Pese a todo lo que se diga en contrario, en esta capital crecen incontenibles los problemas de indigencia y subempleo, según se ha podido observar en los últimos años, ya que una realidad cotidiana es que ha proliferado la “economía de semáforo” o “economía de esquina”, donde predominan los vendedores de chicles, golosinas y mercancías diversas, los limpia parabrisas y hasta los “tragafuegos”.
En Aguascalientes, de ser una imagen ajena –hasta hace unos años- pasó a ser parte de la escenografía urbana cotidiana la presencia de hasta cuatro o cinco vendedores, limosneros o limpia parabrisas, que incluye ahora los tres anillos periféricos y los principales cruceros citadinos.
Cada una de las personas, sobre todo jóvenes y menores de edad, que en los cruceros viales se dedican a vender caramelos, a limpiar cristales de las unidades motorizadas o realizan malabares, es parte de un grupo que desesperadamente tiende a incrementare: el de los menores desprotegidos, señaló la trabajadora social María Elena Reynoso Pérez.
Asimismo, hay personas adultas que al no encontrar empleo se dedican a la venta de accesorios y mercancías, con objeto de ganarse la vida de manera honrada, pero con muy poco éxito.
En Aguascalientes, que como zona urbana tiene un índice de desempleo menor a la de muchas localidades del país, según estimaciones oficiales, es innegable el crecimiento en el número de subempleados, como se considera a quienes limpian vidrios o venden chicles, o bien, imploran la caridad pública.
Se trata también de indígenas que aún conservan su dialecto original y de menores de edad expulsados de su núcleo familiar por la urgencia de obtener dinero, muchos de estos menores, primero aprenden a evadir vehículos y mostrar una caja de golosinas, que a hablar.
Pero también hay jóvenes y adultos que no encuentran trabajo o no quieren hallarlo. Para ellos, la informal “economía de esquina” se convierte en una forma más o menos segura de obtener ingresos para su subsistencia.
No es raro que los menores que buscan un ingreso económico hayan sido atendidos por el DIF o alguna otra institución social, pero en tanto no resuelvan el problema familiar –desintegración y carencia económica- vuelven a la calle a realizar lo que saben hacer.
La imagen casi siempre es la misma: una mirada triste, una carita sucia, una mano solicitante, el claro ejemplo de la pobreza, señala la trabajadora social Reynoso Pérez.
Así las cosas, los problemas de indigencia y subempleo van en aumento, no obstante, las cifras oficiales que señalan que aquí la desocupación no es tan alta como en otras partes del país.
EL DATO:
Es innegable el crecimiento en el número de subempleados, como se considera a quienes limpian vidrios o venden chicles, o bien, imploran la caridad pública.