Es indispensable instrumentar una estrategia de desarrollo industrial basada en el aumento de la capacidad transformadora de las empresas nacionales, desarrollar una mayor integración productiva e innovación tecnológica, así como otorgar financiamiento a los sectores y regiones estratégicas para el crecimiento, la generación de empleo y la reducción de la pobreza.
El Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) señala que el sector fabril es el primer elemento a incorporar en el Plan Nacional de Desarrollo del Gobierno federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
De no hacerlo, el desempeño económico de México, bajo la actual administración, terminará sucumbiendo a la inercia y con ello a la obtención de resultados similares a los cosechados durante los últimos 3 sexenios: un incremento del PIB inferior al 2.5%, una tendencia que además va a la baja.
México no debe continuar bajo el mismo modelo de política económica, uno que ha convertido a una parte de la industria nacional en una base maquiladora dependiente de las decisiones de las empresas transnacionales.
Además, se debe revertir que el resto de las empresas mexicanas no cuente con un programa de fomento y desarrollo que les permita competir con sus homologas de China, Corea del Sur, Vietnam, Estados Unidos, Alemania o Francia, naciones que tienen instituciones y políticas públicas que facilitan sus operaciones a nivel global.
El propio secretario de Hacienda, Carlos Urzúa Macías, tiene razón: la inercia bajo la que se encuentra la economía mexicana es de bajo crecimiento y la evidencia oficial es contundente. Las minutas del Banco de México apoyan su tesis: su estimación del PIB potencial de México es inferior al 2.6%, y su perspectiva es a la baja. Por lo mismo, la nación requiere un programa económico transformador, de nueva generación.
El mismo encargado de la política fiscal lo reconoció abiertamente, tanto en la entrega del Paquete Económico para el 2019, como en el contenido de los Criterios Generales de Política Económica 2019: la expectativa inercial del PIB es modesta, incremento de 2.0% en 2019 y 2.6% para el 2020 y 2021. De acuerdo con el propio cálculo oficial, la inercia es lapidaria e implica que la tasa de crecimiento del PIB se elevará marginalmente respecto al promedio actual: para 2022 y 2023 en 2.7% y para 2024 en 2.8%. La cruda realidad del sistema productivo propició una estimación conservadora sobre el futuro de PIB.
Por ello, y en conformidad con la propia proyección oficial, se debe romper la inercia bajo la que evoluciona el PIB. La autoridad económica piensa que, con los proyectos del Tren Maya, las refinerías, el incremento al presupuesto a Pemex y CFE, así como el desarrollo social que se puede alcanzar, a través del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, México podría crecer 4%. Sin duda son proyectos que tendrán un impacto positivo, pero ¿será suficiente para duplicar la tasa de crecimiento de la economía?
En este sentido, el gobierno mexicano debe recordar que el valor agregado se genera en el sector privado, por lo que su estrategia debe impulsar a este motor de la economía, en el mediano y largo plazo el gasto público no tiene la capacidad de sostener el desarrollo de México.
EL DATO:
México no debe continuar bajo el mismo modelo de política económica