/ lunes 19 de abril de 2021

[Podcast] Cofre de leyendas | Libertad por un beso

Aguascalientes y Zacatecas comparten algo más que una frontera; una historia de amor y traición une su pasado

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Es una leyenda sobre la separación de Aguascalientes de Zacatecas. También es conocida como "La Leyenda del Beso".

Esta historia nació gracias al ingenio del Ingeniero Elías L. Torres, quien recuperó en un escrito lo que decía el pueblo sobre la Soberanía de Estado, lo cual levantó gran polémica en el pueblo sobre todo, en las recatadas y buenas mujeres de Aguascalientes.

Se cuenta esta narración que doña Luisa Fernández Villa de García Rojas, oriunda de Aguascalientes -hija de Don Diego Fernández Villa, conocido comerciante del lugar- se casó con Don Pedro García Rojas en 1822 (su primera hija doña Francisca nació en 1924).

Doña Luisa era una mujer atractiva, caritativa, generosa, que como a todos los aguascalentenses deseaba que su estado fuera independiente y sacudirse del yugo zacatecano ”librarse de la tiranía de los tuzos“, rezaba un incendiario manifiesto de la época, anhelo que no podía cristalizar mediante una revolución, ya que no se podía enfrentar éste contra los poderosos enemigos de Zacatecas.

Don Pedro García Rojas se distinguía por su prominencia en la política y su riqueza.

Desde que Aguascalientes fue agregado a la dependencia de Zacatecas, el más grande anhelo de sus habitantes, era independizarse. Pasaron algunos años, y Aguascalientes era un suburbio de Zacatecas, la gente sentía gran encono con los zacatecanos, los que menos culpa tenían en el asunto. El primero de Mayo de 1835, Don Antonio López de Santa Anna, llegó a la ciudad de Aguascalientes de paso para Zacatecas.

Llevaba un contingente de tres mil hombres, con los cuales iba a someter al orden al turbulento estado de Zacatecas, que había tenido “la audacia”, de sublevarse contra él.

Pernoctaría una noche y las principales familias del lugar se disputaban el honor de recibir en su casa al invencible guerrero. La residencia de Don Pedro García Rojas y su esposa Doña María Luisa fue la elegida.

Doña Maria Luisa, que era una gran ama de casa, virtuosa en la cocina y una exquisita dama de abolengo, la que a más de su belleza tenía finos modales, desplegando toda su coquetería recibió al general Antonio López de Santa Anna, con una reverencia.

El invitado ocupaba la cabecera de la mesa; mientras saboreaba un delicioso chocolate y los famosos ”ladrillos” (panecillos típicos de Aguascalientes), refería los incidentes de sus gloriosas campañas. Don Pedro, escuchaba atento a su izquierda el emocionante relato. Su esposa a la derecha del altivo invitado, clavaba sobre él sus ojos de obsidiana y comentaba las hazañas que éste refería con frases de elogio oportuno, o desgranaba dulcemente su sonrisa divina, que era un invencible hechizo de su belleza aguascalentense.

Poco a poco fue rodando la conversación, sabiamente llevada por la dama, hasta conectarla en la situación dolorosa por la que atravesaba Aguascalientes.

Cuando la señora Villa de García Rojas llegaba a esa parte del relato, se abrió la puerta del amplio comedor y un criado anuncio que Don Pedro José López de Nava, buscaba al señor García Rojas; era urgente. El aludido pidió permiso para salir a la sala un momento, cerró tras de sí la puerta y el ruido de sus pasos se fue perdiendo por el rojo enladrillado del corredor. -Aguascalientes puede ser independiente-, continua Doña Maria Luisa, reanudando su conversación -basta que usted lo quiera, mi General, que en este pueblo todos lo anhelamos, llegaríamos hasta el sacrificio para obtenerlo.

Dejó caer estas últimas palabras con una ternura tan intensa, que el árbitro de la República conmovido deslizó su mano sobre el bordado mantel y oprimiendo la fina siniestra de Doña María Luisa, le dijo, emocionado. -¿ De veras hasta el sacrificio ?… La señora de García Rojas se puso de pie violentamente, cerró un poco el entrecejo, como desaprobando el atrevimiento del caudillo. Pero este, sin soltarle la mano y mirándola suplicante… volvieron a brillar en sus labios una sonrisa, y sentándose de nuevo contestó: – Hasta el sacrificio… General.

Santa Anna acercó sus labios sensuales sobre los divinamente bellos de la hermosa dama aguascalentense y dio un beso prolongado y ardiente que vino a interrumpir el ruido de los pasos de don Pedro, que regresaba por el pasillo. La dama salió al encuentro de su esposo, radiante de alegría y colgándosele del cuello zalamera y coqueta le dijo: – ¡ Perico, por fin Aguascalientes es independiente ¿ Verdad General? – Verdad es-, asintió Santa Anna inclinando la cabeza y besando la mano de la señora García Rojas.

Según se cuenta en la leyenda, el dictador cumplió su palabra, al día siguiente, dos de mayo de 1835, fue depuesto el jefe político zacatecano, José Maria Sandoval, y nombrado por el cabildo para sustituirlo Don Pedro García Rojas. Días después, triunfante, pues había derrotado en Guadalupe, Zacatecas a las fuerzas de Don Francisco García, que eran las de aquel Estado, expidió un decreto fechado en México el 23 de Mayo de 1835, confirmando la independencia de Aguascalientes, haciéndolo territorio el 30 de Noviembre de 1836, fue declarado Departamento con la dimensión que ahora tiene el estado, nombrándose como era natural, primer gobernador a Don Pedro García Rojas.

