/ viernes 26 de marzo de 2021

El Hombre es su palabra | La peste Albert Camus

ALBERT CAMUS es una lectura obligada por su nitidez y exactitud. Artista polifacético, ya que incursionó en la escritura de novelas, teatro, ensayos, artículos polémicos, crónicas, prólogos, y un buen número de etcéteras. listamos algunas de sus obras, solo a título de ejemplos: El extranjero 1942, El mito de Sísifo 1943, Calígula 1944, El malentendido 1944, La peste 1947, Estado de sitio 1948, Los Justos 1950, La caída 1956, El exilio y el reino 1957, son sus obras más difundidas.” Una mirada retrospectiva sobre estas fechas pondrá de manifiesto la efervescencia de Camus tratando de observar los candentes problemas planteados por la guerra, dentro del marco del hombre justo, librándose su destino a pesar del absurdo” señala acertadamente su prologuista Carlos Sainz de Robles.

CAMUS nació el 7 de noviembre de 1913 en Mondovi, cabeza de partido del departamento de Constantina, en Argelia. Falleciendo en lamentable accidente automovilístico el 4 de enero de 1960, en plena madurez literaria.

En 1957, a los 43 años de edad recibe el Premio Nobel de Literatura, tal como lo afirma el diploma que le fue entregado en ceremonia especial, donde aparece de manera textual “A Albert Camus, por su importante producción literaria que ilumina con clarividente seriedad los problemas de la conciencia humana de nuestro tiempo”.

Le comparto en esta entrega un fragmento de la obra LA PESTE, cuyo título nos remite de inmediato a su autor, y que nos refiere momentos que cobran plena vigencia en estos momentos de crisis y recogimiento. Es apenas una pequeña muestra de esta magnífica obra, que quiere ser una respetuosa invitación a leer completa la obra, para valorar la magnitud de la grandeza y genialidad de su autor.

Por favor lea, este es el texto:

LA PESTE. UN FRAGMENTO DEL CAPÍTULO V

“Hubiera deseado ser el mismo que, al comienzo de la epidemia, quería volar de un salto fuera de la ciudad y lanzarse al encuentro de la que amaba. Pero sabía que no era posible. Había cambiado, la peste había puesto en él una distracción que, con todas sus fuerzas, trataba de negar pero que, no obstante, continuaba con él como una sola angustia. En un sentido tenía la impresión que la peste había terminado demasiado bruscamente, no tenía presencia de ánimo. La felicidad llegaba a toda velocidad, el acontecimiento era más rápido que la espera. Rambert comprendía que todo le sería devuelto de golpe y el gozo es una quemazón que no se saborea.

Por lo demás, todos, más o menos conscientemente, estaban como él, y hay que hablar de todos. En ese andén de estación, donde reemprenden su vida personal, percibían aún su comunidad, cambiando entre sí miradas y sonrisas. Pero su sentimiento de destierro, desde que vieron el humo del tren, se apagó bruscamente bajo la avalancha de una alegría confusa y ensordecedora.

Cuando el tren se detuvo, las interminables separaciones que, en la mayoría de los casos habían empezado en el mismo andén, tuvieron fin, en un segundo, allí mismo, en el momento en que los brazos se cerraron con avaricia exultante sobre los cuerpos cuya forma viviente habían olvidado. Lambert no tuvo tiempo de mirar la forma en que corría hacia él cuándo ya ella se echaba sobre su pecho, Y abrazándola totalmente, apretando contra él su cabeza de la que no veía más que el pelo, dejo caer las lágrimas sin saber si brotaban de su dicha presente o del dolor de tanto tiempo reprimido, seguro, al menos, de que le impedirían comprobar si el rostro escondido en el hueco de su pecho era aquel con el que tanto había soñado o era el de una extraña.

Por el momento, quería obrar como todos los que, a su alrededor, parecían creer que la peste, puede llegar y marcharse sin que el corazón de los hombres se altere por ello.”

