/ viernes 1 de mayo de 2020

Piedras Negras, dehesa llena de historia y simiente de muchas divisas

Esta casa tlaxcalteca ocupa el sexto lugar en antigüedad del país luego de haberla formado en 1870 José María González Muñoz en Tetla

Viene ahora en este largo recorrido histórico sobre nuestra Fiesta Brava, tocar el tema sobre una de las dehesas a la que se le considera como simiente de muchas ganaderías del país, nos referimos a la legendaria casa tlaxcalteca de Piedras Negras y de ello nos da cuenta a su estilo el escritor Agustín Linares García en su obra de 1968, “Los Toros en España y México”.

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“Esta ganadería rodeada de una gran historia ocupa el sexto lugar en antigüedad. La formó el señor José María González Muñoz en 1870, con vacas criollas del rancho de Zacatepec, fracción de Piedras Negras, y sementales de San Cristóbal la Trampa.

Debido al buen juego que daban sus toros decidió hacer de Piedras Negras una excelente vacada, para lo que empezó a tentar en 1878 a campo abierto a la manera española, seleccionando así lo mejor del ganado. Bien pronto se vieron los progresos alcanzados para llevar adelante la dehesa. Los señores Lubín y Romárico González, sobrinos de son José María, sirvieron de gran ayuda y aliento al propietario.

En 1882, adquirió don Luis Mazzantini, para don José María, un toro de Pablo Benjumea, sobrero de una corrida, que puesto a padrear dio el resultado apetecido. En vista de ello, decidió el ganadero hacerse en España de más sementales, trayendo un toro de don Eduardo Miura, que apenas dejó crías; tres de Murube, que ligaron bien como se vio más tarde y seis de la misma procedencia 10 años después, siendo rechazados tres en las faenas de retienta.

A raíz del fallecimiento de don José María González Muñoz, acaecido en el año de 1908, se agregó a Piedras Negras ganado de Tepeyahualco, procedente de Saltillo. En 1915, los señores Lubín y Romárico González volvieron a hacer cruzas con otro toro del Marqués que dio excelente juego.

Habiendo decidido los referidos hermanos repartir la vacada, correspondió a Romárico la parte de Tepeyahualco y, la de Saltillo, a Lubín, quien al fallecer en 1928, la mitad de la Hacienda y vacada pasó a su viuda y, la otra, a sus sobrinos Wiliulfo, María Cristina y Beatriz González de Carvajal, cada uno de los cuales quedando como dueños de un sexto de aquellos bienes. Tras convenio entre los herederos, Wiliulfo reunió toda la propiedad, excepto la parte de María Cristina que se agregó a la ganadería de su esposo Daniel Muñoz. Para ello, adquirió de la viuda de don Lubín su mitad heredada, o sea, los tres sextos y con el suyo más el de su hermana Beatriz, completó las cinco partes que restaban.

Al quedar de nuevo en una sola mano la vacada, no sólo mantuvo su fama sino que logró aumentarla, conservando la casta dentro del tipo terciado, pero siempre bravo, fino y bien puesto y de pinta negra o cárdena.

Un hecho triste sucedió en México, el 29 de diciembre de 1940, cuando en El Toreo de la Condesa el toro ‘Cobijero’ mató al pundonoroso diestro Alberto Balderas. También hubo de lamentarse otra irreparable pérdida en el año de 1941, la del propietario de la vacada don Wiliulfo González, entusiasta aficionado al toreo campero y que sucumbió al colear a un toro, cayendo de su caballo y ser arrastrado por éste. Le sucedieron sus hijos don Romárico González y hermanos, que a la vez heredaron también la ganadería de La Laguna, fundada por su abuelo, el gran aficionado don Romárico González.

Posteriormente, en los años 50, acordaron separarse don Romárico y su hermano don Raúl, quedándose el primero de ellos con la vacada de La Laguna y, el segundo, con Piedras Negras. Se encuentra la ganadería a 18 kilómetros de Apizaco, en el estado de Tlaxcala y a 140 de la Ciudad de México por la carretera que va a Veracruz.

Como la mayoría de estas construcciones, es de la época colonial, de dos plantas y con amplio patio empedrado. Al costado izquierdo y al fondo hay un corredor con cubierta sostenida por pilastras, al que desembocan la puerta de las caballerizas a la izquierda, el despacho en el ángulo del mismo lado, el comedor en el opuesto y en el muro que los une adornado con cuatro cabezas de toros está el acceso a otro patio más pequeño decorado con azulejos, con un macizo de flores y una fuente en su centro. Y cerca de la entrada principal se encuentra la capilla”.

