En sus colores, sus trazos y los rostros de sus creaciones, replicó la identidad el pueblo mexicano; de aquél que trabajaba hasta rajarse las manos y los talones para llevar comida a sus hogares.
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A través de sus obras, Saturnino Herrán se convirtió en un portavoz de la esencia, el folklore y la forma de vida de los mexicanos, en un tiempo de búsqueda de igualdad, paz y consolidación como nación por medio de la revolución. Es por es que se le considera como uno de los más grandes y prolíficos exponentes de la corriente llamada “indigenismo”.
En la belleza de sus pinceladas, los pobres, los olvidados, los menos afortunados y despreciados, adquirieron visibilidad ante la sociedad, la mexicana y la del mundo.
Nació en esta ciudad de Aguascalientes, el 09 de julio de 1887, y es precisamente este lugar quien lo ha elevado como su hijo predilecto. Falleció el 08 de octubre de 1918, cuando tenía apenas 31 años de edad.
Si bien, su vida productiva se vio reducida a tan sólo 14 años, bastaron para convertir su trabajo en un legado invaluable y perpetuo, del cual, hoy recordamos algunas obras para celebrar su vida y obra, a 133 años de su natalicio.
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