/ jueves 11 de junio de 2020

“Recordaré toda mi vida esta partida inesperada”, afirmó “Armillita Chico”

Con motivo de su salida de España en 1936 junto con otros toreros mexicanos provocado por el llamado “Boicot del Miedo”

Seguimos con el tema del “Boicot del Miedo” en contra de los toreros mexicanos, encabezado en 1936 por los diestros ibéricos Marcial Lalanda y Diego Mazquiarán “Fortuna”, pues según cuenta la historia el presidente de la República Mexicana, el general Lázaro Cárdenas, dio toda clase de facilidades para el regreso de algunos diestros nacionales que se hallaban en suelo español y en situación económica difícil, enviándoles pasajes.

De esta manera, se documenta que heridos en lo más hondo, pero siempre dignos, los diestros mexicanos abandonaron España en cuyos ruedos dejaban el recuerdo de su arte y su valor qué, en muchas ocasiones, aquellos nobles públicos premiaran con sonoras ovaciones, incluso vitoreando el nombre de ¡México!

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Evidentemente, el matador de toros que comandaba a nuestros toreros era el maestro Fermín Espinosa “Armillita Chico”, quien momentos antes de viajar de regreso a México al embarcarse en Santander en el barco “Cristóbal Colón”, ese 28 de junio de 1936, sobre el problema fue entrevistado por la United Press y gracias a la obra del escritor don Guillermo E. Padilla, “Historia de la Plaza El Toreo, Época de Oro”, así se expresó el célebre diestro saltillense:

“Hoy decidí regresar a México. Llegué anoche a Madrid y tuve noticias de que el gobierno no había llevado a la práctica su determinación de imponer sanciones a los toreros que se negaron a torear con mexicanos, después de haber fracasado también en los intentos que se hicieron para lograr que los toreros españoles respetaran el decreto del gobierno expedido hace varias semanas.

En vista de esa situación me di cuenta de que sería inútil permanecer aquí, no obstante que tengo corridas contratadas en España, Portugal y Francia, pues no se me permitirá de seguro tomar parte en ninguna de ellas a causa de la actitud de los toreros españoles que se han portado muy mal, aún aquellos que creíamos nos ayudarían y nos fallaron.

Si permanecemos en España, lo único que tal vez lograremos será agravar más aún las dificultades, cuya solución quizá se logre con el tiempo y entonces podremos regresar. No me inclino en favor de la idea de algunos, de que por nosotros se ejerzan represalias en México en contra de los españoles que trabajan en mi país y considero que si intervinieran algunas personas prominentes para gestionar la solución del conflicto, ésta de seguro se lograría.

Estamos agradecidos con el personal de nuestra embajada y, en especial, con los miembros de dicho personal que se empeñaron en ayudarnos, agradeciendo asimismo todo lo que se ha hecho en la embajada por nosotros, convencidos de que ya no era posible hacer más.

Ya hemos esperado lo suficiente. El primer decreto no llegó a cumplirse y enseguida se impusieron las sanciones cuya aplicación se anuncia hasta que se efectúe la Corrida de la Beneficencia (23 de abril de 1936), pero es más seguro que surja algún otro factor que sea causa de nuevo aplazamiento. Si no podemos torear aquí, es preferible pasar esta etapa de inactividad en nuestro país.

Salen conmigo 24 toreros mexicanos y todos ellos me piden que haga presente sus respetos y agradecimientos al pueblo español, al que todos enviamos un fraternal abrazo de despedida.

Dejo la península sin rencores, pues no lo siento por nadie, ni aun por aquellos que provocaron tanta oposición y sin recordar siquiera estas miserias humanas. Salgo de esta tierra contento porque voy de regreso a la mía.

La primera vez que vine a España contaba con apenas 16 años de edad y, ahora (con 25 cumplidos), por un fenómeno inexcusable me veo obligado a partir. No sé si será para siempre, pero aunque sea mi ausencia temporal, recordaré toda mi vida esta partida por lo inesperada. Quiero que sepan todos los españoles una cosa, que dondequiera que esté seré su defensor”.

Finalmente, al cabo de ocho años, el 12 de julio de 1944, se solucionó el conflicto taurino hispano mexicano y el siguiente martes 18 del mismo mes se celebró una corrida de toros en Madrid con la participación de Carlos Arruza, quien fue así el primer torero mexicano que volvía a torear en España desde 1936.

Continuará...

