/ viernes 10 de diciembre de 2021

Taza de Soles | Mujeres y minificción: vértigo, pájaro, relámpago

¿Por qué un género como la minificción, o relato breve se puede volver importante para las mujeres en un momento dado? Las respuestas pueden ser variadas, pero quizá todas giren en torno a una situación crucial. La minificción es un género que, sin renunciar a las posibilidades que brinda el relato, es lo suficientemente abierto como para incluir la poesía, la reescritura de los mitos, la paradoja, la ironía y el sarcasmo, entre otros recursos. En lo personal, me convence la definición poética que da la sonorense Dina Grijalva, una de sus notables cultivadoras: La minificción hispánica (espléndido género brevísimo: máximo una página) es lúcida, lúdica, etérea, irónica, onírica, icónica, mítica, mínima (y máxima), críptica (o nítida), súbita, intrépida, fantástica, magnífica, epifánica y quimérica. Jamás cándida. Es éxtasis estético, vértigo, pájaro, relámpago.

Hablaremos de una de éstas. “Mujeres en la minificción mexicana”, compilada por la joven escritora chiapaneca Karla Barajas, que este 2021 decidió reunir los textos de las mujeres que se expresan con sintética gracia. Ella nos presenta su Antología, amparada por la Editorial digital EOS Villa, Argentina. “Colección Literatura de las Américas”. Ésta incluye textos de 77 escritoras mexicanas, de 20 estados de la República. La antologadora aclara que buscó la inserción de narradoras tanto del Norte como del Centro y del Sur de nuestro país. Leí con atención esta selección de textos, y quedé gratamente sorprendida por la calidad de los trabajos, y por el hecho de que la Antología incluye a varias maestras del relato como Ana Clavel, Liliana Pedroza, Gina Grijalva, Ethel Krauze, Silvia Eugenia Castilleros, Angélica Santaolaya, entre otras, escritoras, quienes cuentan con una sólida carrera, que incluye premios y publicaciones de libros, junto a una cantidad importante de escritoras jóvenes, quienes están publicando en revistas digitales, y accediendo a vastos públicos lectores y cuyos textos son objeto de traducciones y publicaciones en otras lenguas.

Ordenadas alfabéticamente, la selección abre con dos escritoras aguascalentenses: Julia Cuéllar y Arlette Luévano, de quienes presentó sendos ejemplos. De Julia , su texto “Pérdida”: Estoy trabajando, dice mamá y papá no está. Mamá llora y yo también. Mamá perdió el trabajo, de esos hay muchos. Yo perdí dos padres

De Arlette Luévano, invito a leer un relato, donde reescribe la historia de la mitológica “Medusa” :

Nadie conoce el idioma con el que la enamoró, pero el mar llegó hasta ella, irrumpiendo en el templo de la sabiduría, donde se escucharon olas estrepitosas, un canto lejano de sirenas y los ecos de una batalla intramarina. La más bella quedó maldita: llevó desde entonces, indescifrable, impenetrable, un rumor de agua violenta. Más nadie perturba el frío corazón de la cordura en vano. La más bella fue devuelta a casa donde sólo los monstruos la esperaban. Sus ojos se amargaron, con una desdicha contagiosa. La luna de su rostro se secó y llevó siempre sobre sus hombros histéricos reptiles de voluntad insumisa. La más bella, mortal, fue derribada. Y sus dos últimas palabras escaparon antes de llegar a la boca. Una fue blanca, alada y brillante. La otra, larga, terrible y cavernosa. El mar nunca volvió.

Por su parte, Angélica Santaolaya, de la CDMX, desarrolla relatos plenos de ironía y de imágenes que permiten un despliegue de la resiliencia, en una transmutación del ámbito de las emociones al terreno de la corporalidad.

En el año 2100, a pesar de los fatídicos pronósticos de anteriores milenios, aún existía el amor. Ya no te quiero. Dijo él y se quedó con el corazón de ella entre los dientes. Masticó mientras comenzaba a buscar con la mirada otra pareja. Ella se alejó sin decir palabra, sin llorar, y al doblar la esquina su cola-corazón tenía dos nuevos y relucientes brotes. No más corazones rotos. Aprendiendo de las especies más inteligentes, el amor se había mudado a un sitio más perdurable.

Asimismo, la joven escritora chiapaneca Adelita León Hernández en “¿Quieres casarte conmigo”, escribe un relato donde los perfiles de los personajes se delinean a partir de sus acciones, de manera que el desenlace tiene una fuerte carga aleccionadora: Salió de la clase de Etimologías Grecolatinas. Eran ya cuatro materias reprobadas. Se trasnochó estudiando para su exposición. Bebió tazas de café una tras otra. Escribió, borró e hizo una montaña de papel para aquella tesis que le daría el título de filóloga. Sus ojos eran rojos, en sus ojeras anidaban otras ojeras y su estómago ya no soportaría otra pasada de hambre en vano. Charly, su novio, se arrodilló frente a ella y en un juego infantil y juguetón le preguntó: «¿Quiefes-refes cafa-safar-tefe cofon-mifi-gofo?» Ella, con mirada de hastío le respondió: «No creo que podamos entendernos, debemos terminar». quedan invitados (as) a leer. Éste es el enlace a la Antología Mujeres en la minificción mexicana:

