/ lunes 23 de agosto de 2021

La 4T, una promotora de la pobreza

El pasado jueves 5 de agosto, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) presentó la “Medición multidimensional de la pobreza en México 2018-2020”. A simple vista, el 2018 luce ya muy lejano; sin embargo, este año corresponde con el ascenso de la autollamada 4T a la presidencia de la república. Por lo tanto, este estudio nos ofrece información muy valiosa respecto de la efectividad de las acciones implementadas por la actual administración federal para mitigar la pobreza.

De acuerdo con esta Medición, en 2018 había 51.9 millones de personas en situación de pobreza y para el 2020 el número se elevó a 55.7 millones. Lo mismo sucedió con quienes viven en condiciones de pobreza moderada, pues hubo un aumento de 43.2 a 44.9 millones. Por último, las personas en pobreza extrema aumentaron de 8.7 a 10.8 millones.

¿Cómo interpretar estos datos? La primera crítica que podríamos formular es hacia los programas sociales —el estandarte de la 4T—, pero que han sido ineficaces para mitigar o reducir la pobreza, como revelan los datos del CONEVAL. Al respecto, John Scott, investigador de este organismo, señala que los apoyos sociales no llegan a los sectores más desprotegidos, tanto de las zonas urbanas como rurales. En este sentido, habría que cuestionar al Gobierno Federal sobre las reglas de operación de sus programas sociales y por qué no benefician a quienes realmente los necesitan.

En suma, la pandemia provocó incertidumbre económica, disminución de empleos y cierre de empresas, lo que causó que quienes vivían en condiciones de pobreza se sumieran en un contexto de pobreza extrema, debido a que ni siquiera se encontraban amparados por el asistencialismo desplegado desde el Gobierno Federal.

Demetrio Sodi observa que, en 1990, el gasto social era del 38.2% del gasto programable y actualmente asciende a más del 61%, es decir, el 9.2% del PIB. En otras palabras, el gasto del gobierno se ha canalizado a programas de apoyo directo a las personas, pero esta política ha sido ineficaz para erradicar la pobreza o reducirla. Más grave aún, continúa Sodi, esta dinámica ha afectado la inversión pública, al igual que el gasto en educación, salud y desarrollo rural.

Ante esta compleja situación, ¿qué tendríamos que hacer para mitigar y, eventualmente, eliminar la pobreza en nuestro país? La respuesta es simple, pero no fácil. El primer paso para mitigar la pobreza y encaminarnos a erradicarla consiste en eliminar la discriminación de todo tipo, pues la discriminación es la principal aliada de la desigualdad y la desigualdad es una dinámica que está muy vinculada a la pobreza, ¿por qué? Porque implica fomentar actitudes que nos conducen a impedir que ciertos grupos de personas accedan a espacios de bienestar y de desarrollo. Para disminuir la pobreza, debemos dejar de creer que, por ejemplo, un extranjero tiene más conocimientos y habilidades que un connacional; debemos abandonar la idea de que el hombre tiene mayor estabilidad emocional que la mujer; asimismo, cuestionar si una persona adinerada tiene una mayor capacidad intelectual que el pobre, por la sola circunstancia de haberse formado en escuelas de mayor prestigio o reputación, entre otros comportamientos. Como señalé antes, la solución es simple, pero no fácil, pues implica cambiar de raíz una serie de actitudes que hemos eternizado consciente o inconscientemente.

Para construir una sociedad más igualitaria, que promueva la movilidad social y, en consecuencia, la erradicación de la pobreza, es necesario implementar acciones dirigidas a promover la cohesión social. Una sociedad se define como el conjunto de personas que se relacionan y se organizan entre sí, con base en reglas de diversa índole, cuyos miembros comparten una misma cultura en un espacio y tiempo determinados. En la medida en que una sociedad esté unida, sea solidaria —es decir, que haya cohesión entre sus miembros— impulsará muchas más cosas en común, en virtud de que la convivencia será más armónica. Para encaminarnos a erradicar la pobreza, primero tenemos que reconocer que las otras personas son importantes, sin importar su origen, color de piel, creencias, origen, etc., de ahí la importancia de sanar el tejido social.

