/ viernes 22 de abril de 2022

Taza de Soles | Cómo divulgar la astronomía sin morir en el intento

Conocí a Alma Ruiz Velasco hace algunos meses, cuando su libro El espinazo de la noche era apenas un proyecto, cuyo financiamiento se estaba gestionado a través de una plataforma por internet. Entonces acordamos que la doctora en Astronomía nos hiciera una visita a la Sala de lectura Taza de soles, al norte de la ciudad. Nos reunimos un grupo de personas -entre las cuales estaban algunos de mis nietos- atraídos por la curiosidad y el interés de escuchar a una astrónoma. No nos defraudó. Alma Ruiz Velasco se expresa con la claridad de una científica y la pasión de una investigadora que ha elegido estudiar, por vocación, los entretelones del espacio. Esa tarde la asediamos a preguntas que iban desde nuestras apreciaciones e ignorancias de los objetos estelares, hasta las personales e indiscretas ¿Por qué quisiste ser astrónoma? ¿Existió en verdad la estrella de Belén? ¿Los cometas anuncian desgracias? ¿Tú, qué comes?, preguntó una de mis nietas. Alma Ruiz Velasco respondió a todas las preguntas, incluso a la última, lo que le permitió establecer la distinción entre astrónoma, astróloga y astronauta. Mi nieta (diez años), era obvio que pensaba en la última.

Ahora, tengo su libro en mis manos y las respuestas se han ampliado. El espinazo de la noche contiene 37 artículos que Alma fue escribiendo entre 2012 y 2017. Elijo de éstos, los que más han llamado mi atención. “Las pecas del sol”, “Cometas y meteoros”, “Los gusanos de Marte”, “El universo infinito, el color de la noche“, donde se explica la paradoja de Olbers ¿Si el universo es infinito, debe haber un infinito número de estrellas, si no lo es, lógicamente empezó en algún momento y un día tendrá un final. Por fin, ¿Es el universo algo infinito o no? Lo que le parece asombroso a la astrónoma y a la mujer que piensa es que “veamos en la noche la inmensidad salpicada de estrellas y podamos tomarlo como algo cotidiano” .

Ella nos cuenta la historia de su vocación, el apoyo de su padre, las influencias de ciertos maestros, la primera vez que vio un eclipse y cómo impactó esta experiencia en su ánimo. Escribe historias tan fascinantes como la del “cometa que regresó del inframundo” donde lo que plantea es un misterio que tiene una explicación científica, pero puede ser relatado como una historia. De esta manera, Alma nos va llevando de la mano y a través de fotografías, gráficas, referencias a sitios de internet, que casi sin querer nos van ampliando nuestro radio de percepción sobre un universo que creíamos lejano e inaccesible. Eso me pasó, cuando, en la preparación de este ensayo, le pedí ayuda a Mateo, mi nieto de doce años y él (siguiendo las referencias del libro) me mostró un video donde se observa cómo el cometa se funde en los rayos luminoso de una estrella y sale después por el otro extremo de la misma. Es que la astrónoma habla con sus receptores y los incita a encontrar varios objetos estelares: a Venus (la estrella de la tarde) durante el día, o a construir una cámara estenopeica para poder observar un eclipse de sol, o les informa sobre los efectos nocivos de la contaminación lumínica y cuáles son algunas acciones que podrían evitarla o por lo menos atenuarla. Entre mis apartados preferidos está “Chicxulub y los dinosaurios”, donde Ruiz Velasco explica acerca del asteroide de grandísimas proporciones que acabó con la vida de estos animales gigantescos, y también los varios artículos que escribió sobre la forma en qué se descubrió al noveno planeta, Plutón, porque uno casi siempre piensa, de manera simplista que estos descubrimientos son sencillos y basta un potente telescopio para hacerlos. Los artículos de Alma Ruiz Velasco evidencian que, en la ciencia, como en todo, lo más importante es la curiosidad, el tesón y el entusiasmo.

Me encantan sus consejos para los padres de familia a los que invita a comprar para los hijos un telescopio como regalo navideño, pero también un buen libro sobre el tema, el de Carl Sagan, en primer lugar; asimismo, les sugiere llevarlos de campamento, acompañarlos a ver el cielo estrellado, y enseñarles a descubrir las constelaciones.

Por último, Alma Ruiz hace filosofía cuando reflexiona sobre la conveniencia de seguir invirtiendo recursos para explorar el cielo. Algo de lo que yo misma había dudado, hasta que leí sus argumentos: “Las revoluciones sociales sirven para sacudirnos el conformismo y mirar más alto. No se trata de levantarse en armas. Se trata de cambiar desde dentro, de tomar conciencia de nuestras acciones y pensar en cómo afectarán a cada generación que exista después de la nuestra. Explorar se trata de alcanzar nuevos horizontes y esto es lo único que puede salvar a la humanidad de su extinción”.

