/ viernes 10 de mayo de 2024

Taza de Soles | “Niños poetas”, una reseña de Thercy Arvizu

“Los cuentos que todos contamos” es una compilación de textos escritos entre dos generaciones. La mía, mujer de la tercera edad y la de algunos niños y jóvenes adolescentes, con la idea de generar un diálogo. Les comparto las palabras luminosas que al respecto escribió la maestra y poeta Thercy Arvizu:

”Hace unos seis años apareció un artículo en Facebook, a mí me gustó mucho. Trataba sobre cómo los niños al expresarse de manera genuina, es decir, como ellos lo hacen, creaban poesía. Y eso es verdad, un niño, en los casos afortunados, es un inventor, su imaginación es elocuente y, además, aún posee una mirada limpia; los niños son ocurrentes, ven lo que nosotros los adultos no vemos. Los cuentos que todos contamos. Escritura intergeneracional, es un pequeño libro que surge durante la pandemia. Martha Lilia Sandoval compiló textos que escribieron sus nietos, pero también aparecen en el libro dos relatos más, uno escrito por la hija de una sobrina de Martha Lilia, así como uno más que escribió la nieta de Elvia, una amiga de la maestra. El libro fue ilustrado por María del Pilar Palacio, quien junto con su hijo Lucio, son los autores de otro de los relatos.

Los textos son frescos, la ingenuidad que los caracteriza les otorga una belleza original. Es evidente que lo que escribieron estos chicos ha sido a partir de la libertad, por ejemplo, en uno de los cuentos que se titula La nueva vida de Troll, se nos cuenta que Paula al ver una reproducción de una pintura de Remedios Varo, la identifica con un troll y empieza a proferir versos. Pero, volviendo a esa presencia de la poesía que hay en la manera en la que hablan los niños, el primer cuento me recordó a uno de Ray Bradbury, cuyo protagonista es el viento, el texto se llama El viento rueda y sus autores son César Valadez Muñoz y la maestra Martha Lilia, en él encontramos un diálogo que entablan la abuela y el nieto sobre las palabras, por supuesto que lo hacen de manera casual, al caminar, al hacerse compañía. La muerte de mi hámster es otra de las historias que se incluye en este libro, en él aparecen como personajes la niña responsable de los animales, el padre y tres hámsteres. Sucede un accidente, como ya nos lo indica el título, pero lo que me llama la atención de manera positiva es que la chica nos cuenta y cito: “Al día siguiente, lo desenterré para ver si estaba vivo, porque mi hermana nos dijo que sí estaba vivo: Pero no estaba vivo, ya se murió” acción que demuestra la perspectiva de los más jóvenes: ciertas creencias, cierta fe, cierta rebeldía, o simplemente el hecho de que viven en un mundo distinto al de los adultos. Ajonjolí supera la prueba es un cuento simpatiquísimo, escrito por Mateo González Muñoz. Mateo sale a pasear con su abuela y en el paseo encuentran a un gatito blanco, hermoso. Mateo lo quiere adoptar y su abuela lo somete a una prueba, llamémosle de “amor”. Es un texto con un tono desenfadado y gracioso. Las transformaciones que vive Andrea Valadez me parecen fascinantes: en alguna línea de su texto nos cuenta que gracias al encierro debido al COVID “su mente se volvió turbia” imagen que tiene mucha fuerza, además eran tantos los muertos que aparecían en las noticias que los imaginaba deambulando por su casa. Andrea nos habla también de sus gustos, de su cuerpo, y de refilón del acoso. Aparecen asimismo dos poemas en el libro, ambos nuevamente enfatizan el poder creativo que tienen los niños.

El libro, como ya mencioné, surgió durante la pandemia y funcionó como un apoyo expresivo en aquellos días tan difíciles. A través de su lectura nos acercamos un poco al mundo de los niños, podemos percibir sus emociones, sus angustias, sus creencias, sus vivencias, es decir, su mundo. Este libro me parece valioso por su propuesta: acercar a las generaciones, entablar un diálogo entre niños, ancianos y otros no tan viejos, Solemos marcar una separación tajante entre unos y otros, pero como dice en alguno de los textos la maestra Martha Lilia, ella les enseña cosas a sus nietos, pero claro que ella también aprende de ellos”.

Por mi parte, agradezco a Ricardo Orozco y Cecilia Cuéllar, quienes nos comentaron la gracia que les causaron varios relatos, entre otros, el texto de Paula. Otras voces empáticas son las de Alicia Giacinti y Carolina Castro Padilla. El licenciado Salvador López López Velarde, quien les dedicó un comentario tan bien escrito, que tal vez lo comentaré en otra ocasión. Y la presentación de este libro en el programa de la doctora Consuelo Meza, en donde surgió la idea de realizar un taller.

