/ sábado 26 de mayo de 2018

Hasta el 2019


Una vez más debemos reclamar al Presidente Trump que no haya un nuevo acuerdo comercial NAFTA. Su estrategia de dureza e inflexibilidad son las causas que propiciaron la postergación de la nueva versión del TLC que todos hubiéramos querido cerrar en este 2018.

Las consecuencias de no haber llegado a un NAFTA versión 2.0 son la terquedad de los negociadores estadounidenses y su insistencia en las reglas de origen del sector automotriz y la clausula de terminación automática del tratado.

Al menos esto es lo que se filtra en las versiones oficialistas del Gobierno Mexicano, cuyo verdadero negociador no es el Secretario de Economía, Guajardo, sino el líder del cuarto de al lado, el Sr. Moisés Kalach.

Moisés Kalach asumió la posición de estratega y principal negociador del TLC. Sería conveniente que quien resulte electo en las próximas Presidenciales considere la conveniencia de nombrarlo como Secretario de Economía. Él sí es un líder nato y perfecto conocedor de negociaciones internacionales, basta recordar su papel protagónico en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, el cual lamentablemente con la salida de EUA quedó cancelado de facto.

Lo que si podemos asegurar es que si a la fecha límite que estableció el Gobierno de los EUA para llegar a un acuerdo favorable a sus intereses (17 de Mayo de 2018), no se llegare a un nuevo acuerdo comercial, es seguro que las negociaciones se extenderán hasta alguna fecha del 2019.

Detrás de esa fecha límite se esconde la estrategia del Presidente Trump que buscaba presionar a México y Canadá para flexibilizar sus posiciones y ceder a las pretensiones norteamericanas y presentar a votación de su Congreso un acuerdo a modo.

La idea de Trump descansa en la posibilidad de manipular la votación del Congreso y así lograr un consenso favorable a su posición política que le permitiera obtener fondos para su Muro Fronterizo y algunas otras reformas que está proponiendo hacer pero que no cuentan con el apoyo mayoritario del Congreso de su país.

Este ultimátum con el que pretendió presionar a los congresistas de su país, no es más que otra treta de sus mal entendidas estrategias políticas. Tan es así, que algunas decenas de senadores republicanos le reclamaron a su negociador Robert Lighthizer, hacerles considerar la aprobación del TLC a cambio de no retirarse de las negociaciones.

La verdad es que hasta los republicanos están en desacuerdo con la inflexible posición asumida por el Presidente Trump. La estrategia de “tómalo” o “déjalo”, es algo que preocupa a los legisladores pues están en peligro muchísimos empleos y hasta el propio crecimiento de los EUA.

Es mejor tener un largo proceso de negociación que un mal acuerdo comercial, y si la postura de los negociadores americanos es inflexible, la de los mexicanos y canadienses debe ser receptiva pero nunca ingenua. La negociación es mediar, asumiendo riesgos pero nunca renunciando a defender los intereses que a México convienen.

Finalmente el daño de no lograr un nuevo acuerdo comercial afectaría a los tres socios por igual, ningún país sería ganador, al contrario, todos resentiríamos los estragos de una ruptura comercial, habría desempleo, inflación, afectaciones cambiarias, falta de inversión. ¿Qué país quiere estas afectaciones?, supongo que ninguno.

El problema es que Trump piensa que su país puede imponer las reglas del juego y se equivoca, porque la globalización no se puede romper porque sí, el libre flujo de bienes y servicios genera una interdependencia que al romperse provoca problemas para todos los involucrados. Se le olvida que estamos en el siglo XXI y que debe asumir las negociaciones con países que son socios comerciales y no enemigos como el supone.



Una vez más debemos reclamar al Presidente Trump que no haya un nuevo acuerdo comercial NAFTA. Su estrategia de dureza e inflexibilidad son las causas que propiciaron la postergación de la nueva versión del TLC que todos hubiéramos querido cerrar en este 2018.

Las consecuencias de no haber llegado a un NAFTA versión 2.0 son la terquedad de los negociadores estadounidenses y su insistencia en las reglas de origen del sector automotriz y la clausula de terminación automática del tratado.

Al menos esto es lo que se filtra en las versiones oficialistas del Gobierno Mexicano, cuyo verdadero negociador no es el Secretario de Economía, Guajardo, sino el líder del cuarto de al lado, el Sr. Moisés Kalach.

Moisés Kalach asumió la posición de estratega y principal negociador del TLC. Sería conveniente que quien resulte electo en las próximas Presidenciales considere la conveniencia de nombrarlo como Secretario de Economía. Él sí es un líder nato y perfecto conocedor de negociaciones internacionales, basta recordar su papel protagónico en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, el cual lamentablemente con la salida de EUA quedó cancelado de facto.

Lo que si podemos asegurar es que si a la fecha límite que estableció el Gobierno de los EUA para llegar a un acuerdo favorable a sus intereses (17 de Mayo de 2018), no se llegare a un nuevo acuerdo comercial, es seguro que las negociaciones se extenderán hasta alguna fecha del 2019.

Detrás de esa fecha límite se esconde la estrategia del Presidente Trump que buscaba presionar a México y Canadá para flexibilizar sus posiciones y ceder a las pretensiones norteamericanas y presentar a votación de su Congreso un acuerdo a modo.

La idea de Trump descansa en la posibilidad de manipular la votación del Congreso y así lograr un consenso favorable a su posición política que le permitiera obtener fondos para su Muro Fronterizo y algunas otras reformas que está proponiendo hacer pero que no cuentan con el apoyo mayoritario del Congreso de su país.

Este ultimátum con el que pretendió presionar a los congresistas de su país, no es más que otra treta de sus mal entendidas estrategias políticas. Tan es así, que algunas decenas de senadores republicanos le reclamaron a su negociador Robert Lighthizer, hacerles considerar la aprobación del TLC a cambio de no retirarse de las negociaciones.

La verdad es que hasta los republicanos están en desacuerdo con la inflexible posición asumida por el Presidente Trump. La estrategia de “tómalo” o “déjalo”, es algo que preocupa a los legisladores pues están en peligro muchísimos empleos y hasta el propio crecimiento de los EUA.

Es mejor tener un largo proceso de negociación que un mal acuerdo comercial, y si la postura de los negociadores americanos es inflexible, la de los mexicanos y canadienses debe ser receptiva pero nunca ingenua. La negociación es mediar, asumiendo riesgos pero nunca renunciando a defender los intereses que a México convienen.

Finalmente el daño de no lograr un nuevo acuerdo comercial afectaría a los tres socios por igual, ningún país sería ganador, al contrario, todos resentiríamos los estragos de una ruptura comercial, habría desempleo, inflación, afectaciones cambiarias, falta de inversión. ¿Qué país quiere estas afectaciones?, supongo que ninguno.

El problema es que Trump piensa que su país puede imponer las reglas del juego y se equivoca, porque la globalización no se puede romper porque sí, el libre flujo de bienes y servicios genera una interdependencia que al romperse provoca problemas para todos los involucrados. Se le olvida que estamos en el siglo XXI y que debe asumir las negociaciones con países que son socios comerciales y no enemigos como el supone.


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