Mujeres en la Minificción Mexicana

¿Por qué un género como la minificción, o relato breve se puede volver importante para las mujeres en un momento dado? Las respuestas pueden ser variadas, pero quizá todas giren en torno a una situación crucial. La minificción es un género que, sin renunciar a las posibilidades que brinda el relato, es lo suficientemente abierto como para incluir la poesía, la reescritura de los mitos, la paradoja, la ironía y el sarcasmo, entre otros recursos. En lo personal, me convence la definición poética que da la sonorense Dina Grijalva, una de sus notables cultivadoras: La minificción hispánica (espléndido género brevísimo: máximo una página) es lúcida, lúdica, etérea, irónica, onírica, icónica, mítica, mínima (y máxima), críptica (o nítida), súbita, intrépida, fantástica, magnífica, epifánica y quimérica. Jamás cándida. Es éxtasis estético, vértigo, pájaro, relámpago.

Hablaremos de una de éstas. “Mujeres en la minificción mexicana”, compilada por la joven escritora chiapaneca Karla Barajas, que este 2021 decidió reunir los textos de las mujeres que se expresan con sintética gracia. Ella nos presenta su Antología, amparada por la Editorial digital EOS Villa, Argentina. “Colección Literatura de las Américas”. Ésta incluye textos de 77 escritoras mexicanas, de 20 estados de la República. La antologadora aclara que buscó la inserción de narradoras tanto del Norte como del Centro y del Sur de nuestro país. Leí con atención esta selección de textos, y quedé gratamente sorprendida por la calidad de los trabajos, y por el hecho de que la Antología incluye a varias maestras del relato como Ana Clavel, Liliana Pedroza, Gina Grijalva, Ethel Krauze, Silvia Eugenia Castilleros, Angélica Santaolaya, entre otras, escritoras, quienes cuentan con una sólida carrera, que incluye premios y publicaciones de libros, junto a una cantidad importante de escritoras jóvenes, quienes están publicando en revistas digitales, y accediendo a vastos públicos lectores y cuyos textos son objeto de traducciones y publicaciones en otras lenguas.

Ordenadas alfabéticamente, la selección abre con dos escritoras aguascalentenses: Julia Cuéllar y Arlette Luévano, de quienes presentó sendos ejemplos. De Julia , su texto “Pérdida”: Estoy trabajando, dice mamá y papá no está. Mamá llora y yo también. Mamá perdió el trabajo, de esos hay muchos. Yo perdí dos padres

De Arlette Luévano, invito a leer un relato, donde reescribe la historia de la mitológica “Medusa” :

Nadie conoce el idioma con el que la enamoró, pero el mar llegó hasta ella, irrumpiendo en el templo de la sabiduría, donde se escucharon olas estrepitosas, un canto lejano de sirenas y los ecos de una batalla intramarina. La más bella quedó maldita: llevó desde entonces, indescifrable, impenetrable, un rumor de agua violenta. Más nadie perturba el frío corazón de la cordura en vano. La más bella fue devuelta a casa donde sólo los monstruos la esperaban. Sus ojos se amargaron, con una desdicha contagiosa. La luna de su rostro se secó y llevó siempre sobre sus hombros histéricos reptiles de voluntad insumisa. La más bella, mortal, fue derribada. Y sus dos últimas palabras escaparon antes de llegar a la boca. Una fue blanca, alada y brillante. La otra, larga, terrible y cavernosa. El mar nunca volvió.

Por su parte, Angélica Santaolaya, de la CDMX, desarrolla relatos plenos de ironía y de imágenes que permiten un despliegue de la resiliencia, en una transmutación del ámbito de las emociones al terreno de la corporalidad.

En el año 2100, a pesar de los fatídicos pronósticos de anteriores milenios, aún existía el amor. Ya no te quiero. Dijo él y se quedó con el corazón de ella entre los dientes. Masticó mientras comenzaba a buscar con la mirada otra pareja. Ella se alejó sin decir palabra, sin llorar, y al doblar la esquina su cola-corazón tenía dos nuevos y relucientes brotes. No más corazones rotos. Aprendiendo de las especies más inteligentes, el amor se había mudado a un sitio más perdurable.

Asimismo, la joven escritora chiapaneca Adelita León Hernández en “¿Quieres casarte conmigo”, escribe un relato donde los perfiles de los personajes se delinean a partir de sus acciones, de manera que el desenlace tiene una fuerte carga aleccionadora: Salió de la clase de Etimologías Grecolatinas. Eran ya cuatro materias reprobadas. Se trasnochó estudiando para su exposición. Bebió tazas de café una tras otra. Escribió, borró e hizo una montaña de papel para aquella tesis que le daría el título de filóloga. Sus ojos eran rojos, en sus ojeras anidaban otras ojeras y su estómago ya no soportaría otra pasada de hambre en vano. Charly, su novio, se arrodilló frente a ella y en un juego infantil y juguetón le preguntó: «¿Quiefes-refes cafa-safar-tefe cofon-mifi-gofo?» Ella, con mirada de hastío le respondió: «No creo que podamos entendernos, debemos terminar». quedan invitados (as) a leer. Éste es el enlace a la Antología Mujeres en la minificción mexicana:

Mujeres en la Minificción Mexicana