Abandono paterno, violencia intrafamiliar, deserción escolar y adicciones enfrentan muchas familias de colonias de la periferia de la ciudad que viven situaciones que se convierten en una forma más de discriminación social que, tarde o temprano, termina afectando a la sociedad en su conjunto.
Esto fue manifestado ayer por la socióloga Rocío Benavides Guzmán quien señaló que a muchas de las nuevas generaciones, “la calle los forma, no la familia”, lo que da como resultado problemas de inadaptación social.
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Hemos captado desde lo que implican las relaciones de violencia intrafamiliar altamente presentes, el abandono materno en algunos casos, pero más el paterno por la cuestión de la migración. El padre tiene que salir a buscar el sustento con lo que viene el desarraigo y una serie de problema al interior de la familia
En este contexto, también se intensifica el desarraigo de los hijos que, por ausencia de sustento, tienen que salir a buscar un trabajo que les permita ayudar con el sostenimiento familiar, lo cual provoca una serie de problemas como la deserción escolar, "que tiene un índice altísimo en estas colonias".
"Tenemos jovencitos que tienen entre 12 y 14 años que ya no están yendo a la escuela y recuerdo a un jovencito de 16 años que nunca había asistido". Esto fue algo que sorprendió a los psicólogos por tratarse de un aspecto que se cree erradicado en la zona urbana", comentó la maestra universitaria.
Aunado a esta cuestión de la problemática familiar, de altos niveles de violencia que viven, de deserción escolar, es decir, no acceso al capital de la educación, está también el asunto del crimen organizado que se vincula a través del narcotráfico y particularmente del narcomenudeo, de la venta de drogasRocío Benavides Guzmán, psicóloga
"La calle los forma, no la familia", advirtió la entrevistada. Y es que, en el trabajo de intervención, se contempló a dos bandas juveniles que operan en estas colonias y se observó que sus integrantes, ante el entorno de alta marginación, desintegración familiar, padre ausente y pocos recursos económicos para continuar el ascenso social, buscan un sentido de pertenencia y ven la oportunidad de conseguir dinero a través de la venta de drogas. "Ellos dicen: 'nosotros somos pensionados -haciendo alusión a lo que implica este pago-, es decir, no trabajo pero recibo dinero' (…) Y no solamente está el asunto de la venta de drogas sino el hecho de que también la consumen" -compartió-, situación que también viven las jovencitas.
Pertenecen a estos grupos jóvenes de 15 a 25 años de edad "pero también hay niños que miran en estos jóvenes una especie de ideal a seguir". Se identifican con los grandes porque "son fuertes, riñen y usan armas", y los buscan porque al pertenecer al grupo sienten que ellos los protegen; se ven atraídos por la confrontación y la defensa.
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"Son jóvenes que buscan cómo salir adelante, que están esperando una oportunidad de reconocimiento social", expuso la coordinadora del programa quien añadió que en uno de esos grupos se descubrió a jóvenes que rapean, bailan, escriben y cantan. "Es una forma de decir 'escúchennos, aquí estamos'. Y uno se pregunta: en medio de esa hostilidad, de esa marginación, ¿es factible reconocer una identidad cultural?… Y yo digo que sí".
A través de diversas dinámicas ellos expresan sus historias de vida, como el hecho de que algunos de sus familiares murieron a manos del crimen organizado o por la drogadicción, explicó a este Diario.
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