Continuará…

DATO

Debido al buen juego que daban sus toros, don José María González Muñoz decidió hacer de Piedras Negras una excelente vacada.

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Viene ahora en este largo recorrido histórico sobre nuestra Fiesta Brava, tocar el tema sobre una de las dehesas a la que se le considera como simiente de muchas ganaderías del país, nos referimos a la legendaria casa tlaxcalteca de Piedras Negras y de ello nos da cuenta a su estilo el escritor Agustín Linares García en su obra de 1968, “Los Toros en España y México”.

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“Esta ganadería rodeada de una gran historia ocupa el sexto lugar en antigüedad. La formó el señor José María González Muñoz en 1870, con vacas criollas del rancho de Zacatepec, fracción de Piedras Negras, y sementales de San Cristóbal la Trampa.

Debido al buen juego que daban sus toros decidió hacer de Piedras Negras una excelente vacada, para lo que empezó a tentar en 1878 a campo abierto a la manera española, seleccionando así lo mejor del ganado. Bien pronto se vieron los progresos alcanzados para llevar adelante la dehesa. Los señores Lubín y Romárico González, sobrinos de son José María, sirvieron de gran ayuda y aliento al propietario.

En 1882, adquirió don Luis Mazzantini, para don José María, un toro de Pablo Benjumea, sobrero de una corrida, que puesto a padrear dio el resultado apetecido. En vista de ello, decidió el ganadero hacerse en España de más sementales, trayendo un toro de don Eduardo Miura, que apenas dejó crías; tres de Murube, que ligaron bien como se vio más tarde y seis de la misma procedencia 10 años después, siendo rechazados tres en las faenas de retienta.

A raíz del fallecimiento de don José María González Muñoz, acaecido en el año de 1908, se agregó a Piedras Negras ganado de Tepeyahualco, procedente de Saltillo. En 1915, los señores Lubín y Romárico González volvieron a hacer cruzas con otro toro del Marqués que dio excelente juego.

Habiendo decidido los referidos hermanos repartir la vacada, correspondió a Romárico la parte de Tepeyahualco y, la de Saltillo, a Lubín, quien al fallecer en 1928, la mitad de la Hacienda y vacada pasó a su viuda y, la otra, a sus sobrinos Wiliulfo, María Cristina y Beatriz González de Carvajal, cada uno de los cuales quedando como dueños de un sexto de aquellos bienes. Tras convenio entre los herederos, Wiliulfo reunió toda la propiedad, excepto la parte de María Cristina que se agregó a la ganadería de su esposo Daniel Muñoz. Para ello, adquirió de la viuda de don Lubín su mitad heredada, o sea, los tres sextos y con el suyo más el de su hermana Beatriz, completó las cinco partes que restaban.

Al quedar de nuevo en una sola mano la vacada, no sólo mantuvo su fama sino que logró aumentarla, conservando la casta dentro del tipo terciado, pero siempre bravo, fino y bien puesto y de pinta negra o cárdena.

Un hecho triste sucedió en México, el 29 de diciembre de 1940, cuando en El Toreo de la Condesa el toro ‘Cobijero’ mató al pundonoroso diestro Alberto Balderas. También hubo de lamentarse otra irreparable pérdida en el año de 1941, la del propietario de la vacada don Wiliulfo González, entusiasta aficionado al toreo campero y que sucumbió al colear a un toro, cayendo de su caballo y ser arrastrado por éste. Le sucedieron sus hijos don Romárico González y hermanos, que a la vez heredaron también la ganadería de La Laguna, fundada por su abuelo, el gran aficionado don Romárico González.

Posteriormente, en los años 50, acordaron separarse don Romárico y su hermano don Raúl, quedándose el primero de ellos con la vacada de La Laguna y, el segundo, con Piedras Negras. Se encuentra la ganadería a 18 kilómetros de Apizaco, en el estado de Tlaxcala y a 140 de la Ciudad de México por la carretera que va a Veracruz.

Como la mayoría de estas construcciones, es de la época colonial, de dos plantas y con amplio patio empedrado. Al costado izquierdo y al fondo hay un corredor con cubierta sostenida por pilastras, al que desembocan la puerta de las caballerizas a la izquierda, el despacho en el ángulo del mismo lado, el comedor en el opuesto y en el muro que los une adornado con cuatro cabezas de toros está el acceso a otro patio más pequeño decorado con azulejos, con un macizo de flores y una fuente en su centro. Y cerca de la entrada principal se encuentra la capilla”.

Continuará…

DATO

Debido al buen juego que daban sus toros, don José María González Muñoz decidió hacer de Piedras Negras una excelente vacada.

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