En principio, lograr que los chicos escriban un cuento es un reto, ya que, de manera general, los jóvenes presentan resistencia para escribir algo creativo. Los trabajos escritos en la escuela se revisan en cuanto a corrección ortográfica y la limpieza, pero pocas veces, los chicos son motivados a utilizar los recursos elementales de la expresión literaria. En consecuencia, generalmente, cuando los alumnos redactan un texto, éste se parece a lo que se denominaba “composición”, es decir, un escrito que combina alguna (s) anécdota(s), con ciertos pensamientos y reflexiones. No es todavía un cuento, pero es la materia prima para redactar uno. No es desechable en absoluto, sin embargo, hay que trabajarlo. Hablando de la propia experiencia éste fue el proceso, que, con ciertas variantes, de acuerdo con la edad y a las capacidades y limitaciones de los escritores o contadores de cuentos, he llevado a cabo con mis nietos. .
Una metodología intuitiva
Se lee con mucho cuidado ese primer borrador elaborado por los chicos y se subraya toda idea interesante. Estas ideas son el germen de algo más acabado. Se hace una lista de tales ideas y se prepara una plática con el autor (a). Se le dice que, de manera general, te ha gustado lo que escribió, pero que hay varias ideas que merecen ampliarse, que se podría enriquecer el texto si hablan de ejemplos concretos, por ejemplo, una de mis nietas platicaba de pensamientos raros en esta pandemia y las preguntas de mi parte fueron: ¿cuáles son esos pensamientos raros que se vinieron en este periodo? Haz una lista de éstos. Asimismo, se pide que describan al personaje central y a los secundarios, que platiquen con detalle alguna anécdota que solo mencionaban de pasada, pero que se intuye que podría ser un buen argumento si la desarrollan.
Luego, se les recuerda que la estructura del cuento se basa en tres momentos fundamentales: el planteamiento, el desarrollo y el desenlace. Se les hace distinguir entre planteamiento e introducción, que en esta primera parte ya se empieza a plantear un posible conflicto, aparecen uno o más personajes, y éstos se ubican en un lugar y tiempo determinados. Ellos descubren que esos personajes viven acontecimientos que serán de algún modo importantes y que los conducirán a un cambio o desenlace.
En seguida, se les dan tareas concretas: se les pide que desarrollen las anécdotas apenas esbozadas, que describan a los personajes, que piensen en los posibles desenlaces. Se les regresa a escribir un segundo texto. Y ellos lo escriben y lo desarrollan. Y entonces, se discute la posibilidad de un desenlace o de otro. Se piensa y se discute un posible título.
Escribir con humor o seriamente
Cada cuento está marcado por un tono, que casi siempre surge espontáneo, porque es parte de la personalidad del autor o autora. El que orienta el trabajo se da cuenta de éste, quizá con más claridad que el narrador, simplemente por los años de experiencia. Y entonces, el tutor resalta este tono y discute con el autor (a) la posibilidad de acentuar lo chusco o gracioso, o de atenuar aspectos excesivamente dramáticos o lúgubres.
Escribir la realidad y la imaginación
Muchos adolescentes están ubicados en la etapa del realismo más acendrado y todo su relato se ciñe a los hechos vividos, pero entonces el tutor, hábilmente, los puede conducir para que ellos introduzcan en sus narraciones algunos elementos ficcionales o francamente fantásticos. Todo esto se realiza a través del diálogo. No se trata de imponer nada, sino de revelarle al narrador las posibilidades que su texto contiene y descubrirle que las puede explotar si deja volar su imaginación.
Para entonces, ya se ha aprendido un mundo sobre los chicos que escriben. Con los adolescentes se aprende a escuchar y valorar otros medios de publicación, que ellos te enseñan a ver. El mundo de las historias de wattpad, y los relatos de fanfic, que mis nietas me revelaron ha sido un descubrimiento. Asimismo, los más pequeños dejan valiosas enseñanzas. Su interior se revela en las metáforas que les surgen de manera casi espontánea o en sus relatos llenos de gracia y humorismo, sin dejar de lado la frescura de sus perspectivas.
Los borradores de los cuentos van y vienen dos o tres veces. Hay aspectos que se trabajan con cuidado, como el hecho pasar el discurso indirecto libre, al discurso directo, cuando esto es pertinente. Y por último, se revisa, junto con los autores, los aspectos de ortografía y puntuación.
Este trabajo que he realizado con mis diez nietos ha sido muy gratificante para todos los participantes y me ha inducido a comunicar el proceso. Me ha motivado a proponer talleres para compartir la experiencia. Pues la práctica, - ya sistematizada, - puede generar una serie de productos literarios, que redunden en una mejor comunicación entre las generaciones de adultos y los niños y jóvenes.