/ miércoles 15 de noviembre de 2023

El Espectador | La matanza de inocentes es brutal, aunque digan que no

Einat Kranz Neiger, embajadora de Israel en México, comienza a suavizar su mensaje.

Asegura esta semana que la población palestina no es el enemigo de Israel, sino el grupo Hamas con el que mantiene una guerra desde el 7 de octubre.

A pesar de sus esfuerzos declarados por minimizar los daños civiles, mediante advertencias a la población de Gaza, la realidad en el terreno plantea serias cuestiones sobre la efectividad y humanidad de tales medidas. La estrategia israelí de llamadas telefónicas y distribución de folletos puede ser insuficiente para proteger a los civiles en un contexto de guerra urbana intensa y compleja. Masacre.

Esta simplificación ignora la complejidad y la tragedia humana inherente al prolongado conflicto en la Franja de Gaza.

Aunque la embajadora enfatiza los esfuerzos de Israel para minimizar el impacto sobre los civiles, tales medidas parecen insuficientes frente a la realidad brutal de la guerra.

Esta guerra no es sólo contra Hamas, sino que también afecta profundamente a la población civil palestina, atrapada en el fuego cruzado.

El llamado de Neiger a México y la comunidad internacional para presionar a Hamas por la liberación de rehenes, incluyendo a la ciudadana mexicana Ilana Gritzewsky, subraya la dimensión internacional de este conflicto. Nos acerca. Sin embargo, es importante recordar que el dilema de Gaza no se resuelve únicamente con la liberación de rehenes o el cese de las actividades de Hamas. Es un conflicto enraizado en décadas de historia, desigualdades y reclamos políticos no resueltos.

Además, la reunión planificada por la Junta de Coordinación Política de México con los embajadores de Palestina e Israel sugiere un intento de mediación o al menos de comprensión más profunda. Pero, ¿puede realmente México, o cualquier nación externa, aportar una solución viable a un conflicto tan desgraciado y complejo?

Este conflicto no sólo representa una lucha política o territorial; es también una crisis humanitaria. Las víctimas no son solo los rehenes de Hamas o los soldados israelíes, sino también los ciudadanos palestinos comunes, cuyas vidas y hogares son destruidos por una guerra que parece no tener fin. La verdadera tragedia radica en la pérdida de vidas humanas y en el sufrimiento que soportan ambas comunidades.

En última instancia, la situación en Gaza requiere no sólo una solución política y militar, sino también un compromiso humanitario profundo. Debe buscarse un equilibrio entre la seguridad y los derechos humanos, un desafío que hasta ahora ha demostrado ser esquivo. Este conflicto, que ha cobrado miles de vidas y ha sembrado división y desesperación, es un recordatorio doloroso de la urgencia de buscar caminos hacia la paz y la reconciliación.

Por lo pronto, muchos compañeros lucran con el conflicto y hacen eco de las justificaciones para la matanza. De uno y otro lado.

“Ser periodista no debería convertirse en una profesión heroica”, leo en una cabeza del diario español El Mundo. Es una frase de Carlos Dada, en entrevista. Es el fundador de El Faro. La pregunta que detona no es cómo ser políticamente correctos ante una guerra, sino cómo ser humanos ante las masacres que se quieren justificar con tonos duros y luego suaves. ¿Es un trabajo de los expertos de Relaciones Públicas y Propaganda? ¿Se justifica el papel de reporteros Indiana Jones para ganar popularidad en sus redes sociales? ¿Sirve de algo narrar en papel lo que está pasando?

Einat Kranz Neiger, embajadora de Israel en México, comienza a suavizar su mensaje.

Asegura esta semana que la población palestina no es el enemigo de Israel, sino el grupo Hamas con el que mantiene una guerra desde el 7 de octubre.

A pesar de sus esfuerzos declarados por minimizar los daños civiles, mediante advertencias a la población de Gaza, la realidad en el terreno plantea serias cuestiones sobre la efectividad y humanidad de tales medidas. La estrategia israelí de llamadas telefónicas y distribución de folletos puede ser insuficiente para proteger a los civiles en un contexto de guerra urbana intensa y compleja. Masacre.

Esta simplificación ignora la complejidad y la tragedia humana inherente al prolongado conflicto en la Franja de Gaza.

Aunque la embajadora enfatiza los esfuerzos de Israel para minimizar el impacto sobre los civiles, tales medidas parecen insuficientes frente a la realidad brutal de la guerra.

Esta guerra no es sólo contra Hamas, sino que también afecta profundamente a la población civil palestina, atrapada en el fuego cruzado.

El llamado de Neiger a México y la comunidad internacional para presionar a Hamas por la liberación de rehenes, incluyendo a la ciudadana mexicana Ilana Gritzewsky, subraya la dimensión internacional de este conflicto. Nos acerca. Sin embargo, es importante recordar que el dilema de Gaza no se resuelve únicamente con la liberación de rehenes o el cese de las actividades de Hamas. Es un conflicto enraizado en décadas de historia, desigualdades y reclamos políticos no resueltos.

Además, la reunión planificada por la Junta de Coordinación Política de México con los embajadores de Palestina e Israel sugiere un intento de mediación o al menos de comprensión más profunda. Pero, ¿puede realmente México, o cualquier nación externa, aportar una solución viable a un conflicto tan desgraciado y complejo?

Este conflicto no sólo representa una lucha política o territorial; es también una crisis humanitaria. Las víctimas no son solo los rehenes de Hamas o los soldados israelíes, sino también los ciudadanos palestinos comunes, cuyas vidas y hogares son destruidos por una guerra que parece no tener fin. La verdadera tragedia radica en la pérdida de vidas humanas y en el sufrimiento que soportan ambas comunidades.

En última instancia, la situación en Gaza requiere no sólo una solución política y militar, sino también un compromiso humanitario profundo. Debe buscarse un equilibrio entre la seguridad y los derechos humanos, un desafío que hasta ahora ha demostrado ser esquivo. Este conflicto, que ha cobrado miles de vidas y ha sembrado división y desesperación, es un recordatorio doloroso de la urgencia de buscar caminos hacia la paz y la reconciliación.

Por lo pronto, muchos compañeros lucran con el conflicto y hacen eco de las justificaciones para la matanza. De uno y otro lado.

“Ser periodista no debería convertirse en una profesión heroica”, leo en una cabeza del diario español El Mundo. Es una frase de Carlos Dada, en entrevista. Es el fundador de El Faro. La pregunta que detona no es cómo ser políticamente correctos ante una guerra, sino cómo ser humanos ante las masacres que se quieren justificar con tonos duros y luego suaves. ¿Es un trabajo de los expertos de Relaciones Públicas y Propaganda? ¿Se justifica el papel de reporteros Indiana Jones para ganar popularidad en sus redes sociales? ¿Sirve de algo narrar en papel lo que está pasando?

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