/ martes 28 de abril de 2020

Los Madrazo, básicos en cosos nacionales

La Punta regó su ‘sangre’ en otras casas que han tenido sonoros triunfos gracias a la semilla sembrada por ellos en la crianza de ganado bravo

La cuarta familia que junto con la Barbabosa, la González y la Llaguno le dieron los cimientos al afianzamiento en la crianza del ganado bravo en México fue la Madrazo y sobre esta estirpe campera el colega y amigo Eduardo Castillo García nos dice lo siguiente en su obra “Nuestro Toro”.

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“En 1884 don Ignacio Madrazo Carral compró la Hacienda de La Punta en el campo bravo jalisciense. Al morir en 1911 se hicieron cargo del rancho sus hijos don Francisco y don José Madrazo García Granados, quienes en 1918 decidieron formar una ganadería de reses bravas con 40 vacas de San Nicolás Peralta y dos sementales españoles, uno de Parladé llamado ‘Pinchasapos’ y, otro, del Marqués de Saltillo ‘Finezas’.

En 1925, al no estar satisfechos con los resultados y por consejo de su amigo, el célebre diestro trianero don Juan Belmonte, se deshicieron de todo el ganado conservando solamente los sementales españoles para entonces empezar nuevamente la formación de la vacada con 11 hembras de Parladé: ‘Mezquina’, marcada con el número 987; ‘Olivera’, con el 914; ‘Pelá’, con el 947; ‘Milagrosa’, con el 841; ‘Capuchina’, con el 920; ‘Pegajosa’, con el 979; ‘Recobita’, con el 998; ‘Presidiaria’, con el 910; ‘Camisera’, con el 908; ‘Lagrimosa’, con el 919 y ‘Venena’, marcada con el número 957. Asimismo, un par de erales: ‘Comparito’, con el 29 y ‘Candilejo’, con el 83. Además de dos utreros: ‘Sardiero’, con el 29 y ‘Conco’, marcado con el número 20. Más tarde importaron de España 40 vacas, cuatro sementales, 10 utreros, nueve erales y dos añojos de Campos Varela.

En 1926 formaron la dehesa de Matancillas como una fracción. Llevaron así, con rigurosa selección son cruzar esta sangre, caminando poco a poco acrisolados en el fracaso y en el triunfo para ir escalando peldaños hasta ser una de las ganaderías más importantes, logrando mucha fama por la imponente presencia y extraordinario juego de sus toros.

Fue la ganadería con más cabezas en el mundo. Baste recordar a ‘Pinturero’, ‘Arribeño’, ‘Mexicano’, ‘Volador’ y ‘Candilejo’, magistralmente lidiados por el entonces jovencito diestro Fermín Espinosa ‘Armillita Chico’. Estrictos y firmes en sus convicciones de la casa lidiaban toros con cinco años de edad cumplidos y 30 arrobas en la báscula, además de no permitir ni una sola mancha blanca en el pelaje para ser presentados con orgullo en cualquier plaza.

En 1940 trajeron otros dos sementales ibéricos de Domingo Ortega, quedando así definitivamente formada la dehesa para gloria de su nombre y honra de la ganadería brava mexicana, además de regar su ‘sangre’ en muchas casas que han tenido sonoros triunfos gracias a la semilla sembrada por estos grandes hombres en la crianza de ganado bravo nacional.

Así, basada en estos cuatro pilares fundamentales en la primera mitad del siglo XX se consolida la independencia taurina de México, todo gracias a la escrupulosidad, el amor a la tierra y a los toros, la afición y la honradez de estos ganaderos es que se ha logrado tener un toro propio en nuestro país”.

DATO

La Punta llegó a ser de las dehesas más importantes, logrando mucha fama por la imponente presencia y extraordinario juego de sus toros.

¡Escucha el podcast taurino Partiendo Plaza!

La cuarta familia que junto con la Barbabosa, la González y la Llaguno le dieron los cimientos al afianzamiento en la crianza del ganado bravo en México fue la Madrazo y sobre esta estirpe campera el colega y amigo Eduardo Castillo García nos dice lo siguiente en su obra “Nuestro Toro”.

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“En 1884 don Ignacio Madrazo Carral compró la Hacienda de La Punta en el campo bravo jalisciense. Al morir en 1911 se hicieron cargo del rancho sus hijos don Francisco y don José Madrazo García Granados, quienes en 1918 decidieron formar una ganadería de reses bravas con 40 vacas de San Nicolás Peralta y dos sementales españoles, uno de Parladé llamado ‘Pinchasapos’ y, otro, del Marqués de Saltillo ‘Finezas’.

En 1925, al no estar satisfechos con los resultados y por consejo de su amigo, el célebre diestro trianero don Juan Belmonte, se deshicieron de todo el ganado conservando solamente los sementales españoles para entonces empezar nuevamente la formación de la vacada con 11 hembras de Parladé: ‘Mezquina’, marcada con el número 987; ‘Olivera’, con el 914; ‘Pelá’, con el 947; ‘Milagrosa’, con el 841; ‘Capuchina’, con el 920; ‘Pegajosa’, con el 979; ‘Recobita’, con el 998; ‘Presidiaria’, con el 910; ‘Camisera’, con el 908; ‘Lagrimosa’, con el 919 y ‘Venena’, marcada con el número 957. Asimismo, un par de erales: ‘Comparito’, con el 29 y ‘Candilejo’, con el 83. Además de dos utreros: ‘Sardiero’, con el 29 y ‘Conco’, marcado con el número 20. Más tarde importaron de España 40 vacas, cuatro sementales, 10 utreros, nueve erales y dos añojos de Campos Varela.

En 1926 formaron la dehesa de Matancillas como una fracción. Llevaron así, con rigurosa selección son cruzar esta sangre, caminando poco a poco acrisolados en el fracaso y en el triunfo para ir escalando peldaños hasta ser una de las ganaderías más importantes, logrando mucha fama por la imponente presencia y extraordinario juego de sus toros.

Fue la ganadería con más cabezas en el mundo. Baste recordar a ‘Pinturero’, ‘Arribeño’, ‘Mexicano’, ‘Volador’ y ‘Candilejo’, magistralmente lidiados por el entonces jovencito diestro Fermín Espinosa ‘Armillita Chico’. Estrictos y firmes en sus convicciones de la casa lidiaban toros con cinco años de edad cumplidos y 30 arrobas en la báscula, además de no permitir ni una sola mancha blanca en el pelaje para ser presentados con orgullo en cualquier plaza.

En 1940 trajeron otros dos sementales ibéricos de Domingo Ortega, quedando así definitivamente formada la dehesa para gloria de su nombre y honra de la ganadería brava mexicana, además de regar su ‘sangre’ en muchas casas que han tenido sonoros triunfos gracias a la semilla sembrada por estos grandes hombres en la crianza de ganado bravo nacional.

Así, basada en estos cuatro pilares fundamentales en la primera mitad del siglo XX se consolida la independencia taurina de México, todo gracias a la escrupulosidad, el amor a la tierra y a los toros, la afición y la honradez de estos ganaderos es que se ha logrado tener un toro propio en nuestro país”.

DATO

La Punta llegó a ser de las dehesas más importantes, logrando mucha fama por la imponente presencia y extraordinario juego de sus toros.

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