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Es una leyenda sobre la separación de Aguascalientes de Zacatecas. También es conocida como "La Leyenda del Beso".

Esta historia nació gracias al ingenio del Ingeniero Elías L. Torres, quien recuperó en un escrito lo que decía el pueblo sobre la Soberanía de Estado, lo cual levantó gran polémica en el pueblo sobre todo, en las recatadas y buenas mujeres de Aguascalientes.

Se cuenta esta narración que doña Luisa Fernández Villa de García Rojas, oriunda de Aguascalientes -hija de Don Diego Fernández Villa, conocido comerciante del lugar- se casó con Don Pedro García Rojas en 1822 (su primera hija doña Francisca nació en 1924).

Doña Luisa era una mujer atractiva, caritativa, generosa, que como a todos los aguascalentenses deseaba que su estado fuera independiente y sacudirse del yugo zacatecano ”librarse de la tiranía de los tuzos“, rezaba un incendiario manifiesto de la época, anhelo que no podía cristalizar mediante una revolución, ya que no se podía enfrentar éste contra los poderosos enemigos de Zacatecas.

Don Pedro García Rojas se distinguía por su prominencia en la política y su riqueza.

Desde que Aguascalientes fue agregado a la dependencia de Zacatecas, el más grande anhelo de sus habitantes, era independizarse. Pasaron algunos años, y Aguascalientes era un suburbio de Zacatecas, la gente sentía gran encono con los zacatecanos, los que menos culpa tenían en el asunto. El primero de Mayo de 1835, Don Antonio López de Santa Anna, llegó a la ciudad de Aguascalientes de paso para Zacatecas.

Llevaba un contingente de tres mil hombres, con los cuales iba a someter al orden al turbulento estado de Zacatecas, que había tenido “la audacia”, de sublevarse contra él.

Pernoctaría una noche y las principales familias del lugar se disputaban el honor de recibir en su casa al invencible guerrero. La residencia de Don Pedro García Rojas y su esposa Doña María Luisa fue la elegida.

Doña Maria Luisa, que era una gran ama de casa, virtuosa en la cocina y una exquisita dama de abolengo, la que a más de su belleza tenía finos modales, desplegando toda su coquetería recibió al general Antonio López de Santa Anna, con una reverencia.

El invitado ocupaba la cabecera de la mesa; mientras saboreaba un delicioso chocolate y los famosos ”ladrillos” (panecillos típicos de Aguascalientes), refería los incidentes de sus gloriosas campañas. Don Pedro, escuchaba atento a su izquierda el emocionante relato. Su esposa a la derecha del altivo invitado, clavaba sobre él sus ojos de obsidiana y comentaba las hazañas que éste refería con frases de elogio oportuno, o desgranaba dulcemente su sonrisa divina, que era un invencible hechizo de su belleza aguascalentense.

Poco a poco fue rodando la conversación, sabiamente llevada por la dama, hasta conectarla en la situación dolorosa por la que atravesaba Aguascalientes.

Cuando la señora Villa de García Rojas llegaba a esa parte del relato, se abrió la puerta del amplio comedor y un criado anuncio que Don Pedro José López de Nava, buscaba al señor García Rojas; era urgente. El aludido pidió permiso para salir a la sala un momento, cerró tras de sí la puerta y el ruido de sus pasos se fue perdiendo por el rojo enladrillado del corredor. -Aguascalientes puede ser independiente-, continua Doña Maria Luisa, reanudando su conversación -basta que usted lo quiera, mi General, que en este pueblo todos lo anhelamos, llegaríamos hasta el sacrificio para obtenerlo.

Dejó caer estas últimas palabras con una ternura tan intensa, que el árbitro de la República conmovido deslizó su mano sobre el bordado mantel y oprimiendo la fina siniestra de Doña María Luisa, le dijo, emocionado. -¿ De veras hasta el sacrificio ?… La señora de García Rojas se puso de pie violentamente, cerró un poco el entrecejo, como desaprobando el atrevimiento del caudillo. Pero este, sin soltarle la mano y mirándola suplicante… volvieron a brillar en sus labios una sonrisa, y sentándose de nuevo contestó: – Hasta el sacrificio… General.

Santa Anna acercó sus labios sensuales sobre los divinamente bellos de la hermosa dama aguascalentense y dio un beso prolongado y ardiente que vino a interrumpir el ruido de los pasos de don Pedro, que regresaba por el pasillo. La dama salió al encuentro de su esposo, radiante de alegría y colgándosele del cuello zalamera y coqueta le dijo: – ¡ Perico, por fin Aguascalientes es independiente ¿ Verdad General? – Verdad es-, asintió Santa Anna inclinando la cabeza y besando la mano de la señora García Rojas.

Según se cuenta en la leyenda, el dictador cumplió su palabra, al día siguiente, dos de mayo de 1835, fue depuesto el jefe político zacatecano, José Maria Sandoval, y nombrado por el cabildo para sustituirlo Don Pedro García Rojas. Días después, triunfante, pues había derrotado en Guadalupe, Zacatecas a las fuerzas de Don Francisco García, que eran las de aquel Estado, expidió un decreto fechado en México el 23 de Mayo de 1835, confirmando la independencia de Aguascalientes, haciéndolo territorio el 30 de Noviembre de 1836, fue declarado Departamento con la dimensión que ahora tiene el estado, nombrándose como era natural, primer gobernador a Don Pedro García Rojas.

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