Sobre la llegada del cacao a tierras mexicanas, hay varias versiones. Una, llena de magia y misticismo, es una leyenda prehispánica, en la que se menciona al dios Quetzalcóatl, como responsable de tomarla de la tierra de los dioses, con la única intención de poder alimentar a su pueblo. Después descendió a la tierra, la plantó y pidió al dios Tláloc que hiciera caer la lluvia para regarlo. Cuando el árbol creció, pidió a la diosa Xochiquétzal que lo llenara de bellas flores, y así nació el fruto del cacao.
Sin embargo, un relato más cercano a la realidad, según los historiadores, asegura que fueron los Olmecas, los primeros en descubrirlo y cultivarlo. Posteriormente, procesaron los granos y los convirtieron en una bebida conocida como Xocolatl, palabra náhuatl que se forma de los vocablos xoco, que significa amargo, y alt, que quiere decir agua. Esta bebida se consumía, especialmente, durante las ceremonias religiosas.
Con el paso del tiempo, el alimento ganó gran popularidad y su consumo se extendió por toda Mesoamérica, hasta llegó a usarse como objeto de trueque.
Actualmente, el cacao se consume en todo el mundo, no sólo en postres, sino en otros alimentos salados como el mole o en adobos para carnes.
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