/ viernes 17 de septiembre de 2021

Taza de Soles | Celebrar la independencia en una sala de lectura

Las salas de lectura son espacios significativos para una comunidad. Referencia para vecinos y usuarios, son lugares para regalar, intercambiar o pedir libros prestados. A veces son sitios para establecer un primer contacto con el vecindario, como la mañana del domingo en que mi esposo y yo nos pasamos tres magníficas horas escuchando a unas muchachas colombianas que nos hablaron de la situación de su patria y de sus peripecias para llegar a esta tierra. Se llevaron un tamal para probarlo y quedaron en regresar. Hasta la fecha no las hemos vuelto a ver. Confiamos en que lo harán algún día y si no es así, agradecemos que nos hicieron vivir una mañana singular, oyéndole hablar de sus sueños y proyectos.

Las salas de lectura también han sufrido las restricciones a las que hemos estado sujetos todos en esta pandemia. Nuestra sala está empezando a recobrarse, después de trabajar solamente en línea durante año y medio. Esta “Taza de soles” (cuyo nombre retoma un verso del poeta aguascalentense Desiderio Macías Silva), está ubicada al norte de la ciudad en un Fraccionamiento, al que nosotros llamamos Quetzales y que afortunadamente conserva una vegetación nativa y unas parvadas de pájaros que hacen nuestra delicia con sus vuelos y cantos. Digo nuestra sala, porque Ricardo, mi pareja desde hace casi medio siglo, se ha ido apropiando cada vez más de su parte en ella. Ya intervenía desde antes, pero desde hace un par de meses, da clases de ajedrez a los niños en la sesión de los martes y ahora se adueñó completamente del evento. La celebración del 15 de septiembre era algo suyo desde hace mucho. Desde su tiempo de maestro de escuela primaria. Quizá desde que sus maestros le enseñaron un gran respeto por la bandera y por los símbolos patrios. Es una vena nacionalista que late en el corazón de muchos mexicanos y que nos interesa transmitir. Ricardo ha estado pegado al televisor en estos días, pero no con la voracidad de siempre por las noticias de actualidad. Se ha volcado hacia el pasado. Ya recordó las causas que originaron el movimiento de independencia. La opresión que sufrieron los indígenas, mestizos y negros, el descontento de los criollos, que eran tratados de manera diferente a los españoles de la península, por el solo hecho de haber nacido aquí. Todo esto ubicado en un tiempo especial, el llamado siglo de las Luces o de la Ilustración, donde los pensadores abrieron los horizontes del ser humano al reconocimiento de su dignidad y esto desembocó en movimientos de independencia de varios países, comenzando por los Estados Unidos de Norteamérica, en 1776, luego la Revolución Francesa en 1789, con su importante Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Nada de esto podía pasar inadvertido en las colonias españolas de América, mucho menos en la Nueva España.

Los videos que estuvo viendo Ricardo (y su nieto Cesar Román) y los libros que estuvo leyendo lo remitieron a 1808, año en que España fue invadida por los ejércitos de Napoleón Bonaparte, quien impuso en el trono a su hermano José (Pepe Botella), desconociendo como sucesor a Fernando VII. Esta coyuntura abrió una posibilidad para las colonias de América. En la Nueva España varios oficiales del ejército y otros personajes como Ignacio Allende, Juan Aldama, Abasolo, Jiménez, don Miguel Domínguez, Corregidor de Querétaro y su esposa doña Josefa Ortiz de Domínguez comenzaron a reunirse y a pensar en una sublevación. Se invitó a un Cura muy singular por su preparación y por el carisma con el que había trabajado con los habitantes del pueblo de Dolores: Don Miguel Hidalgo y Costilla. El movimiento fue descubierto antes de que comenzara la lucha (ahí tuvo una participación especial la esposa del Corregidor, quien alertó a los demás implicados). La noticia obligó al cura de Dolores y a sus compañeros a adelantar lo planeado. Don Miguel Hidalgo hizo repicar las campanas del templo parroquial a las cinco de la mañana, del día 16 de septiembre de 1810: y a voz en cuello dijo al pueblo reunido: “!El movimiento de independencia ha sido descubierto, no nos queda otra que ir contra el mal gobierno! ¡Muera el mal gobierno! ¡Viva Fernando VII!, y aunque el estandarte de la Virgen de Guadalupe lo tomó hasta que llegó a Atotonilco, nuestra memoria histórica no quedaría conforme si no unimos a estos gritos el de ¡Viva la Virgen de Guadalupe!

Mi esposo es el que tiene el micrófono y grita esos vivas que nos estremecen. Los niños los miran entre asombrados y nada indiferentes. No hay cohetes, ni fuegos artificiales. Pero nos esperan unos ricos tacos de discada, unas aguas frescas y un café de olla. Buenas noches vecinos. Desde hace 200 años somos independientes.