Conocí a Alma Ruiz Velasco hace algunos meses, cuando su libro El espinazo de la noche era apenas un proyecto, cuyo financiamiento se estaba gestionado a través de una plataforma por internet. Entonces acordamos que la doctora en Astronomía nos hiciera una visita a la Sala de lectura Taza de soles, al norte de la ciudad. Nos reunimos un grupo de personas -entre las cuales estaban algunos de mis nietos- atraídos por la curiosidad y el interés de escuchar a una astrónoma. No nos defraudó. Alma Ruiz Velasco se expresa con la claridad de una científica y la pasión de una investigadora que ha elegido estudiar, por vocación, los entretelones del espacio. Esa tarde la asediamos a preguntas que iban desde nuestras apreciaciones e ignorancias de los objetos estelares, hasta las personales e indiscretas ¿Por qué quisiste ser astrónoma? ¿Existió en verdad la estrella de Belén? ¿Los cometas anuncian desgracias? ¿Tú, qué comes?, preguntó una de mis nietas. Alma Ruiz Velasco respondió a todas las preguntas, incluso a la última, lo que le permitió establecer la distinción entre astrónoma, astróloga y astronauta. Mi nieta (diez años), era obvio que pensaba en la última.

Ahora, tengo su libro en mis manos y las respuestas se han ampliado. El espinazo de la noche contiene 37 artículos que Alma fue escribiendo entre 2012 y 2017. Elijo de éstos, los que más han llamado mi atención. “Las pecas del sol”, “Cometas y meteoros”, “Los gusanos de Marte”, “El universo infinito, el color de la noche“, donde se explica la paradoja de Olbers ¿Si el universo es infinito, debe haber un infinito número de estrellas, si no lo es, lógicamente empezó en algún momento y un día tendrá un final. Por fin, ¿Es el universo algo infinito o no? Lo que le parece asombroso a la astrónoma y a la mujer que piensa es que “veamos en la noche la inmensidad salpicada de estrellas y podamos tomarlo como algo cotidiano” .

Ella nos cuenta la historia de su vocación, el apoyo de su padre, las influencias de ciertos maestros, la primera vez que vio un eclipse y cómo impactó esta experiencia en su ánimo. Escribe historias tan fascinantes como la del “cometa que regresó del inframundo” donde lo que plantea es un misterio que tiene una explicación científica, pero puede ser relatado como una historia. De esta manera, Alma nos va llevando de la mano y a través de fotografías, gráficas, referencias a sitios de internet, que casi sin querer nos van ampliando nuestro radio de percepción sobre un universo que creíamos lejano e inaccesible. Eso me pasó, cuando, en la preparación de este ensayo, le pedí ayuda a Mateo, mi nieto de doce años y él (siguiendo las referencias del libro) me mostró un video donde se observa cómo el cometa se funde en los rayos luminoso de una estrella y sale después por el otro extremo de la misma. Es que la astrónoma habla con sus receptores y los incita a encontrar varios objetos estelares: a Venus (la estrella de la tarde) durante el día, o a construir una cámara estenopeica para poder observar un eclipse de sol, o les informa sobre los efectos nocivos de la contaminación lumínica y cuáles son algunas acciones que podrían evitarla o por lo menos atenuarla. Entre mis apartados preferidos está “Chicxulub y los dinosaurios”, donde Ruiz Velasco explica acerca del asteroide de grandísimas proporciones que acabó con la vida de estos animales gigantescos, y también los varios artículos que escribió sobre la forma en qué se descubrió al noveno planeta, Plutón, porque uno casi siempre piensa, de manera simplista que estos descubrimientos son sencillos y basta un potente telescopio para hacerlos. Los artículos de Alma Ruiz Velasco evidencian que, en la ciencia, como en todo, lo más importante es la curiosidad, el tesón y el entusiasmo.

Me encantan sus consejos para los padres de familia a los que invita a comprar para los hijos un telescopio como regalo navideño, pero también un buen libro sobre el tema, el de Carl Sagan, en primer lugar; asimismo, les sugiere llevarlos de campamento, acompañarlos a ver el cielo estrellado, y enseñarles a descubrir las constelaciones.

Por último, Alma Ruiz hace filosofía cuando reflexiona sobre la conveniencia de seguir invirtiendo recursos para explorar el cielo. Algo de lo que yo misma había dudado, hasta que leí sus argumentos: “Las revoluciones sociales sirven para sacudirnos el conformismo y mirar más alto. No se trata de levantarse en armas. Se trata de cambiar desde dentro, de tomar conciencia de nuestras acciones y pensar en cómo afectarán a cada generación que exista después de la nuestra. Explorar se trata de alcanzar nuevos horizontes y esto es lo único que puede salvar a la humanidad de su extinción”.