El pasado jueves 5 de agosto, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) presentó la “Medición multidimensional de la pobreza en México 2018-2020”. A simple vista, el 2018 luce ya muy lejano; sin embargo, este año corresponde con el ascenso de la autollamada 4T a la presidencia de la república. Por lo tanto, este estudio nos ofrece información muy valiosa respecto de la efectividad de las acciones implementadas por la actual administración federal para mitigar la pobreza.

De acuerdo con esta Medición, en 2018 había 51.9 millones de personas en situación de pobreza y para el 2020 el número se elevó a 55.7 millones. Lo mismo sucedió con quienes viven en condiciones de pobreza moderada, pues hubo un aumento de 43.2 a 44.9 millones. Por último, las personas en pobreza extrema aumentaron de 8.7 a 10.8 millones.

¿Cómo interpretar estos datos? La primera crítica que podríamos formular es hacia los programas sociales —el estandarte de la 4T—, pero que han sido ineficaces para mitigar o reducir la pobreza, como revelan los datos del CONEVAL. Al respecto, John Scott, investigador de este organismo, señala que los apoyos sociales no llegan a los sectores más desprotegidos, tanto de las zonas urbanas como rurales. En este sentido, habría que cuestionar al Gobierno Federal sobre las reglas de operación de sus programas sociales y por qué no benefician a quienes realmente los necesitan.

En suma, la pandemia provocó incertidumbre económica, disminución de empleos y cierre de empresas, lo que causó que quienes vivían en condiciones de pobreza se sumieran en un contexto de pobreza extrema, debido a que ni siquiera se encontraban amparados por el asistencialismo desplegado desde el Gobierno Federal.

Demetrio Sodi observa que, en 1990, el gasto social era del 38.2% del gasto programable y actualmente asciende a más del 61%, es decir, el 9.2% del PIB. En otras palabras, el gasto del gobierno se ha canalizado a programas de apoyo directo a las personas, pero esta política ha sido ineficaz para erradicar la pobreza o reducirla. Más grave aún, continúa Sodi, esta dinámica ha afectado la inversión pública, al igual que el gasto en educación, salud y desarrollo rural.

Ante esta compleja situación, ¿qué tendríamos que hacer para mitigar y, eventualmente, eliminar la pobreza en nuestro país? La respuesta es simple, pero no fácil. El primer paso para mitigar la pobreza y encaminarnos a erradicarla consiste en eliminar la discriminación de todo tipo, pues la discriminación es la principal aliada de la desigualdad y la desigualdad es una dinámica que está muy vinculada a la pobreza, ¿por qué? Porque implica fomentar actitudes que nos conducen a impedir que ciertos grupos de personas accedan a espacios de bienestar y de desarrollo. Para disminuir la pobreza, debemos dejar de creer que, por ejemplo, un extranjero tiene más conocimientos y habilidades que un connacional; debemos abandonar la idea de que el hombre tiene mayor estabilidad emocional que la mujer; asimismo, cuestionar si una persona adinerada tiene una mayor capacidad intelectual que el pobre, por la sola circunstancia de haberse formado en escuelas de mayor prestigio o reputación, entre otros comportamientos. Como señalé antes, la solución es simple, pero no fácil, pues implica cambiar de raíz una serie de actitudes que hemos eternizado consciente o inconscientemente.

Para construir una sociedad más igualitaria, que promueva la movilidad social y, en consecuencia, la erradicación de la pobreza, es necesario implementar acciones dirigidas a promover la cohesión social. Una sociedad se define como el conjunto de personas que se relacionan y se organizan entre sí, con base en reglas de diversa índole, cuyos miembros comparten una misma cultura en un espacio y tiempo determinados. En la medida en que una sociedad esté unida, sea solidaria —es decir, que haya cohesión entre sus miembros— impulsará muchas más cosas en común, en virtud de que la convivencia será más armónica. Para encaminarnos a erradicar la pobreza, primero tenemos que reconocer que las otras personas son importantes, sin importar su origen, color de piel, creencias, origen, etc., de ahí la importancia de sanar el tejido social.