/ viernes 27 de agosto de 2021

Identidad y nostalgia | Colonia Ferronales

El beso en los ¿nudillos? Era eso. Y que poco de viaje y

cuánto de espera este zaguán. Y decir. Y maldecir. La

cansada esperanza de esta ciudad empeñada en ser la vía

y la vida y la vid.

De Casa redonda.

Rubén Chávez Ruiz Esparza

En la década de los sesenta del siglo pasado, crucé varias veces por las calles empedradas de la Colonia Ferronales. Lo hacíamos a pie, en familia, una o dos veces al año. Íbamos al festival de fin de cursos del Colegio Miguel Hidalgo, un colegio tan pobre que pedía prestado, para este evento, un auditorio que estaba a un lado de una capilla. En aquellos años era la capilla de la Virgen del Refugio, ubicada cerca de la Avenida Heroico Colegio Militar. Caminábamos bajo las sombras de altos eucaliptos y otras especies igualmente frondosas. Lo hacíamos admirando un paisaje distinto al que conocíamos. Cercas de madera o de metal enmarcaban casas con techos de dos aguas y con una terraza frontal. ¿Papá, por qué son distintas a las de nuestro barrio? El padre explicaba qué eran casas de los ingenieros norteamericanos que habían venido a trabajar en los talleres de los ferrocarriles y que su estilo era parecido a las que tenían en su tierra. “Son casas de estilo californiano”, concluía. Aunque estos recuerdos están asociados a otro que en aquellos años me causó tristeza, la Colonia siempre me pareció un lugar atractivo, por lo distinto a lo conocido, por la abundancia de flores, vegetación y árboles entre cada casa. Mi papá tenía un amigo que vivía en esta Colonia y un día nos invitó a pasar a su vivienda a tomar un refresco. Qué sorpresa fue para nosotros conocer que la casa tenía un sótano y que todas las habitaciones estaban comunicadas entre sí, no como nuestras casas de patio central y habitaciones alrededor de éste. Pero eso fue hace muchos años y no me había vuelto a acordar de este sitio tan especial hasta ahora que las noticias lo han puesto frente a nuestras preocupaciones cotidianas, noticias que nos hacen reflexionar en nuestra identidad. Porque la identidad es “un conjunto de formas de vida, valores, tradiciones, simbología de la propia realidad de la sociedad actual, propio del ser humano y que genera un sentido de pertenencia”. Además de este trascendente sentido de pertenencia, estamos de acuerdo en que cada ser humano tiene una identidad única e irrepetible. ... “La identidad de una persona está dada por todo aquello que perdura en el tiempo y nos hace distintos, lo que nos hace reconocibles como individuos particulares”. Así, también la singularidad de los espacios de un Estado o un lugar forman parte de nosotros, de nuestra esencia más íntima. Aguascalientes es lo que es, gracias a estos lugares que han perdurado en el tiempo, espacios por los cuales se nos hace evidente nuestra historia. La Colonia Ferronales está ligada al devenir de los talleres de los Ferrocarriles, como lo está el Complejo denominado Tres Centurias. En cuanto a la Colonia mencionada, cuya integridad se ha visto afectada por el proyecto de levantar en ella un Centro Comercial y un Hotel, es importante considerar la opinión de los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Héctor Castanedo Quirarte y Christian Medina, quienes confirman el valor histórico y humano de este conjunto habitacional:

“Hoy en día la colonia Ferronales es una colonia de valor artístico, cultural e histórico, en la unión con la vocación ferrocarrilera de Aguascalientes. El 90% de sus fincas se mantienen originales. Al ser fincas con dicho valor detrás, a pesar de que no forman parte de la protección del INAH por su construcción durante el siglo XX, éstas son protegidas por diferentes constancias gubernamentales”.

Con este artículo me quiero sumar a las voces de los vecinos, los académicos y demás miembros de la comunidad de Aguascalientes, entre los que se encuentran los artistas plásticos, que han graficado de distintas formas las imágenes más emblemáticas de estos espacios. Todos ellos se han alzado en contra de los cambios que se pretenden introducir en la Colonia Ferronales, cambios que incluyen la tala de árboles y el potencial deterioro de un amable conjunto habitacional y más que eso, tal vez darían al traste con los vestigios de una parte de historia, en aras de una modernidad no muy bien meditada.

Pero ya lo dijo el poeta: nuestra esperanza es aferrarnos. Aunque hemos padecido derrotas al respecto, aún nos quedan vestigios históricos. Un ejemplo es el rescate de los vagones de ferrocarril para convertirlos en Museo del Deporte en Pabellón de Arteaga. Una iniciativa que surgió y se mantiene gracias a la voluntad de un grupo de personas, oriundas de este pueblo. Ojalá que todos los esfuerzos comunitarios tuvieran resultados exitosos.

