En la víspera de el Día de Muertos, en cientos de hogares mexicanos lucen altares con los que se recuerdan a los seres queridos, a quienes a través de senderos realizados con la flor de cempasúchil guían desde su morada hasta el altar, donde encontrará alimentos, bebidas y todo aquello que disfrutaba en vida.
El nombre de este símbolo se compone del vocablo náhuatl cempoaxóchitl, que significa 20 flores (cempoalli, veinte y xóchitl, flor). Este elemento representativo de la época, florece entre los meses agosto y noviembre, predominantemente en los estados de Oaxaca, Puebla y Estado de México, sin embargo, debido a la demanda y a lo que representa en estas fechas, puede encontrarse en toda la República Mexicana.
Es llamada también flor de muerto, ya que por excelencia es utilizada en las ofrendas tradicionales que la gente lleva a los cementerios para decorar los sepulcros de sus fieles difuntos.
Se cree que el uso de esta flor es una herencia de los rituales prehispánicos que se realizaban en el pueblo de Malinalco, Estado de México, en aquella región, cuando una persona moría, los familiares adornaban sus tumbas con ramos de tonalxóchitl, flores amarillas diminutas que según las creencias guardaban en su centro, el calor brindado por los rayos del sol.
Al ver este ritual, los aztecas comenzaron a decorar sus ofrendas con flores de cempasúchil, elemento natural que es más grande y llamativo, y que empleaban como símbolo de vida y muerte.