha y su esposo, ambos abogados, planearon el viaje que ella había anhelado desde que era niña. Su hijo y su nuera los acompañaron en esa travesía que inició en Suiza.

Era febrero y para entonces lo que se conocía del nuevo virus era lejano, en China, por lo que decidieron continuar con ese sueño, llevando consigo guantes, cubrebocas y goggles.

“La información que se tenía en febrero, la que teníamos de (Hugo López) Gatell (subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud), es que no era tan grave, tan mortal, que no era para exagerar las condiciones. De hecho, el presidente (López Obrador) salió a decir que viajáramos, que no pasaba nada”.

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Todo se transformó cuando Martha, su esposo, así como su hijo y nuera llegaron a Italia. El SARS-CoV-2 los sorprendió porque las autoridades decretaron de un momento a otro el inicio del confinamiento. Buscaron retornar al país pero sólo encontraron vuelo desde España, por lo que tuvieron que pasar por Francia hasta llegar a Madrid en donde las autoridades los confinaron en un hotel por una semana, antes de regresar a México.

Tanía cree que su mamá y su hermano se contagiaron en ese vuelo, porque compartieron la nave con turistas que habían sido retenidos por pisar Italia.

El 16 de marzo la familia Castillo regresó a casa y al día siguiente Martha tuvo la primera señal del contagio: un poco de fiebre.

Para comprobar si se trataba del nuevo virus acudió al hospital ABC a realizarse la prueba. Tras pagar 25 mil pesos le indicaron que en cinco días tendrían sus resultados. Transcurrió la semana sin mayor alteración hasta el viernes que le volvió a elevar la temperatura, por lo que Tania marcó al hospital para preguntar sobre el resultado de la prueba. Le dijeron que tardarían ocho días más y decidió marcar a Locatel. Martha quedó registrada dentro de las primeras cinco mil llamadas de seguimiento.

“En esa llamada nos dijeron que iban a ir por mi mamá, que encerráramos a mi mamá en un cuarto y que nadie tuviera contacto con ella. No llegaron los servicios de emergencia. Pasó todo el viernes y nunca llegaron. Al día siguiente amaneció con fiebre y volvimos a insistir con emergencia, nos dijeron lo mismo y nos empezó a preocupar porque era el segundo día con fiebre, pero ya con problemas para respirar”.

Consiguieron un oxímetro y vieron cómo Martha iba perdiendo oxigenación por lo que la familia salió en busca de oxígeno. “Tratamos de aguantar al servicio de emergencia que iba a ir por mi mamá, aguantamos todo el día hasta cuando empezó a oscurecer y al verla cada vez más, no nos quedó de otra y la llevamos al hospital Ángeles Metropolitano”.

Ella ingresó alrededor de las siete de la noche y la primera tomografía que le hicieron reveló que tenía más de 50 por ciento de los pulmones dañados. Ese mismo día los médicos sugirieron hacer pruebas a quienes habían viajado con Martha: su esposo, su hijo y su nuera. El lunes siguiente pidieron a la familia autorización para intubar a Martha, pero como el hospital no tenía zona de aislamiento tardaron horas en iniciar el procedimiento y ella finalmente murió.

El resultado de la prueba llegó a su familia minutos después de su fallecimiento. El resultado sólo sirvió para confirmar: positivo a SARS-CoV-2, ella desarrolló Covid-19.

Mientras Martha salía en camilla rumbo a la funeraria su hijo ingresaba por otra puerta al mismo hospital y ahí inició la cadena de enfermos en la familia.

En la conferencia de Palacio Nacional, el subsecretario López-Gatell insistía: “si tuvieran síntomas, quédese en casa. No salga, en 14 días pasarán los síntomas. A menos que sea adulto mayor o tenga enfermedades crónicas para ser valorados médicamente”.

Foto: Roberto Hernández

Al día siguiente “me empiezo a sentir mal, me hacen la prueba y al tercer día llaman del hospital y me dicen: tienes Covid. Empezamos a caer todos. Primero mi hermano, luego yo, después mi hermana, mi papá, el último de mis hermanos, mi cuñado, mis sobrinos, otra cuñada y pues todos en el hospital, todos enfermos y separados. Así vivimos la primera parte de la cuarentena”, relata Tania.

Nunca más pudo besar ni abrazar a su madre. Lleva ocho meses sin que tampoco lo haga con su padre, hermanos, sobrinos y cuñados. Solo tiene miedo. Vive con dolores de cabeza parecidos a una migraña, cansancio constante, perdió agudeza visual y también capacidad de concentración, eso sin contar que ha perdido cabellera, como secuelas del nuevo virus.

Una vez sorteada la etapa de hospitalización y regresar a casa a mantener la cuarentena, Tania logró retomar el contacto con médicos, enfermeras y trabajadores sociales que la atendieron y crearon un canal telefónico de acompañamiento para aquellos que sospechan que adquirieron el virus. Es su forma de enfrentar las consecuencias del virus, informar a otros qué hacer.

