/ lunes 26 de julio de 2021

Vacunarnos también es ejercer nuestra libertad

Es viernes y tienes ánimo de salir a despejar la mente, quizá caminar por el centro de la ciudad y comer algo en algún puestecito de la plaza. Como vives en la nueva normalidad, tomas tu cubrebocas y tu gel antibacterial. Al llegar, te apetece tomar un café en ese lugarcito con un agradable jardín; sin embargo, cuando intentas entrar, te piden que presentes tu carnet de vacunación Covid-19, pero tú careces de este documento, porque decidiste no vacunarte. Ese café que tanto se te antojó tendrá que esperar un poco... tal vez para cuando termine la pandemia.

Diversos países alrededor del mundo han implementado acciones drásticas para proteger de la Covid-19 a su población. El pasado 12 de julio, Emmanuel Macron, presidente de Francia, determinó la entrada en vigor del Pase sanitario, que las personas deberán presentar para entrar a centros recreativos y espacios públicos; asimismo, habrá sanciones para quienes incumplan el mandato. Esta medida se suma a la obligatoriedad de la vacuna para los trabajadores de la salud, una acción que también entró en vigor en países como Grecia, Italia, Reino Unido y Estados Unidos. De hecho, más de 150 empleados del Hospital Metodista de Houston, en Texas, fueron despedidos a inicios de junio por negarse a recibir la vacuna contra el coronavirus. A la fecha, tres naciones han determinado que la vacuna contra la Covid-19 es obligatoria para los adultos: Tayikistán, Turkmenistán y el Vaticano.

Estas acciones tienen lugar luego de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) diera a conocer la propagación de la variante Delta del coronavirus, que se ha detectado en al menos 98 países y se esparce rápidamente, tanto en los lugares con niveles altos de vacunación como en aquellos donde se avanza con lentitud. Esta cepa es entre 30% y 60% más transmisible que otras variantes del coronavirus y preocupa que pueda evadir la protección de las vacunas; sin embargo, la comunidad científica alrededor del mundo no ha confirmado esta hipótesis. Incluso, algunas vacunas que ya se aplican han demostrado una alta efectividad contra hospitalizaciones y casos graves causados por dicha variante.

La pregunta es: ¿qué ha sucedido en México? De una u otra manera, las campañas de vacunación avanzan, quizá no a la velocidad que todas y todos quisiéramos, pero la protección poco a poco comienza a llegar a los diversos sectores de la población. Hasta ahora, no hay indicios que nos permitan concluir que en nuestro país la vacuna contra la Covid-19 será obligatoria, ni siquiera para los trabajadores del sector salud.

La libertad es una de las virtudes que considero que más debemos defender desde nuestra condición humana. Ya lo decía Miguel de Cervantes a través de Don Quijote: “la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”.

En ese sentido, las y los gobernantes tienen la obligación de velar por la libertad de las personas a quienes tienen el honor de servir, además de asumir la responsabilidad de velar por el bienestar de la mayoría y poner en marcha las acciones que garanticen la tranquilidad y el bien de sus gobernados. Por ello, considero que la vacunación no debe ser obligatoria.

Ahora bien, y como señalé antes, está comprobado que las vacunas han ayudado a disminuir los casos graves de infección por coronavirus, la hospitalización y el deceso de personas, incluso ante las nuevas variantes. En ese mismo sentido, todo gobierno está en condiciones de exigir como requisito indispensable el que la población esté vacunada para ingresar a lugares públicos o que convocan a muchas personas, en virtud de que las funciones fundamentales de las y los gobernantes son salvaguardar la salud, el bienestar y la economía de todas y de todos.

No perdamos de vista la experiencia que hemos adquirido con el tiempo: gracias a las vacunas, por ejemplo, en 1980 logramos erradicar la viruela, una enfermedad que tan solo en el siglo XX causó 500 millones de muertes. Las campañas antivacunas ya han incidido en estos avances, pues estas enfermedades, junto a otras como el sarampión, vuelven a surgir. Por eso, mi invitación es que, desde la consciencia de nuestra libertad, asumamos la responsabilidad de cuidarnos: todas y todos debemos vacunarnos.