DATO

Dejo la península sin rencores, pues no lo siento por nadie, ni aun por aquellos que provocaron tanta oposición y sin recordar siquiera estas miserias humanas, dijo “Armillita Chico”.


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Seguimos con el tema del “Boicot del Miedo” en contra de los toreros mexicanos, encabezado en 1936 por los diestros ibéricos Marcial Lalanda y Diego Mazquiarán “Fortuna”, pues según cuenta la historia el presidente de la República Mexicana, el general Lázaro Cárdenas, dio toda clase de facilidades para el regreso de algunos diestros nacionales que se hallaban en suelo español y en situación económica difícil, enviándoles pasajes.

De esta manera, se documenta que heridos en lo más hondo, pero siempre dignos, los diestros mexicanos abandonaron España en cuyos ruedos dejaban el recuerdo de su arte y su valor qué, en muchas ocasiones, aquellos nobles públicos premiaran con sonoras ovaciones, incluso vitoreando el nombre de ¡México!

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Evidentemente, el matador de toros que comandaba a nuestros toreros era el maestro Fermín Espinosa “Armillita Chico”, quien momentos antes de viajar de regreso a México al embarcarse en Santander en el barco “Cristóbal Colón”, ese 28 de junio de 1936, sobre el problema fue entrevistado por la United Press y gracias a la obra del escritor don Guillermo E. Padilla, “Historia de la Plaza El Toreo, Época de Oro”, así se expresó el célebre diestro saltillense:

“Hoy decidí regresar a México. Llegué anoche a Madrid y tuve noticias de que el gobierno no había llevado a la práctica su determinación de imponer sanciones a los toreros que se negaron a torear con mexicanos, después de haber fracasado también en los intentos que se hicieron para lograr que los toreros españoles respetaran el decreto del gobierno expedido hace varias semanas.

En vista de esa situación me di cuenta de que sería inútil permanecer aquí, no obstante que tengo corridas contratadas en España, Portugal y Francia, pues no se me permitirá de seguro tomar parte en ninguna de ellas a causa de la actitud de los toreros españoles que se han portado muy mal, aún aquellos que creíamos nos ayudarían y nos fallaron.

Si permanecemos en España, lo único que tal vez lograremos será agravar más aún las dificultades, cuya solución quizá se logre con el tiempo y entonces podremos regresar. No me inclino en favor de la idea de algunos, de que por nosotros se ejerzan represalias en México en contra de los españoles que trabajan en mi país y considero que si intervinieran algunas personas prominentes para gestionar la solución del conflicto, ésta de seguro se lograría.

Estamos agradecidos con el personal de nuestra embajada y, en especial, con los miembros de dicho personal que se empeñaron en ayudarnos, agradeciendo asimismo todo lo que se ha hecho en la embajada por nosotros, convencidos de que ya no era posible hacer más.

Ya hemos esperado lo suficiente. El primer decreto no llegó a cumplirse y enseguida se impusieron las sanciones cuya aplicación se anuncia hasta que se efectúe la Corrida de la Beneficencia (23 de abril de 1936), pero es más seguro que surja algún otro factor que sea causa de nuevo aplazamiento. Si no podemos torear aquí, es preferible pasar esta etapa de inactividad en nuestro país.

Salen conmigo 24 toreros mexicanos y todos ellos me piden que haga presente sus respetos y agradecimientos al pueblo español, al que todos enviamos un fraternal abrazo de despedida.

Dejo la península sin rencores, pues no lo siento por nadie, ni aun por aquellos que provocaron tanta oposición y sin recordar siquiera estas miserias humanas. Salgo de esta tierra contento porque voy de regreso a la mía.

La primera vez que vine a España contaba con apenas 16 años de edad y, ahora (con 25 cumplidos), por un fenómeno inexcusable me veo obligado a partir. No sé si será para siempre, pero aunque sea mi ausencia temporal, recordaré toda mi vida esta partida por lo inesperada. Quiero que sepan todos los españoles una cosa, que dondequiera que esté seré su defensor”.

Finalmente, al cabo de ocho años, el 12 de julio de 1944, se solucionó el conflicto taurino hispano mexicano y el siguiente martes 18 del mismo mes se celebró una corrida de toros en Madrid con la participación de Carlos Arruza, quien fue así el primer torero mexicano que volvía a torear en España desde 1936.

Continuará...

DATO

Dejo la península sin rencores, pues no lo siento por nadie, ni aun por aquellos que provocaron tanta oposición y sin recordar siquiera estas miserias humanas, dijo “Armillita Chico”.


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