ALBERT CAMUS es una lectura obligada por su nitidez y exactitud. Artista polifacético, ya que incursionó en la escritura de novelas, teatro, ensayos, artículos polémicos, crónicas, prólogos, y un buen número de etcéteras. listamos algunas de sus obras, solo a título de ejemplos: El extranjero 1942, El mito de Sísifo 1943, Calígula 1944, El malentendido 1944, La peste 1947, Estado de sitio 1948, Los Justos 1950, La caída 1956, El exilio y el reino 1957, son sus obras más difundidas.” Una mirada retrospectiva sobre estas fechas pondrá de manifiesto la efervescencia de Camus tratando de observar los candentes problemas planteados por la guerra, dentro del marco del hombre justo, librándose su destino a pesar del absurdo” señala acertadamente su prologuista Carlos Sainz de Robles.

CAMUS nació el 7 de noviembre de 1913 en Mondovi, cabeza de partido del departamento de Constantina, en Argelia. Falleciendo en lamentable accidente automovilístico el 4 de enero de 1960, en plena madurez literaria.

En 1957, a los 43 años de edad recibe el Premio Nobel de Literatura, tal como lo afirma el diploma que le fue entregado en ceremonia especial, donde aparece de manera textual “A Albert Camus, por su importante producción literaria que ilumina con clarividente seriedad los problemas de la conciencia humana de nuestro tiempo”.

Le comparto en esta entrega un fragmento de la obra LA PESTE, cuyo título nos remite de inmediato a su autor, y que nos refiere momentos que cobran plena vigencia en estos momentos de crisis y recogimiento. Es apenas una pequeña muestra de esta magnífica obra, que quiere ser una respetuosa invitación a leer completa la obra, para valorar la magnitud de la grandeza y genialidad de su autor.

Por favor lea, este es el texto:

LA PESTE. UN FRAGMENTO DEL CAPÍTULO V

“Hubiera deseado ser el mismo que, al comienzo de la epidemia, quería volar de un salto fuera de la ciudad y lanzarse al encuentro de la que amaba. Pero sabía que no era posible. Había cambiado, la peste había puesto en él una distracción que, con todas sus fuerzas, trataba de negar pero que, no obstante, continuaba con él como una sola angustia. En un sentido tenía la impresión que la peste había terminado demasiado bruscamente, no tenía presencia de ánimo. La felicidad llegaba a toda velocidad, el acontecimiento era más rápido que la espera. Rambert comprendía que todo le sería devuelto de golpe y el gozo es una quemazón que no se saborea.

Por lo demás, todos, más o menos conscientemente, estaban como él, y hay que hablar de todos. En ese andén de estación, donde reemprenden su vida personal, percibían aún su comunidad, cambiando entre sí miradas y sonrisas. Pero su sentimiento de destierro, desde que vieron el humo del tren, se apagó bruscamente bajo la avalancha de una alegría confusa y ensordecedora.

Cuando el tren se detuvo, las interminables separaciones que, en la mayoría de los casos habían empezado en el mismo andén, tuvieron fin, en un segundo, allí mismo, en el momento en que los brazos se cerraron con avaricia exultante sobre los cuerpos cuya forma viviente habían olvidado. Lambert no tuvo tiempo de mirar la forma en que corría hacia él cuándo ya ella se echaba sobre su pecho, Y abrazándola totalmente, apretando contra él su cabeza de la que no veía más que el pelo, dejo caer las lágrimas sin saber si brotaban de su dicha presente o del dolor de tanto tiempo reprimido, seguro, al menos, de que le impedirían comprobar si el rostro escondido en el hueco de su pecho era aquel con el que tanto había soñado o era el de una extraña.

Por el momento, quería obrar como todos los que, a su alrededor, parecían creer que la peste, puede llegar y marcharse sin que el corazón de los hombres se altere por ello.”