“Nos ha dado la oportunidad de brindarle una opción a la gente cercana, amigos, conocidos, compañeros de trabajo con nuestra poca o limitada capacidad. Hemos acompañado historias de dolor, tratando de que el dolor sea menos y que la gente no se sienta discriminada, aislada, agredida y que supieran que compartimos lo mismo”.

“Es una forma también de enfrentar la preocupación que vivimos como familia porque sabemos de otros casos de personas que se han reinfectado. Sabemos de personas cercanas, por lo menos tres, que en la segunda ocasión les ha ido peor”, dice.

A casi nueve meses de eso y al ver que existe un rebrote en los contagios porque hay quienes han retomado su vida como si nada ocurriera y acuden a fiestas o salen a la calle sin protección, Tania no puede evitar llorar. “A mí me da mucha tristeza por ellos, porque para mí cada caso de Covid es repetir mi historia. Es saber que esto pasa una y otra vez, y aunque a lo mejor ellos no presentan los síntomas, alguien de su familia va a caer (contagiado)”.

“Sentí como si hubiera estallado la guerra”, dice Tania Castillo sobre los días que transcurrieron a partir del 17 de marzo. En las siguientes dos semanas 14 integrantes de su familia enfermaron, desde su sobrino de tres años hasta su papá de 63. Siete de ellos tuvieron que ser hospitalizados de forma escalonada pero sólo Martha, la mamá del clan, falleció a consecuencia del nuevo virus originado en Wuhan, China.

De nada sirvieron las llamadas telefónicas para solicitar el servicio de salud en un hospital público para atender a Martha. En la línea de orientación de la Ciudad de México le pidieron permanecer en casa, aislada de su familia, sin una prueba para confirmar si en el viaje que realizó a inicios de marzo por Italia, Francia y España se había contagiado. La confirmación vino de un hospital privado, pero tarde: ella se convirtió en la quinta víctima del coronavirus en México y la primera mujer en perder la batalla contra el Covid-19.

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Hoy, después de tantos meses de pandemia y de convertirse en un caso referente para muchas familias que pasaron por lo mismo, “el gobierno empieza a reconocer que lo oportuno es llegar con un médico desde los primeros síntomas y más en población de alto riesgo. Cosa que cuando a nosotros nos tocó no fue así. No tuvimos acceso a los servicios de salud, tan es así que tuvimos que pagar el tratamiento de toda mi familia, a excepción del mío porque logré acceder al Instituto Nacional de Nutrición”, lamenta Tania, la hija de Martha.

Accede a contar lo que ocurrió en esos días a pesar de que el relato le provoca volver a sentir el miedo, el dolor de haber perdido a su madre, pero también el haber vivido por cuatro días en un hospital, viendo a otros pacientes complicarse y morir.

Recuerda que en medio de los reclamos, llamadas telefónicas y súplicas para que le brindaran atención médica a su mamá, sin saber qué hacer, en medio del desconcierto y del confinamiento, lo único que pedía la familia Castillo es que les realizaran las pruebas que permitieran saber si eran portadores del nuevo virus. En pocas horas Martha pasó de tener dificultad respiratoria a estar intubada. El 24 de marzo, a las 5:25 de la tarde, falleció.

Una vez que su caso se conoció en redes sociales, lo que recibió la familia fueron ataques y descalificaciones. “Diciendo que nosotros sólo queríamos dañar al gobierno de (Andrés Manuel) López Obrador, que éramos fifís y que éramos de la derecha”.

Foto: Roberto Hernández

Durante meses Martha y su esposo, ambos abogados, planearon el viaje que ella había anhelado desde que era niña. Su hijo y su nuera los acompañaron en esa travesía que inició en Suiza.

Era febrero y para entonces lo que se conocía del nuevo virus era lejano, en China, por lo que decidieron continuar con ese sueño, llevando consigo guantes, cubrebocas y goggles.

“La información que se tenía en febrero, la que teníamos de (Hugo López) Gatell (subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud), es que no era tan grave, tan mortal, que no era para exagerar las condiciones. De hecho, el presidente (López Obrador) salió a decir que viajáramos, que no pasaba nada”.

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Todo se transformó cuando Martha, su esposo, así como su hijo y nuera llegaron a Italia. El SARS-CoV-2 los sorprendió porque las autoridades decretaron de un momento a otro el inicio del confinamiento. Buscaron retornar al país pero sólo encontraron vuelo desde España, por lo que tuvieron que pasar por Francia hasta llegar a Madrid en donde las autoridades los confinaron en un hotel por una semana, antes de regresar a México.

Tanía cree que su mamá y su hermano se contagiaron en ese vuelo, porque compartieron la nave con turistas que habían sido retenidos por pisar Italia.

