/ viernes 17 de junio de 2022

Eduardo J. Correa (19 de nov. de 1874- 02 de junio de 1964), novelista

A principios del siglo XX, Eduardo J. Correa -según la expresión de Ramón López Velarde- era el “literato sancionado del lugar”. Correa, para esas fechas ya había escrito y publicado varios libros de versos, de los cuales el más sobresaliente En la paz del otoño (1908) es un conjunto de sonetos melancólicos, con una voluptuosidad escondida como el ardor de una monja bajo las vestimentas talares. Nuestro autor ya había dirigido dos revistas importantes por el número y la calidad de los colaboradores: La Bohemia (1898-1901) y La Provincia (1904), y un periódico que ejerció considerable influencia en las comunicaciones sobre temas culturales en Aguascalientes: El Observador.

En 1909 Correa salió de esta ciudad y en Guadalajara dirigió el periódico El Regional y la revista Pluma y Lápiz, donde López Velarde comenzó a publicar sus poemas. Después dirigió, en la ciudad de México, el periódico La Nación. En 1913, en plena crisis política él, que había sido diputado por el Partido Católico, dejó la ciudad de México. Sabemos que, con su familia, se fue a radicar a Los Ángeles, Cal. Y entonces se abre para el escritor un periodo de silencio creativo, interrumpido por algunas publicaciones editorialistas. Volvemos a saber de él hasta 1929, cuando, al publicar su novela en dos tomos titulada El Precio de la dicha, inaugura su etapa de novelista, con un total de 13 novelas.

En este artículo, me voy a ocupar de las únicas novelas que han merecido una segunda edición hasta la fecha. Las almas solas y La sombra de un prestigio. La primera de éstas fue reeditada por la Universidad de Guadalajara en 1998 y tiene un estudio preliminar del investigador literario Wolfgang Vogt. Un estudio interesante, pues procura poner de relevancia la calidad de la obra narrativa de Correa, colocando el énfasis en los aspectos que le parecen más rescatables de su narración, es decir las descripciones de la ciudad de Guadalajara enmarcada en el primer tercio del siglo XX, con sus personajes típicos, sus tertulias, sus casonas con sus patios y corredores, su fiestas y tradiciones, todo esto entrelazado con una trama romántica entre un abogado de clase alta y una mujer del barrio de Mexicaltzingo. Sin embargo, dicho estudio no considera, ni siquiera menciona otros personajes importantísimos para entender el sentido completo de Las almas solas. Don Chavito, quien aparece hasta el capítulo IX de la primera Parte de la novela, tiene un perfil destacado puesto que representa a los católicos que durante la Cristiada albergaron en sus casas los sagrarios con el “Divino Huésped”. Un personaje, descrito como insignificante, pero a la vez misteriosamente atractivo, pues en medio de las tensiones conserva la calma y el talante para atender con alegría las necesidades de los otros. Muy posiblemente inspirado en el arzobispo Díaz y Barreto, incluso con el parecido en el apellido, Salvador Berrueco es uno de los personajes más significativos de las novelas de Correa.

La segunda de las novelas a las que me voy a referir es La sombra de un prestigio publicada originalmente en 1931 y reeditada por el ICA, en 2008 (cuando Gustavo Vázquez coordinaba el Dpto. editorial de esta institución), con un estudio preliminar de mi autoría. De ese estudio transcribo algunos párrafos: “La novela está dividida en dos partes: en la primera el autor recrea una de las últimas décadas del siglo XIX, mientras que la trama de la segunda se ubica en los tiempos posrevolucionarios. En consecuencia, el autor evoca y describe en los capítulos iniciales a personajes y costumbres provincianos, pero a diferencia de otras novelas costumbristas decimonónicas, estos capítulos no constituyen el asunto central del texto, sino apenas la ambientación y escenografía de la línea argumental”. Esta línea argumental nos sitúa en la temática de la degradación de una familia tradicionalista. Esto marca un contraste con la línea de acción del individuo que progresa a partir de su esfuerzo personal. Un alter ego de Correa. El personaje de Benjamín Durán corre parejas en cuanto a modernidad con los personajes femeninos que aparecen en esta novela: Lolita Mendieta y su hermana Clara.

Personajes claramente definidos en sus perfiles, tanto el literato que tiene que salir del entorno para poder ser apreciado, como los de las mujeres que piensan por sí mismas y que son capaces de tomar la dirección correcta en cuanto a una vida familiar y social necesitada de cambios, hacen de esta novela una de las más atractivas de este autor tan parcamente leído y difundido en su faceta de novelista.

Sin embargo, en mi tesis doctoral he procurado desarrollar un estudio de la mayor parte de sus novelas, cuya versión definitiva, prolijamente trabajada en su versión para un público lector más amplio, posiblemente pueda ver la luz este mismo año.

