Dicen que hace mucho tiempo, en el siglo XVII, en la Villa de la Asunción de las Aguas Calientes, vivió un hombre conocido como el Marqués de Guadalupe.
Era un hombre fuerte, de palabra, con un corazón noble. Sus propiedades se extendían, al ser muy rico, hasta los límites con el estado de Jalisco.
Para tener quién cuidara sus tierras, mientras él se encontraba fuera, haciendo negocios, contrato a un tal Resendes; hombre trabajador y responsables, pero que gustaba de la juerga. Era conocido como “El Caporal Ardilla”.
Te puede interesar: El Fantasma del Jardín de San Marcos
Con empeño se dedicó a cumplir con la encomienda del Marqués; no obstante, la ambición se hizo presente, pues a Resendes le gustaba gastar como millonario, en bebida, mujeres y juegos.
No era normal que un simple Caporal tuviera esa capacidad para gastar, por lo que los peones y otros conocidos de Ardilla, aseguraban que había hecho un pacto con el diablo, quien le proveía de todo el dinero que quería, a cambio de su alma.
El pacto tenía una fecha de vencimiento, por lo que Resendes aprovechó el tiempo, disfrutando de buenas parrandas. Sin embargo, faltando unos días para que el diablo reclamara su pago, el Caporal reflexionó sobre la vida que había llevado, y arrepentido, ideó un plan para librarse.
Cuando su acreedor se hizo presente, Ardilla le pidió una prórroga, ya que su amo le había solicitado hacer un vallado alrededor de sus vastas tierras; y como siempre había tan bueno con él, no quería irse de este mundo, sin cumplir con su trabajo. El diablo aceptó, y hasta se ofreció a ayudarle, construyendo él mismo el cerco y comprometiéndose a terminar antes que cantara el gallo. Si el canto del animal se escuchaba antes de concluir el trabajo, el Caporal estaría libre de pagar su deuda.
Fue así que el diablo comenzó a construir la valla a una velocidad que, notablemente, no era de este mundo. Estaba apunto de concluir y todavía no amanecía, lo que llenó de pánico al deudor, pues no quería que se llevara su alma. Astuto, como siempre había sido, corrió hacia el zaguán, tomo un gallo y cuando el diablo estaba por colocar el último adobe, el Caporal hizo cantar al gallo. El diablo, enfurecido, no tuvo más opción que aceptar dejar en libertad a su deudor.
Se dice que, luego de este suceso, el Caporal se retiró a un claustro ubicado cerca de Lagos de Moreno, donde pasó sus últimos años sirviendo Dios, a quien pidió perdón por andar pactando con quien no debía.
___________________________________
Síguenos en Facebook: El Sol del Centro
Twitter: @ElSoldelCentro_
Escucha el Podcast ⬇️