El beso en los ¿nudillos? Era eso. Y que poco de viaje y

cuánto de espera este zaguán. Y decir. Y maldecir. La

cansada esperanza de esta ciudad empeñada en ser la vía

y la vida y la vid.

De Casa redonda.

Rubén Chávez Ruiz Esparza

En la década de los sesenta del siglo pasado, crucé varias veces por las calles empedradas de la Colonia Ferronales. Lo hacíamos a pie, en familia, una o dos veces al año. Íbamos al festival de fin de cursos del Colegio Miguel Hidalgo, un colegio tan pobre que pedía prestado, para este evento, un auditorio que estaba a un lado de una capilla. En aquellos años era la capilla de la Virgen del Refugio, ubicada cerca de la Avenida Heroico Colegio Militar. Caminábamos bajo las sombras de altos eucaliptos y otras especies igualmente frondosas. Lo hacíamos admirando un paisaje distinto al que conocíamos. Cercas de madera o de metal enmarcaban casas con techos de dos aguas y con una terraza frontal. ¿Papá, por qué son distintas a las de nuestro barrio? El padre explicaba qué eran casas de los ingenieros norteamericanos que habían venido a trabajar en los talleres de los ferrocarriles y que su estilo era parecido a las que tenían en su tierra. “Son casas de estilo californiano”, concluía. Aunque estos recuerdos están asociados a otro que en aquellos años me causó tristeza, la Colonia siempre me pareció un lugar atractivo, por lo distinto a lo conocido, por la abundancia de flores, vegetación y árboles entre cada casa. Mi papá tenía un amigo que vivía en esta Colonia y un día nos invitó a pasar a su vivienda a tomar un refresco. Qué sorpresa fue para nosotros conocer que la casa tenía un sótano y que todas las habitaciones estaban comunicadas entre sí, no como nuestras casas de patio central y habitaciones alrededor de éste. Pero eso fue hace muchos años y no me había vuelto a acordar de este sitio tan especial hasta ahora que las noticias lo han puesto frente a nuestras preocupaciones cotidianas, noticias que nos hacen reflexionar en nuestra identidad. Porque la identidad es “un conjunto de formas de vida, valores, tradiciones, simbología de la propia realidad de la sociedad actual, propio del ser humano y que genera un sentido de pertenencia”. Además de este trascendente sentido de pertenencia, estamos de acuerdo en que cada ser humano tiene una identidad única e irrepetible. ... “La identidad de una persona está dada por todo aquello que perdura en el tiempo y nos hace distintos, lo que nos hace reconocibles como individuos particulares”. Así, también la singularidad de los espacios de un Estado o un lugar forman parte de nosotros, de nuestra esencia más íntima. Aguascalientes es lo que es, gracias a estos lugares que han perdurado en el tiempo, espacios por los cuales se nos hace evidente nuestra historia. La Colonia Ferronales está ligada al devenir de los talleres de los Ferrocarriles, como lo está el Complejo denominado Tres Centurias. En cuanto a la Colonia mencionada, cuya integridad se ha visto afectada por el proyecto de levantar en ella un Centro Comercial y un Hotel, es importante considerar la opinión de los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Héctor Castanedo Quirarte y Christian Medina, quienes confirman el valor histórico y humano de este conjunto habitacional:

“Hoy en día la colonia Ferronales es una colonia de valor artístico, cultural e histórico, en la unión con la vocación ferrocarrilera de Aguascalientes. El 90% de sus fincas se mantienen originales. Al ser fincas con dicho valor detrás, a pesar de que no forman parte de la protección del INAH por su construcción durante el siglo XX, éstas son protegidas por diferentes constancias gubernamentales”.

Con este artículo me quiero sumar a las voces de los vecinos, los académicos y demás miembros de la comunidad de Aguascalientes, entre los que se encuentran los artistas plásticos, que han graficado de distintas formas las imágenes más emblemáticas de estos espacios. Todos ellos se han alzado en contra de los cambios que se pretenden introducir en la Colonia Ferronales, cambios que incluyen la tala de árboles y el potencial deterioro de un amable conjunto habitacional y más que eso, tal vez darían al traste con los vestigios de una parte de historia, en aras de una modernidad no muy bien meditada.

Pero ya lo dijo el poeta: nuestra esperanza es aferrarnos. Aunque hemos padecido derrotas al respecto, aún nos quedan vestigios históricos. Un ejemplo es el rescate de los vagones de ferrocarril para convertirlos en Museo del Deporte en Pabellón de Arteaga. Una iniciativa que surgió y se mantiene gracias a la voluntad de un grupo de personas, oriundas de este pueblo. Ojalá que todos los esfuerzos comunitarios tuvieran resultados exitosos.