A principios del siglo XX, Eduardo J. Correa -según la expresión de Ramón López Velarde- era el “literato sancionado del lugar”. Correa, para esas fechas ya había escrito y publicado varios libros de versos, de los cuales el más sobresaliente En la paz del otoño (1908) es un conjunto de sonetos melancólicos, con una voluptuosidad escondida como el ardor de una monja bajo las vestimentas talares. Nuestro autor ya había dirigido dos revistas importantes por el número y la calidad de los colaboradores: La Bohemia (1898-1901) y La Provincia (1904), y un periódico que ejerció considerable influencia en las comunicaciones sobre temas culturales en Aguascalientes: El Observador.

En 1909 Correa salió de esta ciudad y en Guadalajara dirigió el periódico El Regional y la revista Pluma y Lápiz, donde López Velarde comenzó a publicar sus poemas. Después dirigió, en la ciudad de México, el periódico La Nación. En 1913, en plena crisis política él, que había sido diputado por el Partido Católico, dejó la ciudad de México. Sabemos que, con su familia, se fue a radicar a Los Ángeles, Cal. Y entonces se abre para el escritor un periodo de silencio creativo, interrumpido por algunas publicaciones editorialistas. Volvemos a saber de él hasta 1929, cuando, al publicar su novela en dos tomos titulada El Precio de la dicha, inaugura su etapa de novelista, con un total de 13 novelas.

En este artículo, me voy a ocupar de las únicas novelas que han merecido una segunda edición hasta la fecha. Las almas solas y La sombra de un prestigio. La primera de éstas fue reeditada por la Universidad de Guadalajara en 1998 y tiene un estudio preliminar del investigador literario Wolfgang Vogt. Un estudio interesante, pues procura poner de relevancia la calidad de la obra narrativa de Correa, colocando el énfasis en los aspectos que le parecen más rescatables de su narración, es decir las descripciones de la ciudad de Guadalajara enmarcada en el primer tercio del siglo XX, con sus personajes típicos, sus tertulias, sus casonas con sus patios y corredores, su fiestas y tradiciones, todo esto entrelazado con una trama romántica entre un abogado de clase alta y una mujer del barrio de Mexicaltzingo. Sin embargo, dicho estudio no considera, ni siquiera menciona otros personajes importantísimos para entender el sentido completo de Las almas solas. Don Chavito, quien aparece hasta el capítulo IX de la primera Parte de la novela, tiene un perfil destacado puesto que representa a los católicos que durante la Cristiada albergaron en sus casas los sagrarios con el “Divino Huésped”. Un personaje, descrito como insignificante, pero a la vez misteriosamente atractivo, pues en medio de las tensiones conserva la calma y el talante para atender con alegría las necesidades de los otros. Muy posiblemente inspirado en el arzobispo Díaz y Barreto, incluso con el parecido en el apellido, Salvador Berrueco es uno de los personajes más significativos de las novelas de Correa.

La segunda de las novelas a las que me voy a referir es La sombra de un prestigio publicada originalmente en 1931 y reeditada por el ICA, en 2008 (cuando Gustavo Vázquez coordinaba el Dpto. editorial de esta institución), con un estudio preliminar de mi autoría. De ese estudio transcribo algunos párrafos: “La novela está dividida en dos partes: en la primera el autor recrea una de las últimas décadas del siglo XIX, mientras que la trama de la segunda se ubica en los tiempos posrevolucionarios. En consecuencia, el autor evoca y describe en los capítulos iniciales a personajes y costumbres provincianos, pero a diferencia de otras novelas costumbristas decimonónicas, estos capítulos no constituyen el asunto central del texto, sino apenas la ambientación y escenografía de la línea argumental”. Esta línea argumental nos sitúa en la temática de la degradación de una familia tradicionalista. Esto marca un contraste con la línea de acción del individuo que progresa a partir de su esfuerzo personal. Un alter ego de Correa. El personaje de Benjamín Durán corre parejas en cuanto a modernidad con los personajes femeninos que aparecen en esta novela: Lolita Mendieta y su hermana Clara.

Personajes claramente definidos en sus perfiles, tanto el literato que tiene que salir del entorno para poder ser apreciado, como los de las mujeres que piensan por sí mismas y que son capaces de tomar la dirección correcta en cuanto a una vida familiar y social necesitada de cambios, hacen de esta novela una de las más atractivas de este autor tan parcamente leído y difundido en su faceta de novelista.

Sin embargo, en mi tesis doctoral he procurado desarrollar un estudio de la mayor parte de sus novelas, cuya versión definitiva, prolijamente trabajada en su versión para un público lector más amplio, posiblemente pueda ver la luz este mismo año.