“Los cuentos que todos contamos” es una compilación de textos escritos entre dos generaciones. La mía, mujer de la tercera edad y la de algunos niños y jóvenes adolescentes, con la idea de generar un diálogo. Les comparto las palabras luminosas que al respecto escribió la maestra y poeta Thercy Arvizu:

”Hace unos seis años apareció un artículo en Facebook, a mí me gustó mucho. Trataba sobre cómo los niños al expresarse de manera genuina, es decir, como ellos lo hacen, creaban poesía. Y eso es verdad, un niño, en los casos afortunados, es un inventor, su imaginación es elocuente y, además, aún posee una mirada limpia; los niños son ocurrentes, ven lo que nosotros los adultos no vemos. Los cuentos que todos contamos. Escritura intergeneracional, es un pequeño libro que surge durante la pandemia. Martha Lilia Sandoval compiló textos que escribieron sus nietos, pero también aparecen en el libro dos relatos más, uno escrito por la hija de una sobrina de Martha Lilia, así como uno más que escribió la nieta de Elvia, una amiga de la maestra. El libro fue ilustrado por María del Pilar Palacio, quien junto con su hijo Lucio, son los autores de otro de los relatos.

Los textos son frescos, la ingenuidad que los caracteriza les otorga una belleza original. Es evidente que lo que escribieron estos chicos ha sido a partir de la libertad, por ejemplo, en uno de los cuentos que se titula La nueva vida de Troll, se nos cuenta que Paula al ver una reproducción de una pintura de Remedios Varo, la identifica con un troll y empieza a proferir versos. Pero, volviendo a esa presencia de la poesía que hay en la manera en la que hablan los niños, el primer cuento me recordó a uno de Ray Bradbury, cuyo protagonista es el viento, el texto se llama El viento rueda y sus autores son César Valadez Muñoz y la maestra Martha Lilia, en él encontramos un diálogo que entablan la abuela y el nieto sobre las palabras, por supuesto que lo hacen de manera casual, al caminar, al hacerse compañía. La muerte de mi hámster es otra de las historias que se incluye en este libro, en él aparecen como personajes la niña responsable de los animales, el padre y tres hámsteres. Sucede un accidente, como ya nos lo indica el título, pero lo que me llama la atención de manera positiva es que la chica nos cuenta y cito: “Al día siguiente, lo desenterré para ver si estaba vivo, porque mi hermana nos dijo que sí estaba vivo: Pero no estaba vivo, ya se murió” acción que demuestra la perspectiva de los más jóvenes: ciertas creencias, cierta fe, cierta rebeldía, o simplemente el hecho de que viven en un mundo distinto al de los adultos. Ajonjolí supera la prueba es un cuento simpatiquísimo, escrito por Mateo González Muñoz. Mateo sale a pasear con su abuela y en el paseo encuentran a un gatito blanco, hermoso. Mateo lo quiere adoptar y su abuela lo somete a una prueba, llamémosle de “amor”. Es un texto con un tono desenfadado y gracioso. Las transformaciones que vive Andrea Valadez me parecen fascinantes: en alguna línea de su texto nos cuenta que gracias al encierro debido al COVID “su mente se volvió turbia” imagen que tiene mucha fuerza, además eran tantos los muertos que aparecían en las noticias que los imaginaba deambulando por su casa. Andrea nos habla también de sus gustos, de su cuerpo, y de refilón del acoso. Aparecen asimismo dos poemas en el libro, ambos nuevamente enfatizan el poder creativo que tienen los niños.

El libro, como ya mencioné, surgió durante la pandemia y funcionó como un apoyo expresivo en aquellos días tan difíciles. A través de su lectura nos acercamos un poco al mundo de los niños, podemos percibir sus emociones, sus angustias, sus creencias, sus vivencias, es decir, su mundo. Este libro me parece valioso por su propuesta: acercar a las generaciones, entablar un diálogo entre niños, ancianos y otros no tan viejos, Solemos marcar una separación tajante entre unos y otros, pero como dice en alguno de los textos la maestra Martha Lilia, ella les enseña cosas a sus nietos, pero claro que ella también aprende de ellos”.

Por mi parte, agradezco a Ricardo Orozco y Cecilia Cuéllar, quienes nos comentaron la gracia que les causaron varios relatos, entre otros, el texto de Paula. Otras voces empáticas son las de Alicia Giacinti y Carolina Castro Padilla. El licenciado Salvador López López Velarde, quien les dedicó un comentario tan bien escrito, que tal vez lo comentaré en otra ocasión. Y la presentación de este libro en el programa de la doctora Consuelo Meza, en donde surgió la idea de realizar un taller.