Las salas de lectura son espacios significativos para una comunidad. Referencia para vecinos y usuarios, son lugares para regalar, intercambiar o pedir libros prestados. A veces son sitios para establecer un primer contacto con el vecindario, como la mañana del domingo en que mi esposo y yo nos pasamos tres magníficas horas escuchando a unas muchachas colombianas que nos hablaron de la situación de su patria y de sus peripecias para llegar a esta tierra. Se llevaron un tamal para probarlo y quedaron en regresar. Hasta la fecha no las hemos vuelto a ver. Confiamos en que lo harán algún día y si no es así, agradecemos que nos hicieron vivir una mañana singular, oyéndole hablar de sus sueños y proyectos.

Las salas de lectura también han sufrido las restricciones a las que hemos estado sujetos todos en esta pandemia. Nuestra sala está empezando a recobrarse, después de trabajar solamente en línea durante año y medio. Esta “Taza de soles” (cuyo nombre retoma un verso del poeta aguascalentense Desiderio Macías Silva), está ubicada al norte de la ciudad en un Fraccionamiento, al que nosotros llamamos Quetzales y que afortunadamente conserva una vegetación nativa y unas parvadas de pájaros que hacen nuestra delicia con sus vuelos y cantos. Digo nuestra sala, porque Ricardo, mi pareja desde hace casi medio siglo, se ha ido apropiando cada vez más de su parte en ella. Ya intervenía desde antes, pero desde hace un par de meses, da clases de ajedrez a los niños en la sesión de los martes y ahora se adueñó completamente del evento. La celebración del 15 de septiembre era algo suyo desde hace mucho. Desde su tiempo de maestro de escuela primaria. Quizá desde que sus maestros le enseñaron un gran respeto por la bandera y por los símbolos patrios. Es una vena nacionalista que late en el corazón de muchos mexicanos y que nos interesa transmitir. Ricardo ha estado pegado al televisor en estos días, pero no con la voracidad de siempre por las noticias de actualidad. Se ha volcado hacia el pasado. Ya recordó las causas que originaron el movimiento de independencia. La opresión que sufrieron los indígenas, mestizos y negros, el descontento de los criollos, que eran tratados de manera diferente a los españoles de la península, por el solo hecho de haber nacido aquí. Todo esto ubicado en un tiempo especial, el llamado siglo de las Luces o de la Ilustración, donde los pensadores abrieron los horizontes del ser humano al reconocimiento de su dignidad y esto desembocó en movimientos de independencia de varios países, comenzando por los Estados Unidos de Norteamérica, en 1776, luego la Revolución Francesa en 1789, con su importante Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Nada de esto podía pasar inadvertido en las colonias españolas de América, mucho menos en la Nueva España.

Los videos que estuvo viendo Ricardo (y su nieto Cesar Román) y los libros que estuvo leyendo lo remitieron a 1808, año en que España fue invadida por los ejércitos de Napoleón Bonaparte, quien impuso en el trono a su hermano José (Pepe Botella), desconociendo como sucesor a Fernando VII. Esta coyuntura abrió una posibilidad para las colonias de América. En la Nueva España varios oficiales del ejército y otros personajes como Ignacio Allende, Juan Aldama, Abasolo, Jiménez, don Miguel Domínguez, Corregidor de Querétaro y su esposa doña Josefa Ortiz de Domínguez comenzaron a reunirse y a pensar en una sublevación. Se invitó a un Cura muy singular por su preparación y por el carisma con el que había trabajado con los habitantes del pueblo de Dolores: Don Miguel Hidalgo y Costilla. El movimiento fue descubierto antes de que comenzara la lucha (ahí tuvo una participación especial la esposa del Corregidor, quien alertó a los demás implicados). La noticia obligó al cura de Dolores y a sus compañeros a adelantar lo planeado. Don Miguel Hidalgo hizo repicar las campanas del templo parroquial a las cinco de la mañana, del día 16 de septiembre de 1810: y a voz en cuello dijo al pueblo reunido: “!El movimiento de independencia ha sido descubierto, no nos queda otra que ir contra el mal gobierno! ¡Muera el mal gobierno! ¡Viva Fernando VII!, y aunque el estandarte de la Virgen de Guadalupe lo tomó hasta que llegó a Atotonilco, nuestra memoria histórica no quedaría conforme si no unimos a estos gritos el de ¡Viva la Virgen de Guadalupe!

Mi esposo es el que tiene el micrófono y grita esos vivas que nos estremecen. Los niños los miran entre asombrados y nada indiferentes. No hay cohetes, ni fuegos artificiales. Pero nos esperan unos ricos tacos de discada, unas aguas frescas y un café de olla. Buenas noches vecinos. Desde hace 200 años somos independientes.