/ domingo 25 de marzo de 2018

El Benemérito de las Américas ¿Alguien puede seguir su ejemplo?

El pasado miércoles 21 se conmemoró que Benito Juárez García nació en 1806 en San Pablo Guelatao, Oaxaca. Hace 46 años se celebró el Centenario de su muerte ocurrida en la Ciudad de México el 18 de julio de 1872.

Sus progenitores eran zapotecos y quedó huérfano a los tres años.

Quienes ahora aspiran a ocupar la silla presidencial harían bien si repasan la vida

de servicio público de Juárez. No para que hagan lo que él hizo. Eso, como veremos, es imposible. Pero sí para que enfrenten la compleja realidad nacional de hoy, con la inteligencia y con el corazón con que él gobernó, con la colaboración de otros grandes hombres que compartían sus mismas convicciones políticas, a este gran País.

Para que se en- tienda mejor, es como si un poeta que inicia en el 2018 a poner por escrito sus inspiraciones, quisiera hacerlo como en su tiempo lo hicieron Octavio Paz o Sor Juana Inés de la Cruz. Lo que puede hacer este incipiente vate es enfrentarse a la hoja en blan- co con la emoción y la motivación con la que abordaron el quehacer poético esas y otras personas que figuran en los li- bros de la Literatura Mundial.

En el tiempo del Presidente Juárez la población del país era de siete millones de habitantes y cinco millones no sabían leer ni escribir, eran analfabetas. Pa- ra el cuarto cuatrimestre del 2017 la población, según

la página de Internet del INEGI, éramos ciento veintitrés millones novecientos ochenta y dos mil quinientos veintiocho habitantes, de los cuales veintiocho millones novecientos dieciséis mil, quinientos cincuenta y cuatro personas declararon estudiar o haber estudiado preparatoria, normal, carrera técnica, profesional, maestría y doctorado o sea la educación llamada media superior y superior, a lo cual no estaría de más agregar el fenómeno comunicacional de las redes sociales.

De los demás da- tos de agricultura, pesca, economía, etcétera, mejor ni hablemos, Es como si estuviéramos com- parando dos países totalmente diferentes en sus riquezas, en sus necesidades y en sus posibilidades.

Volviendo a la vida pública de Juárez, tengamos en cuenta que impartió la cátedra de física en el Instituto de Ciencias y Artes de su Estado cuando era pasante en la carrera de Derecho. Fue Regidor del Ayuntamiento, Diputado local, Magistrado del Tribunal Superior de Justicia, Juez Civil y de Hacienda, com- partió el gobierno del Estado con Luis Fernández del Campo y José Simeón Arteaga, participó en el Congreso

Federal, fue Gobernador Interino, Gobernador Constitucional, Rector del Instituto, Abogado, Ministro de Gobernación, Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Presidente por ministerio de ley en sustitución de Ignacio Comonfort, luego electo y dos veces reelecto (en 1867 y 1871). En el Manifiesto del Presidente Benito Juárez al volver a establecer la residencia de los Poderes en la Ciudad de México, el 15 de julio de 1867, podemos leer: “Que el Pueblo y el gobierno respeten los derechos de to- dos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Página 627, tomo 7 de la Enciclopedia de México, 1977).

Sin duda, quienes hoy aspi- ran a un cargo de elección po- pular anhelarían que su nombre se escriba en la historia y que en un futuro exista en su honor un Hemiciclo, tenga su nombre una Ciudad, muchas calles, pla- zas y avenidas e incluso que su efigie aparezca en billetes y monedas. Desde luego todo eso es posible en este país, Pero, ¿realmente su capital político está a la altura de las actuales circunstancias?

Hasta pronto.


El pasado miércoles 21 se conmemoró que Benito Juárez García nació en 1806 en San Pablo Guelatao, Oaxaca. Hace 46 años se celebró el Centenario de su muerte ocurrida en la Ciudad de México el 18 de julio de 1872.

Sus progenitores eran zapotecos y quedó huérfano a los tres años.

Quienes ahora aspiran a ocupar la silla presidencial harían bien si repasan la vida

de servicio público de Juárez. No para que hagan lo que él hizo. Eso, como veremos, es imposible. Pero sí para que enfrenten la compleja realidad nacional de hoy, con la inteligencia y con el corazón con que él gobernó, con la colaboración de otros grandes hombres que compartían sus mismas convicciones políticas, a este gran País.

Para que se en- tienda mejor, es como si un poeta que inicia en el 2018 a poner por escrito sus inspiraciones, quisiera hacerlo como en su tiempo lo hicieron Octavio Paz o Sor Juana Inés de la Cruz. Lo que puede hacer este incipiente vate es enfrentarse a la hoja en blan- co con la emoción y la motivación con la que abordaron el quehacer poético esas y otras personas que figuran en los li- bros de la Literatura Mundial.

En el tiempo del Presidente Juárez la población del país era de siete millones de habitantes y cinco millones no sabían leer ni escribir, eran analfabetas. Pa- ra el cuarto cuatrimestre del 2017 la población, según

la página de Internet del INEGI, éramos ciento veintitrés millones novecientos ochenta y dos mil quinientos veintiocho habitantes, de los cuales veintiocho millones novecientos dieciséis mil, quinientos cincuenta y cuatro personas declararon estudiar o haber estudiado preparatoria, normal, carrera técnica, profesional, maestría y doctorado o sea la educación llamada media superior y superior, a lo cual no estaría de más agregar el fenómeno comunicacional de las redes sociales.

De los demás da- tos de agricultura, pesca, economía, etcétera, mejor ni hablemos, Es como si estuviéramos com- parando dos países totalmente diferentes en sus riquezas, en sus necesidades y en sus posibilidades.

Volviendo a la vida pública de Juárez, tengamos en cuenta que impartió la cátedra de física en el Instituto de Ciencias y Artes de su Estado cuando era pasante en la carrera de Derecho. Fue Regidor del Ayuntamiento, Diputado local, Magistrado del Tribunal Superior de Justicia, Juez Civil y de Hacienda, com- partió el gobierno del Estado con Luis Fernández del Campo y José Simeón Arteaga, participó en el Congreso

Federal, fue Gobernador Interino, Gobernador Constitucional, Rector del Instituto, Abogado, Ministro de Gobernación, Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Presidente por ministerio de ley en sustitución de Ignacio Comonfort, luego electo y dos veces reelecto (en 1867 y 1871). En el Manifiesto del Presidente Benito Juárez al volver a establecer la residencia de los Poderes en la Ciudad de México, el 15 de julio de 1867, podemos leer: “Que el Pueblo y el gobierno respeten los derechos de to- dos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Página 627, tomo 7 de la Enciclopedia de México, 1977).

Sin duda, quienes hoy aspi- ran a un cargo de elección po- pular anhelarían que su nombre se escriba en la historia y que en un futuro exista en su honor un Hemiciclo, tenga su nombre una Ciudad, muchas calles, pla- zas y avenidas e incluso que su efigie aparezca en billetes y monedas. Desde luego todo eso es posible en este país, Pero, ¿realmente su capital político está a la altura de las actuales circunstancias?

Hasta pronto.


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