/ sábado 29 de diciembre de 2018

Y... ¿Qué dice el pueblo?

En cualquier disputa siempre habrá los partidarios de uno y los partidarios de otro; esto es muy normal y recurrente en el comportamiento de la humanidad. Ahora el señor Presidente nos está invitando a que seamos nosotros, el pueblo, quienes decidamos qué hacer con los malos mexicanos que nos han estado robando durante los últimos años; todos esos malos mexicanos que creyendo que el país era propiedad de ellos, se adujeron el derecho de robar, de defraudar, de dañar al pueblo, quitándole lo que sólo al pueblo le pertenece.

A principios de la vida independiente de nuestra nación era un privilegio que el pueblo te eligiera para representarlo como diputado, como regidor, como presidente municipal, como gobernador, como presidente de la república, como senador, etc., mientras que eran pocos los que aceptaban el cargo, porque no había dineros suficientes más que para vivir en la saludable medianía, sólo con lo que era el salario del cargo a ejercer. Ahora se gastan miles y miles de pesos en campañas en donde los candidatos ofrecen “las perlas de la virgen”, si el pueblo les entrega su voto.

Y resulta que en cuanto llegan se hinchan de dinero mal habido, porque es dinero del pueblo. Se llenan de dinero y propiedades obtenidas por la influencia natural del cargo a desempeñar. Incluso evitan que el pueblo mismo, el dueño del país, se les acerque. Se sienten ungidos con privilegios que no tienen, y se transforman en una especie de reyezuelos que gobiernan, no por el pueblo o para el pueblo, sino para sus propios intereses. Y claro que ha habido sus muy honrosas excepciones (los muy menos), que se han distinguido por beneficiar al pueblo, y por ende son amados y respetados por el pueblo mismo.

Ese cariño y ese respeto es ahora una fantasía que se ha alejado de la realidad, porque la deshonestidad, la prepotencia, el adueñamiento de lo que es y debe ser patrimonio y propiedad del pueblo, son el “modus operandi” de los que asumen cargos de gobierno y representación. Y lo que era motivo de honor, ahora es motivo de descrédito, de falsía, de demagogia.

Pero tal parece que ha llegado un buen hombre, honesto y trabajador, dispuesto a regresar al pueblo sus derechos y propiedades. Un hombre que habla con sencillez y que invita al pueblo mismo a instruirle en la forma en que él debe actuar. Tal es el caso de pedirle al pueblo su opinión en torno a castigar o no a los gobernantes y funcionarios que han defraudado al pueblo. Yo creo que con sólo quitarles lo que se han robado es más que suficiente. No quiero que vayan a la cárcel, porque los tendríamos que mantener. Su castigo será mayúsculo si se les quita lo mal habido, porque quedarían en la miseria. ¿Habrá un castigo mayor? Busquemos que lo que se haga, provoque ¡Que viva México!

velasco_alvarez@yahoo.com

En cualquier disputa siempre habrá los partidarios de uno y los partidarios de otro; esto es muy normal y recurrente en el comportamiento de la humanidad. Ahora el señor Presidente nos está invitando a que seamos nosotros, el pueblo, quienes decidamos qué hacer con los malos mexicanos que nos han estado robando durante los últimos años; todos esos malos mexicanos que creyendo que el país era propiedad de ellos, se adujeron el derecho de robar, de defraudar, de dañar al pueblo, quitándole lo que sólo al pueblo le pertenece.

A principios de la vida independiente de nuestra nación era un privilegio que el pueblo te eligiera para representarlo como diputado, como regidor, como presidente municipal, como gobernador, como presidente de la república, como senador, etc., mientras que eran pocos los que aceptaban el cargo, porque no había dineros suficientes más que para vivir en la saludable medianía, sólo con lo que era el salario del cargo a ejercer. Ahora se gastan miles y miles de pesos en campañas en donde los candidatos ofrecen “las perlas de la virgen”, si el pueblo les entrega su voto.

Y resulta que en cuanto llegan se hinchan de dinero mal habido, porque es dinero del pueblo. Se llenan de dinero y propiedades obtenidas por la influencia natural del cargo a desempeñar. Incluso evitan que el pueblo mismo, el dueño del país, se les acerque. Se sienten ungidos con privilegios que no tienen, y se transforman en una especie de reyezuelos que gobiernan, no por el pueblo o para el pueblo, sino para sus propios intereses. Y claro que ha habido sus muy honrosas excepciones (los muy menos), que se han distinguido por beneficiar al pueblo, y por ende son amados y respetados por el pueblo mismo.

Ese cariño y ese respeto es ahora una fantasía que se ha alejado de la realidad, porque la deshonestidad, la prepotencia, el adueñamiento de lo que es y debe ser patrimonio y propiedad del pueblo, son el “modus operandi” de los que asumen cargos de gobierno y representación. Y lo que era motivo de honor, ahora es motivo de descrédito, de falsía, de demagogia.

Pero tal parece que ha llegado un buen hombre, honesto y trabajador, dispuesto a regresar al pueblo sus derechos y propiedades. Un hombre que habla con sencillez y que invita al pueblo mismo a instruirle en la forma en que él debe actuar. Tal es el caso de pedirle al pueblo su opinión en torno a castigar o no a los gobernantes y funcionarios que han defraudado al pueblo. Yo creo que con sólo quitarles lo que se han robado es más que suficiente. No quiero que vayan a la cárcel, porque los tendríamos que mantener. Su castigo será mayúsculo si se les quita lo mal habido, porque quedarían en la miseria. ¿Habrá un castigo mayor? Busquemos que lo que se haga, provoque ¡Que viva México!

velasco_alvarez@yahoo.com

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