Es viernes y tienes ánimo de salir a despejar la mente, quizá caminar por el centro de la ciudad y comer algo en algún puestecito de la plaza. Como vives en la nueva normalidad, tomas tu cubrebocas y tu gel antibacterial. Al llegar, te apetece tomar un café en ese lugarcito con un agradable jardín; sin embargo, cuando intentas entrar, te piden que presentes tu carnet de vacunación Covid-19, pero tú careces de este documento, porque decidiste no vacunarte. Ese café que tanto se te antojó tendrá que esperar un poco... tal vez para cuando termine la pandemia.

Diversos países alrededor del mundo han implementado acciones drásticas para proteger de la Covid-19 a su población. El pasado 12 de julio, Emmanuel Macron, presidente de Francia, determinó la entrada en vigor del Pase sanitario, que las personas deberán presentar para entrar a centros recreativos y espacios públicos; asimismo, habrá sanciones para quienes incumplan el mandato. Esta medida se suma a la obligatoriedad de la vacuna para los trabajadores de la salud, una acción que también entró en vigor en países como Grecia, Italia, Reino Unido y Estados Unidos. De hecho, más de 150 empleados del Hospital Metodista de Houston, en Texas, fueron despedidos a inicios de junio por negarse a recibir la vacuna contra el coronavirus. A la fecha, tres naciones han determinado que la vacuna contra la Covid-19 es obligatoria para los adultos: Tayikistán, Turkmenistán y el Vaticano.

Estas acciones tienen lugar luego de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) diera a conocer la propagación de la variante Delta del coronavirus, que se ha detectado en al menos 98 países y se esparce rápidamente, tanto en los lugares con niveles altos de vacunación como en aquellos donde se avanza con lentitud. Esta cepa es entre 30% y 60% más transmisible que otras variantes del coronavirus y preocupa que pueda evadir la protección de las vacunas; sin embargo, la comunidad científica alrededor del mundo no ha confirmado esta hipótesis. Incluso, algunas vacunas que ya se aplican han demostrado una alta efectividad contra hospitalizaciones y casos graves causados por dicha variante.

La pregunta es: ¿qué ha sucedido en México? De una u otra manera, las campañas de vacunación avanzan, quizá no a la velocidad que todas y todos quisiéramos, pero la protección poco a poco comienza a llegar a los diversos sectores de la población. Hasta ahora, no hay indicios que nos permitan concluir que en nuestro país la vacuna contra la Covid-19 será obligatoria, ni siquiera para los trabajadores del sector salud.

La libertad es una de las virtudes que considero que más debemos defender desde nuestra condición humana. Ya lo decía Miguel de Cervantes a través de Don Quijote: “la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”.

En ese sentido, las y los gobernantes tienen la obligación de velar por la libertad de las personas a quienes tienen el honor de servir, además de asumir la responsabilidad de velar por el bienestar de la mayoría y poner en marcha las acciones que garanticen la tranquilidad y el bien de sus gobernados. Por ello, considero que la vacunación no debe ser obligatoria.

Ahora bien, y como señalé antes, está comprobado que las vacunas han ayudado a disminuir los casos graves de infección por coronavirus, la hospitalización y el deceso de personas, incluso ante las nuevas variantes. En ese mismo sentido, todo gobierno está en condiciones de exigir como requisito indispensable el que la población esté vacunada para ingresar a lugares públicos o que convocan a muchas personas, en virtud de que las funciones fundamentales de las y los gobernantes son salvaguardar la salud, el bienestar y la economía de todas y de todos.

No perdamos de vista la experiencia que hemos adquirido con el tiempo: gracias a las vacunas, por ejemplo, en 1980 logramos erradicar la viruela, una enfermedad que tan solo en el siglo XX causó 500 millones de muertes. Las campañas antivacunas ya han incidido en estos avances, pues estas enfermedades, junto a otras como el sarampión, vuelven a surgir. Por eso, mi invitación es que, desde la consciencia de nuestra libertad, asumamos la responsabilidad de cuidarnos: todas y todos debemos vacunarnos.