Dan el último adiós a maquinistas caídos

Inútiles fueron los ruegos para que empleados de las empresas funerarias encargados de la penosa labor abrieran los féretros y permitieran una última despedida. Las condiciones de los cuerpos no lo permitieron

Mario Luis Ramos Rocha

  · miércoles 20 de febrero de 2019

Juan José Sifuentes

Un sol a plomo en pleno febrero cubrió los llantos desgarradores de familiares y allegados a maquinistas caídos el pasado viernes mientras regresaban al terruño, luego de cubrir la ruta hacia la ciudad de Irapuato.

Silbatos de ferrocarril, que tantas veces alegraron eventos, campañas políticas y reuniones de ferrocarrileros, sonaron ahora lastimosamente para confundirse con los gritos de dolor que junto a los féretros elevaban a toda voz plegarias inútiles para que, quienes ya no se encuentran en este mundo, permanecieran en él.

Inútiles fueron los ruegos para que empleados de las empresas funerarias encargados de la penosa labor abrieran los féretros y permitieran una última despedida. Las condiciones de los cuerpos no lo permitieron.

Al margen, pero a la vez cercanos, permanecieron el secretario general del CEN del Sindicato Nacional de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM), Víctor Flores Morales y personal de Ferromex, que llegaron desde la capital del país para acompañar a los deudos, dar sus condolencias y ofrecer todo el apoyo.

Palabras de condolencia y resignación, llamados a aceptar la Voluntad Suprema, oídos más no escuchados y menos entendidos por los deudos, quienes casi flotaban en la incredulidad, tratando aún de asimilar la realidad, su realidad.

Afuera del templo de El Refugio, en el corazón de la colonia del Trabajo y de la capilla de conocida funeraria de General Barragán, el rugir de motocicletas se fundió en uno solo con los sollozos, con el llanto abierto con los gritos desgarradores que hicieron rodar más de una lágrima por rostros duros, curtidos por los golpes de la vida.

Juan José Sifuentes

Llanto, silbatos, ruido de motores acompañaron a su última morada a quienes truncaron su vida por una irresponsabilidad.

El reclamo, sin respuesta: “¿Por qué?”, “¿Cómo pensó que podía ganarle el paso al tren?”.