El 16 de marzo la familia Castillo regresó a casa y al día siguiente Martha tuvo la primera señal del contagio: un poco de fiebre.

Para comprobar si se trataba del nuevo virus acudió al hospital ABC a realizarse la prueba. Tras pagar 25 mil pesos le indicaron que en cinco días tendrían sus resultados. Transcurrió la semana sin mayor alteración hasta el viernes que le volvió a elevar la temperatura, por lo que Tania marcó al hospital para preguntar sobre el resultado de la prueba. Le dijeron que tardarían ocho días más y decidió marcar a Locatel. Martha quedó registrada dentro de las primeras cinco mil llamadas de seguimiento.

“En esa llamada nos dijeron que iban a ir por mi mamá, que encerráramos a mi mamá en un cuarto y que nadie tuviera contacto con ella. No llegaron los servicios de emergencia. Pasó todo el viernes y nunca llegaron. Al día siguiente amaneció con fiebre y volvimos a insistir con emergencia, nos dijeron lo mismo y nos empezó a preocupar porque era el segundo día con fiebre, pero ya con problemas para respirar”.

Consiguieron un oxímetro y vieron cómo Martha iba perdiendo oxigenación por lo que la familia salió en busca de oxígeno. “Tratamos de aguantar al servicio de emergencia que iba a ir por mi mamá, aguantamos todo el día hasta cuando empezó a oscurecer y al verla cada vez más, no nos quedó de otra y la llevamos al hospital Ángeles Metropolitano”.

Ella ingresó alrededor de las siete de la noche y la primera tomografía que le hicieron reveló que tenía más de 50 por ciento de los pulmones dañados. Ese mismo día los médicos sugirieron hacer pruebas a quienes habían viajado con Martha: su esposo, su hijo y su nuera. El lunes siguiente pidieron a la familia autorización para intubar a Martha, pero como el hospital no tenía zona de aislamiento tardaron horas en iniciar el procedimiento y ella finalmente murió.

El resultado de la prueba llegó a su familia minutos después de su fallecimiento. El resultado sólo sirvió para confirmar: positivo a SARS-CoV-2, ella desarrolló Covid-19.

Mientras Martha salía en camilla rumbo a la funeraria su hijo ingresaba por otra puerta al mismo hospital y ahí inició la cadena de enfermos en la familia.

En la conferencia de Palacio Nacional, el subsecretario López-Gatell insistía: “si tuvieran síntomas, quédese en casa. No salga, en 14 días pasarán los síntomas. A menos que sea adulto mayor o tenga enfermedades crónicas para ser valorados médicamente”.

Foto: Roberto Hernández

Al día siguiente “me empiezo a sentir mal, me hacen la prueba y al tercer día llaman del hospital y me dicen: tienes Covid. Empezamos a caer todos. Primero mi hermano, luego yo, después mi hermana, mi papá, el último de mis hermanos, mi cuñado, mis sobrinos, otra cuñada y pues todos en el hospital, todos enfermos y separados. Así vivimos la primera parte de la cuarentena”, relata Tania.

Nunca más pudo besar ni abrazar a su madre. Lleva ocho meses sin que tampoco lo haga con su padre, hermanos, sobrinos y cuñados. Solo tiene miedo. Vive con dolores de cabeza parecidos a una migraña, cansancio constante, perdió agudeza visual y también capacidad de concentración, eso sin contar que ha perdido cabellera, como secuelas del nuevo virus.

Una vez sorteada la etapa de hospitalización y regresar a casa a mantener la cuarentena, Tania logró retomar el contacto con médicos, enfermeras y trabajadores sociales que la atendieron y crearon un canal telefónico de acompañamiento para aquellos que sospechan que adquirieron el virus. Es su forma de enfrentar las consecuencias del virus, informar a otros qué hacer.

“Nos ha dado la oportunidad de brindarle una opción a la gente cercana, amigos, conocidos, compañeros de trabajo con nuestra poca o limitada capacidad. Hemos acompañado historias de dolor, tratando de que el dolor sea menos y que la gente no se sienta discriminada, aislada, agredida y que supieran que compartimos lo mismo”.

“Es una forma también de enfrentar la preocupación que vivimos como familia porque sabemos de otros casos de personas que se han reinfectado. Sabemos de personas cercanas, por lo menos tres, que en la segunda ocasión les ha ido peor”, dice.

A casi nueve meses de eso y al ver que existe un rebrote en los contagios porque hay quienes han retomado su vida como si nada ocurriera y acuden a fiestas o salen a la calle sin protección, Tania no puede evitar llorar. “A mí me da mucha tristeza por ellos, porque para mí cada caso de Covid es repetir mi historia. Es saber que esto pasa una y otra vez, y aunque a lo mejor ellos no presentan los síntomas, alguien de su familia va a caer (contagiado)”.

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